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Gran Angular

“Nietzsche puede servir contra el ascenso del islamismo”

El académico italiano describe en un nuevo libro el viaje que el pensador alemán realizó al sur de Italia y que tanto alteró el rumbo de su discurso

Álex Vicente
Éric Hadj

En otoño de 1876, afectado por terribles migrañas y descontento respecto a su vida de joven catedrático en Basilea, Friedrich Nietzsche decide emprender su primer gran viaje al extranjero. Se dirige hacia el sur de Italia, donde dará un marcado giro a su pensamiento: el filósofo iniciará su llamada fase positivista y romperá con Wagner y con Schopenhauer. Paolo d’Iorio (Seravezza, Italia, 1963), gran experto en la obra del filósofo alemán e investigador del CNRS de París, describe en El viaje de Nietzsche a Sorrento (Gedisa) ese crucial periplo que le llevará a formular la teoría del espíritu libre. De paso, el autor analiza la vigencia de su filosofía en tiempos de máximo individualismo y de desacralización relativa.

Pregunta. En los cuadernos de viaje de Nietzsche, logró dar con una cita de Spinoza: “El hombre libre no medita sobre la muerte, sino sobre la vida”. ¿Es en Sorrento donde imagina por primera vez una filosofía de la vida?

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Respuesta. Nietzsche se convierte en abogado de la vida, en una época en la que estaba muy de moda ser pesimista. Sus contemporáneos estaban convencidos de que el mundo se dirigía hacia la nada, hacia la deflagración cósmica. En medio de esa filosofía del no, Nietzsche decide reafirmar la vida y se opone a las teorías que la condenan, incluido el cristianismo.

P. ¿Reformula el nihilismo en positivo?

Si los nazis hubieran leído al pensador alemán hubieran quemado sus obras

R. Eso es. Supera la vertiente más dura y negra del nihilismo, la de su maestro Schopenhauer —del que termina por renegar, como uno debe hacer siempre respecto a sus maestros— pero también la suya propia, condensada en la teoría del eterno retorno. Hasta ese momento, Nietzsche considera que el mundo no tiene sentido y que nos limitamos a vivir una serie de acontecimientos que se repiten de manera idéntica, sin esperanza ni posible redención.

P. ¿Qué es, para Nietzsche, un espíritu libre?

R. Es una persona que piensa de manera distinta a lo que uno podría esperar, si se atiende a sus orígenes y su cultura. Es un desviado, alguien que no es compatible con su entorno. En general, son seres tristes y trágicos, ya que casi nunca consiguen transformar su época. La figura de Zaratustra ejemplifica ese espíritu libre. Nietzsche propone que quienes nacen siendo distintos residan en las llamadas islas afortunadas, para que estén al margen de un entorno que les resulta perjudicial. Es como un darwinismo al revés: para él, los que mueren son los mejores, los más delicados y los más pertinaces. Son también los que más sufren, porque no logran integrarse a causa de la robustez de las certezas de su época.

P. En El Anticristo, Nietzsche afirma dirigirse a un grupo de personas muy reducido, “la mayoría de los cuales probablemente no haya nacido”. ¿Tenía el filósofo la convicción de que su tiempo no estaba preparado para aceptar sus ideas?

R. Hizo la apuesta loca de dirigirse a la posteridad, convencido de que sus contemporáneos no sabían escucharle. Al final de su vida, aseguró a su editor que sus libros se venderían por millares. Y fue clarividente: solo dos años después de esa promesa, así fue. Nietzsche les prestó un espejo a sus contemporáneos para mostrar cómo eran y qué problemas tenían. También apuntó soluciones en un contexto de decadencia, como consecuencia de falsas maneras de representar la realidad derivadas de la secularización del cristianismo.

P. En Ecce homo dice que su nombre quedará “asociado a una crisis como no las hemos conocido nunca, a la más profunda colisión de la conciencia”. ¿A qué se refería?

R. No sé si esa crisis ha terminado por llegar. No sé si intuyó las guerras mundiales, como se dice. Vivimos en un mundo muy distinto al que él pudo imaginar, a causa del desarrollo del capitalismo y de una descristianización enorme. De hecho, Nietzsche no enuncia la muerte de Dios, que era una idea que ya estaba muy extendida en su tiempo. Lo que hace es instarnos a reconfigurar nuestro sistema de valores tras la desaparición de ese Dios.

P. ¿Su pensamiento es de derechas o de izquierdas?

R. En la primera mitad del siglo XX se leyó como si fuera de derechas y en la segunda, de izquierdas. Sin duda, ambas partes se equivocaron, aunque fueron los primeros quienes lo leyeron peor. A los nazis les gustó la idea del superhombre, pero en realidad no habían leído a un hombre profundamente antialemán, opuesto al antisemitismo y a todo nacionalismo. Si lo hubieran hecho, tendrían que haber quemado sus obras. Nietzsche consideraba que el pueblo alemán había privado a la humanidad de sus mayores épocas de esplendor, del Renacimiento italiano al Imperio Napoleónico. Pero fue, eso sí, partidario de una selección basada en la higiene y de una sociedad muy jerárquica.

P. Otros lo han visto como precursor de las revoluciones de los años 60 y 70 del siglo pasado.

R. Eso también me parece excesivo, porque esas revoluciones estaban influidas por el marxismo, cuando Nietzsche no fue un socialista que quisiera abolir las clases sociales. Al contrario, consideraba que eso era un peligro que iba a transformar la humanidad en arena, al retirar las fuerzas que pueden provocar su evolución. Pero subrayó la autonomía del individuo, liberado de estructuras sociales y capaz de pensar por sí mismo, como analizan algunos de sus intérpretes en Francia, con Foucault y Deleuze al frente.

P. “El siglo XX ha sido nietzscheano. El XXI, ya veremos”, escribió Michel Houellebecq en el año 2000. ¿Qué opina?

R. La vigencia de su filosofía la veo en el acompañamiento de esa liberación individual. Nietzsche nos revela quiénes somos y nos incita a desarrollar nuestras calidades y nuestra personalidad, reflexionando con espíritu crítico sobre lo que hemos heredado de nuestro entorno. A través de sus aforismos, propone una moral muy distinta a la del cristianismo, que considera que la vida es un valle de lágrimas. Nietzsche dice, al contrario, que no habrá nada mejor que esto.

P. Cuando observa el actual rebrote de religiosidad en Europa, ¿diría que su diagnóstico era erróneo?

R. Sí, en parte. Pero no se equivocó sobre el hecho de que aún no hemos extraído las consecuencias necesarias de la muerte de Dios, porque no hemos reorganizado la sociedad sobre nuevas bases, que tal vez hubieran impedido el actual ascenso del islamismo. Nietzsche puede servirnos contra ese ascenso. Nos puede servir para reafirmar un pensamiento laico, escéptico, paródico y antirreligioso, y para entender hasta qué punto las sombras de Dios siguen estando presentes en nuestra cultura, pese a que algunas veces ya no las veamos.

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Sobre la firma

Álex Vicente
Es periodista cultural. Forma parte del equipo de Babelia desde 2020.

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