Premio a la arquitectura que transforma lo cotidiano y lo construido en algo extraordinario
Guillermo Vázquez Consuegra y Víctor López Cotelo reciben este jueves la Medalla de Oro de la Arquitectura Española
Densa, profunda, sensible, refinada… atemporal. Así es la arquitectura que Guillermo Vázquez Consuegra cultiva desde hace más de cuatro décadas y que sus colegas han reconocido con la Medalla de Oro de la Arquitectura Española 2016. Un galardón a toda una carrera también ha distinguido al madrileño Víctor López Cotelo y que otorga cada dos años el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). El premio, que ambos recogerán hoy 24 de noviembre en el palacio del Senado, en Madrid, llega en un momento crucial para Vázquez Consuegra, quien lucha desde 2009 —tras ganar un concurso nacional convocado por La Caixa— para rehabilitar las Reales Atarazanas de Sevilla, un magnífico edificio del siglo XIII ubicado en pleno centro histórico de la capital andaluza y cerrado desde hace un cuarto de siglo.
Siza, Moneo y Rossi, sus tres referencias
Alguien a quien le gusta pensar en su trabajo con palabras prestadas por el poeta argentino Juan Gelman (“La poesía es un árbol sin hojas que da sombra”, sustitúyase poesía por arquitectura) tuvo en los inicios de su carrera a tres referentes de primera. El portugués Álvaro Siza, el español Rafael Moneo y el italiano Aldo Rossi. Maestros a los que Vázquez Consuegra hará referencia en su discurso de aceptación de la Medalla de Oro, un galardón que dos de ellos han recibido antes —Siza y Moneo— y en cuya lista figuran también Sert, Oiza o De la Sota.
“Observando la lista de los grandes maestros que recibieron antes esta distinción me siento muy honrado, pero al mismo tiempo supone una gran responsabilidad. Habrá que seguir mejorando para corresponder a este gran honor” afirma el sevillano quien, con la primera obra que realizó: un jardín en Olivares en 1975, tres años después terminar la Escuela de Arquitectura, le invitaron a participar en la Bienal de Venecia de 1980.
Guillermo Vázquez Consuegra (Sevilla, 1945) es un maestro en la rehabilitación de edificios históricos. En otorgarle una segunda vida a construcciones emblemáticas como ha demostrado ya con el Museo del Mar en las Atarazanas de Génova, el palacio de San Telmo de Sevilla o el antiguo palacio de Justicia de Luxemburgo, uno de los proyectos en los que trabaja actualmente y con el que ha transformado un monumento del siglo XVI en el Ministerio de Asuntos Exteriores del país centroeuropeo.
Se trata de plantear “la tercera vía”. “Procuro encontrar una continuidad física e histórica entre la nueva intervención y el edificio existente, a medio camino entre el mimetismo historicista y la discontinuidad o la ruptura. Me gusta transitar por esa banda intermedia entre ambas posiciones a fin de lograr una trabazón armoniosa entre lo nuevo y lo viejo”, explica el arquitecto, quien considera que su mejor proyecto de este tipo es, precisamente, uno que se ha quedado en el cajón: la conversión de las Reales Atarazanas en el CaixaForum de Sevilla.
La entidad promotora, La Caixa, se vio obligada a cambiar la ubicación de su centro cultural, que actualmente se está terminando en el recinto de la Torre Sevilla, después de que el Ayuntamiento de Sevilla eternizara la concesión de la licencia de obras y la convirtiera en moneda de cambio político. La entidad ofreció a la Junta, propietaria del conjunto, una solución intermedia para convertir el edificio en espacio cultural con un presupuesto de 11 millones de euros y según un nuevo proyecto de Vázquez Consuegra pero, el pasado 20 de octubre, un juez paralizó cautelarmente la licencia de obras a petición de una asociación conservacionista. Mientras tanto, las inmensas bóvedas de ladrillo de las Atarazanas siguen cediendo al peso de la obstinación de los que prefieren el conjunto cerrado y deteriorado antes que dar su brazo a torcer.
“El monumento no puede ser considerado como un objeto arqueológico aislado, sino como parte de la creación colectiva más hermosa de la humanidad: la ciudad. Es parte sustancial del tejido urbano y siempre ha existido esa intensa relación de convivencia y yuxtaposición entre ambos”, reflexiona Vázquez Consuegra, Premio Nacional de Arquitectura 2005 y miembro honorario del American Institute of Architects desde 2014.
“Si importante es dejar hablar a la historia, no lo es menos saber dónde y cuándo depositar nuestro tiempo, nuestra cultura en el monumento. Añadir cosas sobre las cosas forma parte del discurso que ha permitido la construcción de los centros históricos”, añade el arquitecto, cuyo nuevo estudio —al que se mudó hace dos años— está justo al lado del monumento del siglo XIII que mandó construir Alfonso X El Sabio.
