Guerra, periodismo, amor y teatro
Una fotógrafa herida en Irak y su pareja corresponsal en conflictos bélicos protagonizan ‘La treva’, que dirige en Barcelona Julio Manrique
El periodismo de guerra, tan tratado por el cine, pocas veces se asoma al teatro. Aunque Donald Margulies, el autor de Time stands still (2009), que ahora llega a la Villarroel como La treva,subraya que su obra no trata fundamentalmente sobre la guerra ni el periodismo, ambas cosas, y la forma en que afectan a las vidas de los profesionales que las combinan, y en especial un asunto como la ética del fotoperiodismo, tienen una importancia esencial en la pieza. En ella una curtida fotógrafa de guerra estadounidense, Sarah, regresa a casa, a su apartamento en Brooklyn, tras resultar herida en la cara y el cuerpo por una bomba que estalla al paso de su coche en Irak, matando a su conductor iraquí. Su pareja de muchos años, James, es un también veterano corresponsal de guerra que trabajaba con ella pero que ha dejado de cubrir el conflicto tras sufrir una crisis nerviosa a causa de la sobreexposición a la miseria y las atrocidades y que se siente culpable por haberla dejado sola.
Mientras se recupera en su loft neoyorquino, tratando de volver a la vida civilizada, Sarah comienza a cuestionarse la moral de su profesión y el haberse construido una carrera y un nombre sobre el sufrimiento de los otros. La presencia de otra pareja, el antiguo editor del trabajo de los dos periodistas, Richard, y su jovencita nueva novia, la ingenua Mandy, pone contrapunto al drama.
Sarah comienza a cuestionarse la moral de su profesión y haberse construido una carrera y un nombre sobre el sufrimiento de los otros.
Margulies, ganador de un premio Pulitzer en 2000 por Dinner with friends, recalca que su historia sobre esa pareja de periodistas que se han encontrado y amado entre los combates en Oriente Medio y tienen que plantearse que hacer a partir de ahora con su relación y sus vidas es en realidad una historia de amor.
La pieza se le ocurrió ante la imagen de un apartamento al comenzar a especular sobre quien habría vivido allí. Pensó que podría haber sido una mujer, una fotoperiodista y que acababa de volver herida del frente. El título Time stand stills hace referencia al tiempo que queda fijado cuando se hace una foto.
Julio Manrique es el director del montaje, retitulado La treva, en traducción catalana de Cristina Genebat, que se estrena hoy en la sala Villarroel de Barcelona con un reparto de lujo: Clara Segura y David Selvas como la pareja protagonista y Ramon Madaula y Mimi Riera como los otros dos.
“Como recalca el autor, se trata fundamentalmente de la historia de una pareja, y de una crisis de pareja, pero los oficios que desempeñan, fotoperiodista y reportero de guerra, tienen mucho que ver y hacen muy complicada su relación”, señala Manrique. “No es usual que los periodistas de guerra formen entre ellos parejas estables, de largo recorrido”.
Una pareja de fotoperiodistas de guerra, aparte de la que formaron Gerda Taro y Robert Capa, es la que componen en la ficción Faulques y Olvido en la novela de Arturo Pérez-Reverte El pintor de batallas (no acaban bien).
Para el personaje de Sarah, Margulies se habría inspirado especialmente en Lynsey Addario, la famosa fotoperiodista estadounidense, herida en accidente en Afganistán y cautiva en Libia (y casada, precisamente, con un periodista de Reuters). La obra, de 1 hora y 45 minutos, se desarrolla a lo largo de nueve meses en Nueva York, durante los cuales Sarah y James analizan sus vidas personales y hacen elecciones. Manrique destaca que “es una obra de eso, de choices, de esos momentos cruciales en los que estableces prioridades y te defines sobre lo que eres y lo que quieres ser, un proceso que implica renuncias y nuevas responsabilidades”.
El director resalta que la inocente Mandy, “la pitufina”, que aparece con globos en su visita a la bragada y escéptica Sarah, para estupefacción de ésta, es en realidad “la bomba que arroja el autor a los protagonistas y que les obliga a definirse y a hacerse preguntas sobre aspectos de su profesión y su vida”. Entre esas preguntas, ¿cuánto hay de adicción y cuánto de compromiso?, ¿qué efectos reales tienen esas fotos?
La treva, subraya Manrique, se apoya en unos actores espléndidos y un muy buen texto (que no han modificado ni adaptado). “No precisa de nada más. No mostramos la guerra, que era una tentación. Ni una sola imagen. Me parecía innecesario. Hay una escena en que Sarah pasa sus fotos en un ordenador y observamos las caras de los personajes al verlas, pero las fotos no las ves. Es mejor así, además, ¿qué fotos le hubiéramos adjudicado a Sarah?”.
Babelia
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