Cine mexicano para comprender la paternidad

Del arquetipo al estereotipo, a lo largo de la historia del cine mexicano la figura del padre ha sido abordada desde diferentes ópticas y matices. Los hay entrañables, ausentes, autoritarios, violentos hasta sicóticos, siempre con base en los géneros y narrativas que permiten desentrañar la multiplicidad de rostros con la que se puede construir este personaje y que al paso del tiempo ha logrado permanecer en el imaginario colectivo.

La presencia de Fernando Soler como el padre implacable; Joaquín Pardavé como el hombre de familia bonachón o Pedro Infante como el papá ejemplar que sufre los avatares que el destino le tiene deparado a sus hijos son solo algunos ejemplos de los actores que han encarnado en la cinematografía mexicana algunos ejemplos de ser padre.

A propósito de la celebración del Día del Padre en México, FilminLatino, la plataforma del cine en el mundo, sugiere cinco títulos de su catálogo en donde se explora la figura paterna desde una perspectiva contemporánea, con temáticas y contextos diferentes, donde su presencia física o ausente son determinantes en el relato de cada historia. También ofrece un clásico de los años 70 con un abanico de posibilidades donde tiene cabida el drama, el suspenso, melodrama o la comedia.

Se trata de películas como El Violín, una gran apuesta en blanco y negro en donde se cuenta la vida de un músico campesino, que junto a su hijo es parte de un movimiento guerrillero. Nos vemos papá es una propuesta conmovedora, pero al mismo tiempo devastadora que plantea cómo una hija tiene que aprender a sobreponerse al duelo ante la pérdida de su progenitor.

En Después de Lucía el espectador se enfrenta a una historia sobre el bullying que Alejandra vive en la escuela. Una joven que recién llega a la capital del país, junto con su papá, para comenzar una nueva vida luego de la muerte la madre. Este padre tendrá que salir de su ensimismamiento para empoderar a su hija y de paso cobrar venganza de propia mano.

El castillo de la pureza, de Arturo Ripstein, es un claro ejemplo del padre sicótico que ve a la sociedad como una amenaza para su familia por lo que decide tenerla cautiva en su propia casa. En No se aceptan devoluciones se combina el drama con el humor con la historia de un hombre que aprende el significado de la paternidad de una forma singular y la convivencia con su hija lo transformará.

El violín, de Francisco Vargas (México, 2005)

Don Plutarco y su hijo Genaro viven una doble vida: son músicos campesinos y al mismo tiempo son parte de un movimiento guerrillero que planea levantarse contra el gobierno. Cuando el ejército ataca sorpresivamente su comunidad, Don Plutarco logra escapar al monte con las mujeres y los niños, pero las municiones se han quedado en el pueblo, sitiado por los militares. Don Plutarco decide llevar a cabo su propio plan para ayudar a los alzados. Cruza el cerco militar, es atrapado y su inseparable violín le es arrebatado. Para recuperar su más preciado tesoro, el viejo entabla una relación con el capitán de la tropa. Poco a poco ambos descubren que tienen algo en común: el amor por la música.

Nos vemos papá, de Lucía Carreras (México, 2011)

 Pilar vive sola con su padre, quien un día al regresar del trabajo lo encuentra muerto. A partir de ese momento su realidad y los recuerdos se mezclan de manera estremecedora. Enajenada por el dolor, su vida se debatirá en la encrucijada entre la realidad y el deseo.

Después de Lucía, de Michel Franco (México, 2013)

Alejandra y su padre Roberto se mudan de Veracruz a la Ciudad de México buscando nuevos aires tras la muerte de Lucía, la madre de Alejandra. La joven se ve en la necesidad de entrar a un nuevo colegio, donde enfrenta un serio reto que la dividirá entre la vida y la muerte.

No se aceptan devoluciones, de Eugenio Derbez (México, 2013)

Valentín se entera de que es padre y ahora debe hacerse cargo de la pequeña Maggie. Él, intentará regresar a la pequeña con su madre, pero el camino hará que sus sentimientos hacia la niña se transformen. La cinta se ha convertido en la más vista en la historia del cine mexicano.

El castillo de la pureza, Arturo Ripstein (México, 1972)

Convencido de que el mundo exterior es dañino para su familia, Gabriel Lima ha mantenido encerrados a su esposa e hijos durante 18 años. Los días pasan, mientras la familia vive su cautiverio fabricando un raticida en polvo que Gabriel sale a vender a las tiendas del barrio. El frágil equilibrio emocional de la familia Lima se rompe el día en que Gabriel se da cuenta de que sus hijos están despertando a la adolescencia y a su sexualidad.