“Las Atarazanas hoy es un edificio con dos plantas que corresponde no solo al siglo XIII, sino también al XVI, al XVIII y al XX. Las bóvedas de ladrillo de la planta baja se levantaron en el XVIII, cuando el edificio se transformó en la Maestranza de Artillería con el objetivo de construir almacenes en la planta superior”, explica el arquitecto, quien ha impartido clases en las universidades de Lausanne, Lugano, Buenos Aires, Nueva York, Los Ángeles, Bolonia y Venecia, entre otras. El relleno de la cota primitiva —cinco metros más baja que la actual— se produjo en el siglo XVI, porque la ciudad ya había alcanzado esa cota y el edificio se puso a su disposición.
“Nuestro proyecto reconoce por tanto, el carácter histórico del aterramiento y la organización en dos niveles del edificio. El potencial del conjunto radica, precisamente, en que la cota de su planta baja está al mismo nivel que la de la ciudad y eso permite abrir el edificio a través de la calle Dos de Mayo y dejar que la ciudad penetre en él convirtiendo la planta baja una gran ágora cultural cubierta. Esta es la razón por la que no excavamos”, explica el sevillano quien siempre ha prestado una especial atención a los espacios de transición entre lo público y lo privado, entre la arquitectura y la ciudad.
Con relación a la situación actual del ejercicio de la profesión el proyectista considera que “el arquitecto ha perdido hoy el prestigio social que tuvo y recuperarlo es clave. La aparición de nuevos agentes en el proceso constructivo desplaza al arquitecto de su trabajo que consiste en ordenar la labor de los especialistas convirtiéndolo en un agente más del proceso y perdiendo por tanto el control sobre el mismo. Y eso se produce porque se imponen los tiempos cortos de la economía sobre los tiempos largos propios de la arquitectura. La arquitectura necesita tiempo y dinero y hoy casi nadie está dispuesto a aportarlos”.
“Es necesario ejercer la resistencia y reivindicar ante la sociedad la arquitectura como hecho cultural. En el futuro próximo nos va a tocar fusionar, interpretar y transformar más que crear ex novo y entender la ciudad como material en metamorfosis. Es un cambio de horizonte, después de una época de expansión económica en la que se ha construido más de lo necesario, se avecina una época de restricciones, pero se abre una oportunidad clave para adecuar nuestras ciudades al cumplimiento de las normativas europeas de sostenibilidad y eficiencia energéticas”, predice este maestro de la atemporalidad.
“Me interesa convertir lo cotidiano en extraordinario”
A Víctor López Cotelo (Madrid, 1947) le ha sorprendido y halagado la Medalla de Oro de la Arquitectura Española por tratarse de un galardón que otorga la profesión. "Es un premio que me conceden los colegas que han observado toda mi trayectoria y por eso es más auténtico que otros. Es una satisfacción y una responsabilidad que me hayan escogido a mí, habiendo otros mucho más importantes", comenta el arquitecto, quien comenzó a trabajar en los setenta en el estudio de Alejandro de la Sota y desde 1979 dirige su propio estudio en Madrid.
López Cotelo, que recoge hoy el galardón en el palacio del Senado de Madrid junto a Guillermo Vázquez Consuegra, realizó su primer proyecto en 1974, una vivienda unifamiliar en Soto del Real, y entregó la última obra —por ahora— el pasado año. Se trata de la Escuela de Arquitectura de Granada, un proyecto premiado por la XIII Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo que comenzó cuando ganó el concurso en 1998 y no ha visto terminada hasta 2015. Y, aunque nunca lo ha pretendido, se ha convertido en un especialista en rehabilitación. "La Escuela de Granada es, originariamente, un edificio del siglo XVI, el palacio del Almirante de Aragón, que ha ido teniendo distintos usos y transformaciones en los siglos XVIII y XIX. Nuestro trabajo ha sido convertir lo que en los noventa era un hospital militar en un centro docente", explica el arquitecto autor de la rehabilitación de la Casa de las Conchas de Salamanca y de la iglesia románica de San Esteban en Rejas (Soria), entre otras.
"Me interesa convertir lo cotidiano en extraordinario. Transformar las rutinas a través de la arquitectura de forma que estimulen a la gente que usa esas arquitecturas pero de una forma natural, casi inconsciente", explica López Cotelo, quien ha sido durante 20 años catedrático de Proyectos de la Escuela de Arquitectura de la TU de Munich.
"Aunque también he hecho proyectos de nueva planta, como la Filmoteca Española en la Ciudad de la Imagen de Madrid, la verdad es que me han encasillado en la rehabilitación. De todas formas, nuestro trabajo es siempre el mismo: primero hay que entender el problema que uno tiene delante, informarse de las necesidades de cada edificio y, después, resolverlo", asegura el proyectista quien se define como "un arquitecto en diálogo con el presente".
Babelia
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