‘Omega’ tiró ‘p’alante’ y entró en la historia
Una reedición con inéditos y una película resucitan el rupturista e incomprendido disco de Enrique Morente y Lagartija Nick
Corría septiembre de 1995 y se acababan de hacer con una grabadora analógica de ocho pistas Foxter para recoger la primera sesión del “monstruo”, tal y como definía Antonio Arias, vocalista y bajista de Lagartija Nick, a lo que sería Omega, el disco que, junto a La leyenda del tiempo de Camarón, más revolucionó el mundo del flamenco, redefiniendo las fronteras de la música popular española. El monstruo sonoro lo era por esa “explosión rítmica a mitad de la canción que dejaba los espacios para los gritos de las hierbas” mientras la voz estremecedora de Enrique Morente redimensionaba cada nota, con su suave entonación, tirando por donde le pedía el cuerpo. “Mira, Enrique, a lo mejor esto es un atrevimiento…”, decía Arias. “Esto que hacemos se hace con atrevimiento”, respondía Morente, con un refresco en la mano. Estaban en el estudio granadino Bernardi, en el pueblo Armilla, dando los primeros pasos de un viaje musical sin precedentes.
Con dedicación admirable, Arias recogió estos detalles, y muchos más, en unos exuberantes diarios de grabación del álbum, que dan otra perspectiva distinta, más humana, a una obra adelantada a su tiempo, que en su vigésimo aniversario es recordada con una reedición, repleta de inéditos y donde se incluyen los diarios, y un documental, que repasa su producción y repercusión en un país que en 1996 no supo entenderla. “Demasiado bien lo pasábamos. Estábamos en nuestro monasterio. La fuente no paraba de manar”, comenta Arias a EL PAÍS.
“Cuando las visiones artísticas eran a largo plazo, todo era posible. Pero los procesos de realidad y las visiones a corto plazo de las compañías nos pusieron a prueba”, reflexiona el bajista. Como se recuerda en el documental, Omega fue rechazado por majors como Sony y Universal, aun siendo la gran apuesta de todo un Premio Nacional de Música como Morente. Tuvo que salir publicado en un sello menor como El Europeo Música.
Y, pese a todo, su principal creador, al que los ortodoxos flamencos ya le llamaban asesino por sus formas en los 70, lo tenía claro. “Enrique hacía lo que quería hasta encima de un tejado. Nunca tiró la toalla”, señala Aurora Morente, viuda del cantaor, en conversación con este periódico. “Hay que molestar un poquillo, si no siempre somos molestados”, decía Enrique Morente. Pero Aurora recuerda otra frase que no paraba de repetir ante “el berenjenal”: “Vamos a tirar p'adelante que estamos vivos de milagro”.
Tiraron para adelante, pese a las fisuras del núcleo creativo. “No vi el pánico en mi propio grupo”, reconoce Arias a propósito de la salida del proyecto del baterista Eric Jiménez, que pasaría de Lagartija Nick a Los Planetas. “Había más presiones en el entorno del rock que de ningún otro. De hecho en el rock había más fundamentalismo que en el flamenco”, añade. En sus diarios, Arias reconoce que le repetían que estaba poniendo “en riesgo” su carrera por juntarse con un “flamenco", pero él lo veía todo a largo plazo. “Para mí era todo trascendental no porque fuera a darnos gloria, sino porque me encantaba el sonido y estar cerca de Enrique. ¿Quién no iba a querer estar al lado de Aristóteles?”.
Para Aurora, ese Aristóteles de la música popular también podía ser llamado Picasso: “Su identidad era el flamenco, pero era un hombre vanguardista. Como Picasso, ponía una boca y una nariz cubistas que nadie había puesto”. La esposa y sus hijas Estrella y Soleá se encargaron de los coros y palmeos. Fueron una parte fundamental de la grabación. Incluso el niño pequeño, Enrique, correteaba por el diminuto estudio, llegando a borrar de un plumazo alguna grabación al tocar el botón prohibido. “Enrique y yo íbamos en un Pegüeot a recoger a los niños al colegio y de ahí al estudio todos. Estábamos todos pegadísimos”, recuerda la viuda.
Omega es Morente, Lagartija Nick… y Federico García Lorca. “Ese micro fue pidiendo la figura de Lorca, que pasó a ser el cabeza del pelotón tirando del resto de ciclistas”, reflexiona Arias, que habla de “valentía y arrojo” en el trabajo del cantaor con los textos y afirma que el disco es una “tesis lorquiana”. “Tenía un estudio muy claro de lo que quería. Hay que dar las gracias a Lorca que con su poesía bestial impactó tanto en Enrique”, apunta Aurora.
Aquel monstruo llamado Omega vería la luz en diciembre de 1996. Comenzaba el viaje hacia ninguna parte o hacia la gloria. La historia, por suerte, le dio la razón a los atrevidos.
Babelia
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