Contar la vida oveja a oveja
Un pastor inglés describe en un libro que ha sido un fenómeno editorial su vida en la granja y cómo cambió Oxford por el ganado
James Rebanks es pastor en el Distrito de los Lagos, una dura zona rural al noroeste de Inglaterra donde viven unas 40.000 personas o, si se quiere, una bella postal de prados, agua y cielo que recibe 16 millones de turistas. James fue un mal estudiante, solo quería ovejas y heno, seguir la tradición de su padre y de su abuelo. Despreció los consejos de los maestros para que cambiara la cayada por el lápiz y solo de mayor retomó los estudios en Oxford, con gran éxito.
Este salto tiene una explicación sencilla: era un gran lector, una costumbre que alentó su madre. Pero el mundo académico no logró disuadirle de su opción profesional, él quería ser pastor y pastor es. Sin embargo, reconoce que el campo no permite vivir con holgura. Él completa su economía escribiendo libros; en el último relata en primera persona su vida en la granja, desde que su abuelo era la voz de mando hasta las 900 ovejas que ahora pastorea él con la ayuda infantil de sus hijos. Ha sido un pelotazo editorial en los países donde ya está a la venta. En España acaba de salir: La vida del pastor. La historia de un hombre, un rebaño y un oficio eterno (Debate). En sus páginas la rutina y la paz se alternan y se complementan como la lluvia y el sol sobre los prados.
Rebanks tiene el pelo rubio y los ojos claros, y una piel tan morena como puede conseguirse en Inglaterra. Su aspecto es de buen comer y sus manos gordotas delatan su actividad: “Se me encogieron cuando fui a Oxford. Al volver a la granja, los amigos me decían que se me habían encogido también los hombros”, se ríe.
El trabajo en el campo, no digamos cuando se trata de ganado, es igual de rutinario que el de la ciudad, o más; es sacrificado, a veces penoso e irremediablemente injusto, pero tiene algunas ventajas: aire libre, por ejemplo. Y la mayor de todas: cuando se alcanza autonomía, no hay jefes que valgan. Hay algo más.
Un hogar y una cultura
Rebanks aprendió cuando trabajaba para la Unesco “que hay 2.000 millones de granjas de cría, si todo eso se deja el mundo entraría en caos. El campo no solo es hermoso, es un hogar, una cultura, una buena comida. Es una opción: si pensamos que la cría tradicional es buena para los animales, para el territorio, para el medio ambiente, pues hay que elegir cómo compramos y cómo votamos para mantener ese estilo de vida”.
Pero este pastor no se engaña: “No se trata de volver románticamente a la dureza del arado, hay que tener un pie en el pasado y otro en el presente”. La diferencia actual, sostiene, es que quedarse en el campo ya no es estar en el lado equivocado, como él sentía de joven. “Hoy los jóvenes están orgullosos y muestran sus ovejas campeonas en las redes sociales”.
Su libro sería otro ejemplo de orgullo rural. De amor por la tierra, pero sabiendo muy bien qué partes del pasado no son dignas de repetirse y cuáles otras, por más que parezcan crueles, no son más que la realidad sin azúcar. “Muchos me han escrito para criticarme porque en el libro aparecen corderitos degollados. Así es la vida en la granja”. En el libro triscan las ovejas, nacen o mueren de mala manera los corderillos, se recolecta el heno, o se pudre por culpa de la lluvia; los granjeros acuden a los concursos de la comarca con sus carneros más pintones o pasan horas agarrotados esquilando el vellón, se adiestran los perros para carear el rebaño, y vuelve la primavera que trae el verano que llama al otoño que abre la puerta al invierno.
¿Por qué vende un libro que cuenta la vida sencilla y común de una familia, sin epopeyas ni novelería? “Porque todo el mundo lo relaciona con su vida, con sus padres, con sus abuelos, con la tradición. Hay gente en todo el mundo que comparte estos sentimientos. Cuando voy de gira para presentar el libro muchos me paran y me cuenta la historia de sus abuelos”, vuelve a reírse. “Normalmente se cuenta la dureza de la vida en el campo, pero hay otra hermosa y llena de significado. Y otra cosa: estos libros normalmente los escriben los que se marcharon. Rara vez el que vive y trabaja con el ganado, con el apego y el amor por la tierra”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.