El miedo al auténtico amor
La directora francesa Catherine Corsini retrata en 'Un amor de verano' las dificultades de una pareja lésbica a inicios de la década de los setenta
En la década de los setenta, la hedonista, la que siguió al estallido de Mayo de 1968, casi todo parecía posible. Casi, porque algunas relaciones aún seguían siendo solo para la clandestinidad, incluso en países tan avanzados como Francia. La francesa Catherine Corsini (Dreux, 1956), directora de títulos como Partir -con Kristin Scott Thomas y Sergi López-, La nueva Eva o Les amoureux, ha salpimentado su cine con personajes homosexuales en un ejercicio de militancia artística en el que desde luego ha encontrado el favor del público. En esa línea de cine sincero, sin pelos en la lengua, estrena el próximo viernes 1 de julio Un amor de verano, la relación entre una profesora de español y militante feminista (que encarna Cécile de France) y la hija de unos granjeros (la cantante Izïa Higelin), recién llegada a París a inicios de los setenta a estudiar. Si el amor es complejo, una relación entre dos chicas de muy distinta clase y condición hace cuarenta años debe de luchar contra imponderables y cortapìsas terribles, que Corsini sabe mostrar sin acentuar en pantalla.
Corsini apunta a la importancia de la época. "Quería mostrar un tiempo de felicidad, en el todo parecía posible, efectivamente. Que rebosaba energía, años en los que se juntaron un ansia de libertad con la sensación de ser responsables de un cambio. Hoy vivimos lo opuesto, siento que se apodera de nosotros la oscuridad. Tenemos que volver a la utopía, no podemos vivir sin utopías ni amor". Al final de esta relación, probablemente al espectador le dará igual que sea una pareja lésbica en vez de heterosexual, porque también se habla de otras trabas: las diferencias entre campo y ciudad, de distintos niveles económicos, sociales... "No quería hacer una película activista, solo quería llegar a la gente y que se sintieran relacionados con los espectadores y emocionados con lo que les pasa. Pero necesito el género de ese amor, porque así entendemos el bloqueo que sufran. He buscado un tono de melodrama por encima de las tendencias sexuales".
La cineasta es una experta en el amor en la pantalla. "Porque es un motor de la vida. En esta película me apetecía retratar los momentos de felicidad, cómo el amor hace crecer a la gente y cómo influye en las decisiones que tomamos: nos hace más cobarde o más valientes, nos marca incluso en nuestra posición política con el mundo". Es decir, ¿hay una falta de amor hoy en día? "Depende del momento. Tras los ataques terroristas en París sí sentí que la gente quería remarcar que todavía hay cosas bellas e importantes. Pero vivimos un tiempo en que, más que de falta de amor hablaría de falta de confianza. Triunfa la sospecha, la falta de curiosidad. Y me niego a vivir sometida por el miedo que crece en Europa cada día. Espero darle al público esperanza y valentía con esta película, porque aún queda mucho por hacer en nuestra sociedad para igualar los derechos de todos los seres humanos".
Hablando de falta de confianza, el rodaje de Un amor de verano no fue precisamente fácil. Y no por culpa de la estrella, Cécile de France, sino por los miedos de la cantante e incipiente actriz Izïa Higelin. "Cécile estuvo desde el inicio del proyecto gracias al guion. Es una actriz muy precisa e intensa. Solo puedo hablar de su generosidad, de su pasión para los directores como una modelo para un pintor. Izïa fue otra historia. Se enfadaba fácilmente, era ciclotímica, no confiaba ni en su talento interpretativo ni en su cuerpo, y odiaba las secuencias de amor. Muchas han sido filmadas después de que yo le implorara su esfuerzo". Corsini no puede contener un gesto de enfado mientras habla de esa relación, pero vuelve a relajarse para acabar la entrevista hablando de la importancia de las mujeres en la sociedad mostrada en pantalla y de las contradiciones que encierran, como la madre campesina, una luchadora a pesar de su marido pero de la vieja escuela en cuanto a relaciones amorosas. "Investigué mucho en la vida agrícola de la época, y cómo era para las mujeres. Y aunque ellas trabajaran como el que más, no eran más que esposas del granjero. Él decidía, él manejaba el dinero, ellas no tenían ni Seguridad Social, la emancipación no llegó hasta años después. No podían ni tener chequera propia, de ahí el guiño del cheque en la película. No podemos pedir más a aquellas mujeres que ya lucharon lo suyo".
Babelia
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