Leiva: “Tenía que haber venido a México hace mucho tiempo”
El músico español aterriza por primera vez en el país para presentar su nuevo disco 'Monstruos' después de producir el último álbum de Joaquín Sabina
El océano supone un baño de humildad para los artistas españoles que lo cruzan. Cuesta imaginarse a un Leiva llamando a las puertas de los bares de la Ciudad de México con su guitarra después de haber llenado unos días antes un lugar con capacidad para 17.000 personas en Madrid. "Aquí no solo no me conocen por la calle, sino que los medios de comunicación tampoco. Y es muy divertido", explica a este diario el cantante español, exvocalista del grupo Pereza, desde uno de los templos de la música mexicana: la plaza Garibaldi. Ha aterrizado por primera vez en México —después de ayudar a componer y producir el nuevo disco de Joaquín Sabina— para presentar su tercer álbum en solitario, Monstruos. Y cuando pisa la tierra sagrada de los mariachis hace una confesión: "Tenía que haber venido a este país hace mucho tiempo".
A Leiva le ocurre al contrario que a cualquier latinoamericano: conocía a José Alfredo Jiménez, pero no tenía ni idea de quién era Juan Gabriel, hasta que su muerte provocó tal avalancha que su nombre cruzó en sentido inverso el Atlántico. "En México o en Inglaterra tienen mucha pasión por los suyos. A nosotros nos gusta mucho el flamenco, pero los que nos dedicamos al rock, difícilmente podemos mirar atrás. El nivel compositivo de José Alfredo está entre lo más grande que hay", apunta José Miguel Conejo Torres (Madrid, 1980). Y remata convencido: "Siempre es un buen momento para cantar una canción de José Alfredo y no siempre es un buen momento para cantar una canción de Manolo Escobar".
Hay una pregunta que le taladra la conciencia. El Canto del loco, Estopa, grupos españoles de pop rock contemporáneos a Pereza llegaron a México desde que coparan todas las listas de éxitos en España. Pero el dúo de Rubén Pozo y Leiva prefirió irse a Argentina.
— ¿Por qué no vinieron a México?
Siempre es un buen momento para cantar una canción de José Alfredo y no siempre es un buen momento para cantar una canción de Manolo Escobar
— Esa es la pregunta que más me han hecho y la respuesta es absurda. A nivel de mercado, había que venir a México primero, pero nosotros éramos muy vehementes. Ahora que vengo a México, no me puedo creer que no hubiera venido antes.
Leiva sigue la estela de decenas de artistas españoles que se han hecho un importante hueco en Latinoamérica usando a México como trampolín: desde Rocío Dúrcal, Mocedades y Camilo Sesto, hasta Miguel Bosé, Hombres G y los más modernos, como David Bisbal, Alejandro Sanz, La Oreja de Van Gogh, Jarabe de Palo, La Quinta Estación, Alex Ubago, Mago de Oz o Ska-P. Todos ellos comprendieron que España era al final muy pequeño. "Los españoles somos muy prejuiciosos y no miramos mucho para afuera. No consumimos mucho rock latino. En México sí se consume mucho rock en español", explica el artista. En España la música latina se asocia casi siempre solo al reguetón.
"Es muy interesante la manera de entender la modernidad musical que tienen en México. Si escuchas las producciones de Natalia Lafourcade, que en principio puede ser una artista mainstream, están llenas de guiños muy elegantes. La música moderna mexicana tiene cosas que me encantan. También en la electrónica creo que hay un nivel brutal", reconoce Leiva. Y admite que con Lafourcade está planeando componer. "Siempre me quedó eso pendiente con ella", explica.
Al artista madrileño, autor de canciones como Lady Madrid, la Ciudad de México le parece "algo muy bestia". Pero hay un lugar a unos 80 kilómetros al sur que le ha vuelto loco. "Tepoztlán me ha impactado demasiado. Me dio la sensación de que estaba conociendo América de verdad. Además, nos han contado que hay un estudio de uno de los componentes de The Killers allí, así que nos ha picado mucho venir de nuevo. Es un pueblo maravilloso, con una cultura brutal, con una comida increíble y con un mezcal peligroso".
Existe ese mito de que Joaquín llega borracho a los lugares como Keith Richards, y no: se sienta horas a trabajar. Las canciones no le vienen a las siete de la mañana en un burdel ebrio
Leiva habla como canta, susurrando al oyente. Unas maneras que contrastan radicalmente con el bullicio del Tenampa, donde los golpes de vasos de tequila sobre las mesas de madera, las trompetas, los violines y la caja torácica de los mariachis impiden escuchar hasta a los oídos más finos. Cuando se arranca a cantar El último trago, de José Alfredo Jiménez, lo hace a su estilo dulce, arrastrando las eses. De fondo, entre una pintura de La dama de poncho rojo, Chavela Vargas y José Alfredo Jiménez, asoma Joaquín Sabina fumando un pitillo.
Cuando era pequeño y compartía cuarto con su hermano mayor, entre la litera había un póster arrancado de la calle del álbum Esta boca es mía, un disco de Sabina de 1994. Después de su colaboración con él en Vinagre y Rosas (2009), ha formado parte de la composición de las letras y ha liderado la producción de su último trabajo, Lo niego todo.
— ¿Qué se le produce a Joaquín Sabina?
— Mi máxima era: Me gustaría hacer el disco que sentía que Joaquín me debía como fan.
Leiva habla embelesado de "Joaquín" y mira al Tenampa como si pudiera imaginárselo en uno de esos bancos rojos de escay: "Me ha hablado tanto de este sitio que siento que ya lo conozco". Y considera que debe hacer una aclaración: "Existe ese mito de que llega borracho a los lugares como Keith Richards, y no: Joaquín se sienta horas a trabajar. Las canciones no le vienen a las siete de la mañana en un burdel totalmente borracho". Uno de los gerentes del Tenampa, que recuerda haberlo atendido, hace una anotación: "De aquí pocos salen sobrios".
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