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CRÍTICA | SPARROWS
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Santidad ‘in extremis’

Cuando uno se sumerge en el segundo largometraje del islandés Rúnar Rúnarsson, Concha de Oro San Sebastián, resulta inevitable preguntarse qué le vio a esta película el jurado

SPARROWS

Dirección: Rúnar Rúnarsson.

Intérpretes: Atli Oskar Fjalarsson, Ingvar Eggert Sigurosson, Kristbjorg Kjeld.

Género: drama.

Islandia, 2015

Duración: 99 minutos.

Cuando uno se sumerge en Sparrows, segundo largometraje del islandés Rúnar Rúnarsson y Concha de Oro en la pasada edición del festival de San Sebastián, resulta inevitable preguntarse qué le vio a esta película, en buena parte rutinaria, el jurado formado por Paprika Steen, Nandita Daas, Daniel Monzón, Hernán Musaluppi, Julie Salvador, Uberto Pasolini y Luciano Tovoli para distinguirla por encima de los trabajos mucho más llamativos de, por ejemplo, Hosoda, Davies, Wheatley, Veiroj, Recha, Altuna, Gay, Villaronga, Lafosse o Hadzihalilovic. ¿Un premio de consenso tras una deliberación tensa e irresoluble? Posiblemente, aunque la película de Rúnarsson, in extremis, en sus últimos minutos, llegue a alcanzar una inesperada hondura que, no obstante, no logra redimir un conjunto que avanza, sin especial donaire, por territorios narrativos demasiado transitados.

En Sparrows, Ari, un joven cantante de coro, se ve en la contingencia de regresar a su remoto pueblo de infancia para vivir en compañía de un padre tan hostil como el propio territorio. Una vez allí, viejos amores platónicos habrán mudado en fruta prohibida y cada jornada será una pequeña variación en la rutina de humillaciones que irá subrayando el insalvable aislamiento del personaje. Rúnarsson retrata el viacrucis de Ari con una marcada predilección por los extremos planes generales, oprimidos por una naturaleza indiferente y a menudo regidos por una gélida simetría, que encontrarán su justo contrapunto en los sostenidos primeros planos que, por lo general, anticipan un tránsito traumático para el personaje: la despedida de la madre, mantenida fuera de campo, al principio de la película, y esa decisión moral, casi una toma de postura por el sacrificio (o la santidad), que precede al desenlace y supone ese golpe de timón narrativo que salva a la muy discutible Sparrows de ser idéntica a tantas otras flores menores del circuito de festivales.

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