Juan Villoro, ‘rockstar’ literario
El escritor mexicano se multiplica en los escenarios de la FIL, a la que empezó a acudir en 1988 como joven promesa de las letras
Si la FIL fuera un festival musical, Juan Villoro sería una de las cabezas del cartel. Su figura alargada avanza por los pasillos de la Expo Guadalajara entre una nube de fanáticos que esperan estampe una firma en algún libro o que juegan nerviosamente con un móvil entre las manos para robarle un selfie. Villoro es el rockstar de las letras mexicanas.
-“Me encanta tu colección de camisas tropicales”, le dice a un promotor que acompaña a un par de poetas chilenos que visitan la feria por primera vez.
Villoro asume el papel de guía. “El de Reino Unido ha sido uno de los pabellones más feos que ha tenido la FIL. Tendrían que haber dedicado un espacio a lo que su literatura ha dado a los niños. Uno para Alicia y Harry Potter. Y otro, solo para Shakespeare”, comenta mientras atraviesa la mole de andamios cubiertos de tela roja que montó el país invitado.
Villoro se dirige al plató que un canal de televisión de la Ciudad de México ha improvisado en la feria. Se mueve con soltura por el inmenso centro de exposiciones. Su primera vez fue en 1988, en la segunda edición de la FIL. Acudió como integrante de una mesa de promesas literarias. Desde entonces, su presencia ha sido casi infalible. En 1995, entrevistó a Antonio Gómez, el seudónimo que usó Salman Rushdie antes de aterrizar en Guadalajara. La visita del inglés a México fue gestionada por Carlos Fuentes y se hizo entre estrictas medidas de seguridad por la fetua que pendía sobre su cabeza. “Tenía mucha curiosidad por conocer el lugar que da la denominación de origen al tequila”, recuerda. Rushdie admitió hace algunos días que el destilado ha emborronado aquella visita.
Tras la entrevista, lo detiene Arlene, una adolescente que le extiende El libro salvaje (Fondo de Cultura Económica). Arlene jadea porque corrió a comprar el libro cuando vio al autor.
“¿Te hicieron descuento por la carrera?”, dice Villoro con una sonrisa mientras signa el libro.
Detrás de Arlene, Ángel aguarda su turno. En sus manos está Muerte parcial (Conaculta), la incursión de Villoro en la dramaturgia, una pieza teatral que se llevó a escena en 2007. La diversidad de su obra es lo que lo hace tan popular en la FIL. Villoro creció leyendo a Los contemporáneos, el grupo de intelectuales mexicanos de la primera mitad del siglo XX. En ese grupo, autores como Xavier Villaurrutia, Salvador Novo, Carlos Pellicer y José Gorostiza combinaban sus obsesiones literarias con sus gustos personales. Generaciones posteriores siguieron con esa tradición. Salvador Elizondo escribía de cine, José Agustín de rock y Carlos Monsiváis de todo. “Yo escribo de fútbol porque era el único tema en el que él era neófito”, dice Villoro.
Múltiples actividades
En esta FIL, Villoro tenía planeado presentar una decena de libros. Dos suyos: un relato infantil, La cuchara sabrosa del profesor Zíper (Fondo de Cultura Económica), y otro que hizo junto con el caricaturista Rogelio Naranjo (Funerales preventivos, editorial Almadía). Los otros son de temas variopintos, como un libro de teología escrito por Carlos Mendoza-Álvarez. “Se me hace un exceso, una extravagancia, pero el autor es una de las personas más cultas que conozco”.
Villoro arranca aplausos en todos los escenarios. En la presentación de A quién le importa el futuro, de Juan Ramón de la Fuente, habló de la falta de imaginación política y de optimismo. Trató de conseguir de De la Fuente un compromiso para presentarse en las elecciones presidenciales de 2018. Después de dar un espaldarazo a un académico con aspiraciones políticas, Villoro cambió el chip. Se dirigió a otra sala para presentar One hit wonder, de Joselo Rangel, guitarrista de Café Tacuba, el más importante grupo mexicano de rock. “Nunca imaginé que me pasarías un micrófono sobre el escenario”, bromeó Villoro.
Rangel y Villoro, dos rockstars mexicanos, se quedaron firmando libros. Una señora se acercó a Villoro con Balón dividido (Planeta), un libro de crónicas de fútbol. Aprovechó para pedir consejo al escritor. Su hijo quiere ser futbolista profesional.
-“Que se cuide de los promotores y que estudie”, responde antes de soltarle un par de anécdotas sobre Hugo Sánchez y Luis García. Toma el libro y dice: “Te corrijo un par de erratas porque lo sacamos con premura antes del Mundial”. Va a la página 138 y tacha el nombre de Maxi López. Al borde escribe Maxi Rodríguez.
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