Ese Bárcenas no soy yo
Ante el juicio al extesorero del PP, el actor que ha encarnado a Luis Bárcenas en el cine y el teatro reflexiona sobre realidad y ficción
Luis Bárcenas Gutiérrez vuelve a las pantallas. Por los mensajes que me llegan —llenos de comentarios elogiosos unos, descacharrantes otros, lúcidos todos— y tras el visionado en directo esta semana de las nuevas comparecencias del extesorero del Partido Popular, debo admitir que yo fui más Bárcenas que el propio Bárcenas. Interpreté su papel durante dos años en le escenario. “¿Quién es ese que te está imitando en la tele?”, es el mejor texto que me ha llegado al teléfono hasta el momento. La pregunta iba acompañada de la foto de ÉL en su nueva comparecencia en el macrojuicio.
Rebobino. Hace ya unos años, en 2014, Alberto San Juan me propuso encarnar a Luis Bárcenas en un montaje basado en la famosa declaración, celebrada en la Audiencia Nacional el 15 de julio de 2013, en la que tiraba de la manta sobre la financiación irregular del Partido Popular. Bárcenas llevaba tres semanas en la prisión de Soto del Real, y en su comparecencia ante el juez Ruz desmintió todo lo que había afirmado hasta entonces. No había imágenes ni audios de aquel momento; solo existía la transcripción escrita de todo lo que se dijo allí, que fue filtrada a la prensa. El extesorero del partido en el Gobierno rompía la baraja, parecía dispuesto a todo y Mariano Rajoy se vio obligado a comparecer en el Congreso dos semanas después, el 1 de agosto, en una sesión extraordinaria. Posteriormente ha quedado demostrado que a la cúpula del PP no le hace pupa nadie. Pero la tensión dramática de aquel encuentro a puerta cerrada entre el juez y Bárcenas inundó periódicos y noticieros. Con aquella transcripción en bruto, Jordi Casanovas hizo una obra de teatro, sin añadir una palabra, simplemente limpiando el texto, que estuvimos representando durante más de dos años, y David Ilundain hizo una película, B, que me llevó a las puertas del máximo galardón del cine español. Benditos sean San Juan, Casanovas e Ilundain, dicho sea de paso. Porque aquello resultó ser un hito en mi carrera (¡qué palabro!) actoral.
Ahora la tentación de volverlo a encarnar es fuerte. Echo de menos a mi colega el actor Manolo Solo —es decir, al juez Ruz— aunque si volviéramos a recrear el momento, este momento que empezó el pasado lunes 16 de enero, creo que Carmen Machi daría muy bien el perfil de la nueva fiscal preguntona e impertinente. Pero ¿qué pasa con ÉL ahora?, ¿qué pasa conmigo cuando lo veo a ÉL ahora?
Si quisiéramos hacer la secuela B2, lo tendríamos mucho más fácil porque ya está la imagen, ahí está la comparecencia en directo de esta semana, el personaje en acción. No habría que inventar nada. Pero ¿de verdad sería más fácil? No lo creo. Lo mágico, lo artístico de Ruz/Bárcenas, la obra de teatro, y B, la película, es que, quitando las palabras, todo lo demás era inventado, recreado, interpretado. Y si lo comparo con lo que estoy viendo estos días, si me comparo con ÉL, me doy cuenta de que lo nuestro era, como dicen los ingleses, que de teatro y de cine saben mucho, bigger than life.
Este Bárcenas que estoy viendo estos días, ya no soy yo. ¿Qué me ha pasado? ¿Qué le ha pasado? En primer lugar, que la realidad le ha demostrado que tirar de la manta no era tan sencillo, por lo tanto la seguridad, el sarcasmo, en fin, la chulería que tanto inspiraron mi interpretación han desaparecido. ¿Qué fue de aquella elocuencia de velocidad vertiginosa con la que encadenaba un fraude con otro, una denuncia con otra, y que tanto trabajo me costó memorizar? ¿Qué fue de aquella pose de cantaor flamenco con los brazos cruzados y echado hacia atrás esquivando los dardos del magistrado Ruz como un Jedi ante las estocadas láser de Darth Vader? ¿Cómo se les ocurre a los decoradores, o a los encargados del atrezo, ponerle una mesa delante, sobre la que apoya las manos como si las llevara ya esposadas? En aquella sala minúscula donde declaró por primera vez, ÉL tenía la grandeza de un héroe. En este decorado magnífico de la Audiencia de San Fernando de Henares, ÉL queda reducido a simple víctima propiciatoria.
Casi siempre la realidad supera a la ficción, o eso dicen. En este caso, y no es porque yo lo diga, la empobrece, la hace más gris. Sin los focos, el maquillaje, la claqueta, las cámaras, la ilusión y los nervios de los rodajes, de los estrenos, la realidad nos muestra, reducida, una vulnerable, triste, experiencia humana.
Pedro Casablanc fue nominado al Goya al mejor actor y recibió el Premio Sant Jordi por su trabajo en la película ‘B’, en la que interpretaba a Luis Bárcenas.
Babelia
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