Volé tan alto, tan alto
Ana Diosdado habla sobre el amor a lo divino y el pasional
Nunca compartas piso con tu casero. Cuando Teresa de Jesús, fundadora de la orden carmelitana descalza, tuvo noticia de que la princesa de Éboli quería tomar los hábitos en el convento que su marido había sufragado, dio su casa por deshecha: los rifirrafes fueron continuos, hasta que Isabel de Santo Domingo, madre superiora, se trasladó con monjas y novicias al nuevo convento Carmelo, en Segovia.
EL CIELO QUE ME TIENES PROMETIDO
Autora y directora: Ana Diosdado. Intérpretes: María José Goyanes, Irene Arcos, Elisa Mouliaá. Luz: Rafael Echeverz. Escenografía y vestuario: Alfonso Barajas. Madrid. Teatro María Guerrero, hasta el 18 de septiembre.
A partir de este episodio, Ana Diosdado teje un expresivo ensayo en el que contrapone el amor que la santa profesa a lo divino, con el amor pasional, encarnado por la noble Ana de Mendoza, para concluir que todas las formas de amar son ramas del mismo tronco. El texto está escrito en muy buen castellano, arcaizante pero sin amaneramientos: no hay un desnivel evidente entre este y los poemas de Juan de la Cruz (expresivamente grabados por Emilio Gutiérrez Caba).
La puesta en escena de la propia autora, limpia y bañada por una luz prístina de Rafael Echeverz, pivota en torno a una polifonía interpretativa bien orquestada. María José Goyanes hace transparentes los soliloquios a lo divino de Teresa, su exégesis de la poesía de fray Juan y sus cara a cara picados con Mariana, la novicia, y con la princesa. Elisa Mouliaá esta graciosísima en su papel de criadita zangolotina, de expresión atropellada, a quien la princesa obliga a profesar, e Irene Arcos es una Éboli de 29 años, en plenitud de belleza, firme en su determinación y acostumbrada a vérselas con personas de mayor edad y experiencia.
Babelia
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