Muere Manolo Tena, la voz carrasposa de la movida
El músico, que perteneció a Cucharada y Alarma!!! y autor de canciones como ‘Sangre española’, fallece a los 64 años
Con su estilo carrasposo y chulesco, pocas voces han sido tan reconocibles en el pop español como la de Manolo Tena, muerto hoy en Madrid a la edad de 64 años por un cáncer en el hospital Gregorio Marañón, informa la SGAE. Emblema de la movida madrileña por su pertenencia a grupos como Cucharada y Alarma!!!, pero también por su carrera en solitario, su voz estaba detrás de canciones como Quiero bailar rock & roll, Frío, Preparado para el rock & roll y, sobre todo, Sangre española y Tocar madera, composiciones con las que alcanzaría su mayor éxito, ya en solitario, en los primeros noventa, cuando la fiesta de la movida se desintegraba a ritmo vertiginoso.
La capilla ardiente se instalará mañana, martes, desde el mediodía hasta las 21.00 en la sede de la SGAE, de cuya junta directiva era miembro Manolo Tena, han informado a Efe fuentes de esa entidad. Su último concierto fue el 19 de marzo, en el auditorio Alfredo Kraus de Las Palmas de Gran Canaria, donde cantó los temas de su nuevo disco, Casualidades.
Nacido en Badajoz, aunque criado en el madrileño barrio de Lavapiés, Manolo Tena se metió en la música fascinado por el rock y el blues, con especial predilección por John Mayall. En la agonía del franquismo formó su primer grupo en 1977. Su nombre: Cucharada. Fue una suerte su colaboración con Lacochu (Laboratorio Colectivo Chueca). A partir de esta relación, la banda consiguió, en 1978, colarse en el disco generacional Rock del Manzanares (Viva el Rollo v.2), editado por el sello Chapa de Mariskal Romero. Cucharada pasó a ser una de las formaciones más simbólicas de lo que más tarde se conoció como rock urbano, etiqueta que no siempre gustó a sus protagonistas.
Como Burning, Leño o Asfalto, grupos de la capital alumbrados en los sinsabores de la ciudad y la vida barrial de una incipiente democracia, Cucharada nació con mucha actitud rock: protagonismo de las guitarras eléctricas, una buena dosis de teatralidad en sus directos y letras irreverentes para una sociedad que todavía vivía bajo la ley de vagos y maleantes, a la que criticaron en Social peligrosidad, composición que estuvo en el legendario recopilatorio de Chapa y les traería problemas en sus comienzos. No fue su única denuncia. También cargaban contra el consumismo, la hipocresía social o el poder de Estados Unidos.
Sin embargo, Tena mostraría su mejor perfil en Alarma!!!, el grupo que puso en marcha en 1981. Con un sonido cercano a The Police, siendo demasiado rockeros para el pop de la movida y demasiados blandos para el rock urbano, Alarma!!! se movió en tierra de nadie en plena gloria de la movida madrileña, aunque dejó ver la capacidad compositiva de Tena, un interesante creador de viñetas sentimentales y contador de historias de perdedores románticos. Aunque admirada por coetáneos como Los Secretos, y aun habiendo envejecido bien en la nostalgia de aquella época, a la banda siempre le faltó el carisma de Loquillo y los Trogloditas o una afinación pop más certera como la de Nacha Pop o Radio Futura.
Con todo, Alarma!!! sirvió también para anticipar el verdadero molde de Manolo Tena, que alcanzaría más éxito tirando por su cuenta. Como cantaba en la emotiva Frío, aquel cantante de chupa y patillas era “un extraño en el paraíso, un juguete de la desilusión”. Ávido lector de poesía, el músico introdujo más que antes en sus canciones el aroma de superviviente maldito, que, a fin de cuentas, ilustraba su propia figura existencial de adicto a las drogas con pronunciados descensos a los infiernos.
El golpe de gracia lo daría con Sangre española en 1992, donde, con el uso de vientos, supo insuflar un atractivo optimismo a su cancionero. Temas como Sangre española y Tocar madera sonaban a todas horas y en cualquier emisora. Parecían himnos de la España de la Expo 92, aparte de convertirse en auténticos clásicos de karaoke. Aunque conviene señalar que no era todo oro lo que relucía y tanto éxito convivía con sonrojantes préstamos artísticos, como el que hacía con All That Heaven Will Allow, del disco Tunnel of Love, de Bruce Springsteen en su tatareada Qué te pasa, la de “la moto estropeada”. Con todo, se erigió como un referente del rock castizo con un estilo que se hacía cercano.
Pero, como en aquella isla de la Cartuja abandonada a su suerte tras el fulgurante fervor de la Expo 92, su carrera nunca volvería a ser igual. Tena, que entraría en la junta directiva de la SGAE, siendo uno de los músicos protegidos por la polémica entidad, cayó sorprendentemente, arrastrando sus problemas con las drogas. Cierto que no dejó de trabajar con gente como Miguel Ríos, Ana Belén, Luz Casal, Los Secretos, Rosario Flores, Siniestro total o Ricky Martin, pero tardaba años en sacar material nuevo y cada disco que salía era más intrascendente que el anterior.
Solo en el último año, tras siete de silencio discográfico, pareció recobrar el pulso con un álbum y un documental sobre su figura. Fue una vuelta alentada por su hermano Rafa y que vino acompañada por su presencia en el programa televisivo A mí manera, todo un vacuo ejercicio de nostalgia compartido con Marta Sánchez, Sole Giménez, Mikel Erentxun, Antonio Carmona o Nacho García Vega. En ese espacio de homenajes, se veía a un Tena superviviente de su propia historia de éxito y fracaso. En el fondo lo era. Tena era todo un superviviente de esa generación de chicos malditos de la movida, ejemplificada en Antonio Vega, Enrique Urquijo, Pepe Risi, Carlos Berlanga o Antonio Flores, que cruzaron más de la cuenta el límite de los excesos.
Lo era hasta hoy, aunque todavía resuene su característica y compañera voz carrasposa, desnuda bajo las lluvias.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.