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“No fui especialmente feliz en mi infancia. Vivía en un mundo sombrío”

El escritor chileno Jorge Edwards responde al carrusel de preguntas de este diario

Jorge Edwards en Madrid.
Jorge Edwards en Madrid.Álvaro García

Jorge Edwards (Santiago de Chile, 1931) destila energía a raudales. Con una trayectoria a sus espaldas que pasa por la Cuba de Castro, el Chile de Pinochet y el “represivo” colegio de jesuitas donde estudió, cree que aún no ha salido de El patio, su primer libro. Precisamente ahora que ha publicado su 12ª novela, La última hermana (Acantilado).

“Nunca he salido de ese patio, pero he mirado aspectos que no había visto antes”, dice. Su periodo como diplomático le sirvió para vivir Cuba. “Escribí Persona non grata sobre mi experiencia cubana porque era chileno. Si hubiera sido argentino o venezolano, hubiera hecho turismo revolucionario como se hacía entonces. Pensé: ‘Si se aplica en Chile de la misma manera, yo seré uno de los primeros exilados”, reflexiona. Y así le sucedió en 1973 tras el golpe de Estado de Pinochet. Cuando vuelve a Chile, poco queda de su ciudad natal, según sus palabras: “El Santiago de ahora tiene pocos nexos con el de mi juventud y en la cultura, el amor a los libros, es claramente un Chile desaparecido”.

¿Cuál es el último libro que le hizo reír a carcajadas?

Me gustan aquellos con buena literatura y con humor. He encontrado humor hasta en Joseph Conrad, en Nostromo o en El negro del narciso.

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¿Quién sería su lector perfecto?

Aquel vocacional, el que ama los libros y no puede vivir sin ellos cualquiera que sea su situación en el mundo.

¿Qué libros están normalmente es su mesa de dormir?

Hasta hace poco, el de Carlos Franz (Si te vieras con mis ojos). Una biografía de Shakespeare traducida al español, de Stephen Greenblatt (El espejo de un hombre) y Tocar los libros, de Jesús Marchamalo.

¿Qué libro le cambió la vida?

Me cambió la vida la literatura. Los libros de métrica literaria me llevaron a buscar los autores.

¿Qué personaje literario se asemeja a usted?

Puede estar en algún libro del final de Flaubert, alguno de esos escribientes, o en personajes de Balzac o Proust.

¿Qué cambiaría de los últimos 30 años de América Latina?

Han ocurrido cosas horribles, siniestras. Quisiera que ahora recupere la democracia, las libertades y que tenga un desarrollo razonable y democrático.

¿Qué música le ayuda a escribir?

Ninguna. Soy un enamorado de la música y escucharla es como leer, por eso escribo en un total silencio.

¿Qué significa ser escritor?

Es más una vocación que una profesión. Cuando uno se mete tiene que ser profesional, pero lo que lo mantiene es el amor a los libros y a la escritura.

¿Qué libro regalaría a un niño para introducirlo en la literatura?

Algo como La isla del tesoro o Emilio Salgari, que yo leí de chico y me entusiasmaron.

¿Cuál es su lugar favorito en el mundo?

Una pequeña caleta al norte de Valparaíso.

¿Con quién le gustaría sentarse en una fiesta?

Con alguna mujer muy guapa y muy inteligente.

¿Cuándo fue la última vez que lloró?

Hace tiempo, me he puesto duro para eso.

Portada del último libro de Jorge Edwards, 'La última hermana'.
Portada del último libro de Jorge Edwards, 'La última hermana'.

¿Adónde vuelve cuando sufre?

Vuelvo al silencio, a la reflexión. A veces, a escuchar música, soy muy melómano.

¿Cuál es el mejor consejo que le dio alguno de sus padres?

Que fuera abogado en la semana y que escribiera los fines de semana. Yo lo detesté.

¿Cuándo fue más feliz?

No fui especialmente feliz en mi infancia porque viví en un mundo sombrío, en casas viejas y con mucha gente, con muchas normas. Luego fui a un colegio de jesuitas represivo. Fui bastante feliz con mis primeros amores de juventud a los 20. Sobre todo cuando ocurrían en la costa del centro de Chile, entre Valparaíso y Zapallar. La felicidad es muy efímera, se escapa con facilidad.

¿Qué quería ser de pequeño?

Soñaba con ser marino y ya más mayor con ser escritor. Después pensé que ser diplomático y escritor podía ayudar, porque servía para salir de Chile y pensaba que los diplomáticos tenían mucho tiempo para escribir.

Si pudiera tener un superpoder….

El único poder al que puedo aspirar es que mis reflexiones sean escuchadas, no seguidas.

¿Qué le diría a su presidenta, Michelle Bachelet?

Que trate de gobernar lo mejor posible hasta el final de su período, que le queda poco.

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