Los Oscar de Trump
Por segundo año consecutivo, hay protestas por la falta de actores negros o latinos en los premios. Pero ¿es Hollywood racista?
Previsiblemente, y pese a que será presentada por un negro, la 88.ª ceremonia de los Oscar que se celebrará el 28 de febrero en Los Ángeles, será por accidente un acto que hará las delicias del precandidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. Por segundo año consecutivo, las estrellas de la gala, los 20 nominados en las principales categorías interpretativas, son blancos, estadounidenses o descendientes de europeos, pero blancos como la leche, algo que también ocurrió en 1994.
Las minorías quedan reducidas al papel de comparsas graciosas, secundarios o mero relleno. Sorprende en un país con un 17% de población hispana y un 12%, negra, y en año de elecciones presidenciales, en el que además llueve sobre mojado por los continuos episodios de discriminación racial y brutalidad policial insólitos desde la década de los sesenta, pero llama la atención también por una Academia que presume de progresismo y que el año pasado se enfrentó a duras críticas por el mismo motivo y a un fervoroso alegato de Alejandro González Iñárritu contra Trump, precisamente. Esta querencia por el error ha desatado este año un boicot de actores y directores negros como Will Smith, su mujer Jada Pinkett Smith, Spike Lee y otros contra la gala —a la que ya han anunciado que no asistirán—, la censura de estrellas como George Clooney o Dustin Hoffmann y la vuelta del hashtag #Oscarsowhite (Oscar tan blancos) por el que se llama a los espectadores negros a no seguir la retransmisión por televisión.
La directora de la Academia, Cheryl Boone Isaacs, afroamericana por más señas, ha dicho que intentarán evitar la exclusión racial en un comunicado, pero no se trata solo de la comunidad negra. La cosa no mejora si nos fijamos en el resto de los apartados importantes: solo hay cuatro iberoamericanos (González Iñárritu a Mejor Dirección que, de ser galardonado, se convertiría en el tercer director en llevarse la estatuilla de forma consecutiva, después de John Ford y Joseph L. Mankiewicz, su director de fotografía de cabecera, el también mexicano Emmanuel Lubezki, el español Paco Delgado en la categoría de Mejor Vestuario y el brasileño Alê Abreu en la categoría de Mejor Película de Animación). "Hollywood es como las montañas Rocosas. Cuanto más alto subes, más blanco es todo", ha dicho Al Sharpton, una de las voces más influyentes en la defensa de los derechos de la comunidad afroamericana de Estados Unidos, que acaba de celebrar el aniversario de la muerte de Martin Luther King. Solo un tercio de los papeles de los filmes más taquilleros de 2013 estaban reservados a las minorías que, sin embargo, representan el 51% de la audiencia, según un estudio de la Universidad del Sur de California, citado por la BBC, y solo un 4,9% a los latinos que encarnan a jardineros, chóferes o asistentas.
¿Pero de verdad es Hollywood racista? ¿No le dieron una vez un Oscar a Hattie Mc Daniel por Lo que el viento se llevó, a Halle Berry, a Sidney Poitier, a Whoopi Goldberg, a Cuba Gooding Jr, a Denzel Washinton o a Lupita Nyong’o, negra y latina? ¿No tiene incluso un Oscar honorario Spike Lee? ¿No es eso también espectáculo y del bueno?
A diferencia de Disney (ellos sí que saben), consciente de una audiencia global y que ha elegido como sucesores de Luke Skywalker y Han Solo a un negro y un hispano (aunque Oscar Isaac, guatemalteco, tuvo que cambiarse el nombre para poder triunfar), quizá el problema está en la propia Academia, además de en la industria. Si pensamos que el 94% de sus 6.300 miembros con derecho a voto son blancos y de ellos el 77% son hombres, con una edad media de 62 años, y sólo hay un 2% de negros y un porcentaje inferior de hispanos, es decir, la casta, ¿qué se puede esperar que elijan? Si pensamos que entre los grandes ejecutivos de los estudios se reproduce el mismo patrón, que no hay casi mujeres y que tienden a apostar por lo que funciona en pantalla, ¿qué películas se producen?
Probablemente, aquellas con las que se sientan identificados como espectadores o que reproduzcan el mundo que conocen como ocurre este año: La gran apuesta (la crisis financiera de 2008); El puente de los espías (la Guerra Fría), Brooklyn (la película británica que no puede faltar, aunque con historia de amor ambientada en Estados Unidos), La habitación (esta vez, toca también película irlandesa), Marte (la aventura espacial estadounidense), Spotligth (investigación del Boston Globe sobre el escándalo de pederastia de los curas católicos, les encantan las películas de periodismo), Mad Max: Furia en la carretera (el regreso del australiano George Miller) y El renacido (el antiwestern que cuenta otra historia de la fundación de Estados Unidos, la favorita, y en la que sí se ven otras razas). En cuanto a las interpretaciones, la prensa especializada asegura que Will Smith debería haber sido nominado por su encarnación de un médico forense real en Concussion´s, pero ¿cómo competir contra el perseguido Dalton Trumbo, interpretado por Bryan Cranston en Trumbo o contra Michael Fassbender metiéndose en la piel de Steve Jobs en Jobs, dos personajes que ha modelado la moderna historiografía estadounidense (blanca)?
Quizá ese conservadurismo, entendido como el gusto por lo conocido y el terror al cambio, explique en gran parte la mediocridad rampante del cine que se está haciendo en Hollywood frente a lo que ocurre en América Latina, por ejemplo. Pero esa es otra historia.
Babelia
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