El festival de cine de Cartagena se estrena con las FARC como protagonistas
En la apertura de la versión 57, exguerrilleros ocuparon las primeras filas en la proyección de 'El silencio de los fusiles'
En la pantalla, el guerrillero Pastor Alape, uno de los más fuertes de las FARC. Entre el público, Félix Antonio Muñoz, sin su alias, sin camuflado, sin armas. Una escena que solo cabía en la ficción hasta hace unos años. La versión 57 del Festival Internacional de cine de Cartagena de Indias, el más antiguo de América Latina se inauguró con El silencio de los fusiles, un documental de la periodista Natalia Orozco, que recorre los cuatro años de negociaciones entre el gobierno colombiano y la guerrilla. Los protagonistas de la historia entraron por primera vez al Centro de Convenciones de Cartagena. Unos meses antes, habían estado afuera, en la explanada que rodea el lugar. Allí se firmó el acuerdo de paz, que unos días después fue rechazado por los colombianos en un plebiscito.
Guerrilleros sentados junto al presidente Juan Manuel Santos y el delegado por el gobierno para los diálogos de paz, Humberto de la Calle, como espectadores de su propia historia. El cuadro que habría sido perfecto para cerrar el documental con el que la periodista colombiana quiere hacer memoria sobre el proceso, que tantas veces estuvo a punto de morir. “Es la imagen que soñaba hacer”, dice Orozco, que confiesa que en varios de los más de veinte viajes que hizo a La Habana, en donde estaban concentrados los delegados de las FARC, volvió a su casa con la memoria de la cámara vacía.
“Entrarles no fue fácil. Hubo momentos de tensión. Ganarme la confianza fue un trabajo duro”, dice. Pero no tanto como lo fue para la guerrilla creer en el gobierno. Alape, el de la pantalla, aparece diciendo, a manera de crítica, que el expresidente Álvaro Uribe (el principal opositor del diálogo de paz) y Santos “son iguales”. El guerrillero Boris, también sentado entre el público, relata en el documental cómo fueron las últimas horas del excomandante de las FARC, Alfonso Cano. Lo describe como un implacable bombardeo que no tenía otro fin que “darle de baja”, mientras Santos, en una toma posterior, asegura que pidió su captura, pero que no ordenó matarlo. Versiones encontradas que cinco años después de la muerte del líder guerrillero reaparecen.
Entre las imágenes de los atentados de las FARC y de los bombardeos de las fuerzas militares no es fácil distinguir quién es quién. La escena de la masacre de Bojayá lo confirma. En la película de la guerra de Colombia el papel de villano fue interpretado por la insurgencia, pero también por el Estado. La toma recuerda el año 2002, una estatua de un Cristo descabezado y más de 70 familias de raza negra (los olvidados de Colombia) llorando a su gente. Un enfrentamiento entre la guerrilla y las fuerzas armadas de derecha y la omisión del Ejército volvió a este pueblo, del marginado y empobrecido Chocó, en un símbolo de resistencia. En diciembre de 2015, Pastor Alape pidió perdón. “En busca de reconciliación hacemos presencia ante Bojayá y nos colocamos en frente de ustedes para que acepten nuestra disposición a rendir tributo y hacer memoria por todas las víctimas”, dijo frente a una comunidad todavía adolorida, pero dispuesta a perdonar.
“Confirmé que la guerra no es asunto de buenos y malos. A algunos se nos permitió estar por encima de muchas circunstancias, a otros no. Son realidades complejas que se deben mirar sin juzgar”, dice Orozco. Ella estuvo con la guerrilla en momentos clave para el proceso de paz. Cuando Santos ganó su segunda presidencia (2014) se ve al guerrillero Pablo Catatumbo con su mamá pegados a un televisor siguiendo el conteo de votos. La victoria de Santos no estaba asegurada porque en la primera vuelta el candidato de la oposición le había tomado ventaja. Al final, su promesa de llevar a buen término el diálogo con las FARC le dio la reelección. “Ganó la paz”, decía la madre de Catatumbo, cuando dieron a Santos como ganador. “Eso está por verse”, respondía el guerrillero ante la cámara.
Durante 120 minutos los espectadores recodarán los momentos más simbólicos de la historia reciente de Colombia. Parece que fue ayer cuando Santos le agradecía a Uribe su apoyo para ser elegido presidente o cuando la guerrilla decía ante las cámaras y con una sonrisa socarrona que “tal vez” se arrepentirían del daño que había causado su guerra (más de 7 millones de víctimas). Pasaron cinco años y ahí están. Uno al lado del otro, en la apertura del evento más importante del cine en Colombia.
“Ahora nos queda vigilar que todo se cumpla, movilizar a la sociedad hacia la reconciliación, la inclusión”, dice Orozco. Los guerrilleros ya empezaron ese camino. En Instagram publicaron sus fotos en Cartagena. “No es ficción. Invitados al lanzamiento del Festival de cine con el documental El silencio de los fusiles. Dos realidades, un solo documental. De eso se trata la paz”, escribió Boris, el escudero de Alfonso Cano. En tres horas su foto llegaba a los 50 likes.
Babelia
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