Los niños en Jauja
Todos hemos oído la historia del niño del tercer mundo que, al llegar a una sociedad industrializada, se sorprende de que el dinero brote de las paredes de las calles y de que los tomates florezcan en los supermercados, creyendo haber llegado al reino de Jauja. Pero alguien tiene que explicarle que, aunque despabilados por las revoluciones tecnológicas, sigue habiendo agricultores laboriosos, trabajadores asalariados y transportistas esforzados, y que por eso los cajeros automáticos tienen billetes y los supermercados tomates. Hoy, nosotros —que hemos conocido épocas en las que conseguir un libro exigía largas peregrinaciones— somos ese niño maravillado que se regocija porque el libro que desea pueda estar en su casa en 10 minutos, como por arte de magia. Aunque los progresos informáticos y la globalización obliguen a despabilar a maestros, bibliotecarios, impresores, escritores, libreros, distribuidores, editores y críticos, esos objetos que llamamos “libros” son hijos de todas esas estructuras de mediación que parecen haberse vuelto invisibles, que no crecen en la Amazonia ni salen de la chistera de un mago de los negocios.
Si nadie nos explica esto, podría llegar el día en que, aunque podamos tener inmediatamente cualquier libro, ya no sepamos —precisamente por falta de mediaciones— qué libro es el que queremos. Y entonces, no lo duden, los magos de los negocios fabricarán nuestro deseo de leer y lo colmarán con productos que se parecerán a los libros como un tarro de kétchup a un tomate de verdad. Y ya sabemos los estragos que este tipo de nutrición produce a largo plazo.
José Luis Pardo es filósofo y ensayista.
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