La dignidad como fin y como final
De alguna manera, Aguilar Camín es todo México, con su exageración y límite, su furia de bala y su fiesta de plomo y pomo
Su libro Adiós a los padres lo trajo a España, al mismo país que dejó su abuela para irse a América. Héctor Aguilar Camín duerme en un hotel para millonarios, que es donde se realiza esta entrevista. Muchos años atrás su familia lo había perdido todo y tuvieron que irse del sitio donde nació, Chetumal, que en lengua maya quiere decir 'Donde crecen los árboles rojos'. Árboles que producen la madera que fue el negocio de su padre y que perdió a manos del suyo. Hoy, al jardín del hotel, sobre la madrileña calle Velázquez, llega este autor mexicano minutos más tarde de lo acordado, pero él es el invitado, a quien se trata con lujo y decoro; se le espera, se le sonríe, se le apapacha, que en náhuatl quiere decir: “acariciar con el alma”. Este escritor que es como un árbol, robusto y fuerte, para desperezarse rechaza un café, prefiere un whisky con hielos. La noche anterior se acostó tarde, y la noche de antes de ayer también. Noches de trueque para la amistad y quizá, por qué no, para los negocios, o para la ayuda o para contrastar, que es lo que ocurre cuando alguien viaja y compara.
Mientras no haya una legalización de todas las drogas y una venta regulada de ellas, no habrá una disminución real de la capacidad de corromper, de armarse y de ejercer la violencia
Héctor Aguilar Camín ha escrito a partir de su recuerdo. Y yo pregunto a partir del mío, nebuloso y torcido. Cuando vivía en México, hace veinte años, la imagen de este escritor era la de un hombre con prestigio, un intelectual, periodista e historiador. Pero, también, y sobre todo, una figura a la que se le achacó, se le tildó, se le acusó y se le reprochó ser el intelectual del régimen, el ideólogo de Carlos Salinas de Gortari, presidente de México entre 1988 y 1994. En México cuando hay algo que no se explica se dice que está detrás Salinas. Por todo lo anterior, de alguna manera, Aguilar Camín es todo México, con su exageración y límite, su potencia y contradicción, su furia de bala y su fiesta de plomo y pomo. Defiende su opinión con tal pasión que desborda la ecuanimidad. Es fuego, también, como México, o como Cuba, donde nació su madre.
Este hombre se hizo escritor oyéndola a ella y a su tía. Al morir su madre se fue la magia. Al morir su tía se quedó sin su tribunal literario. Tenía trece años cuando su padre lo abandonó. Y tras cuarenta años de ausencia se encontró con él.
¿Qué le debe a sus padres y ellos a usted?
A mis padres les debo la vida y que me hayan dejado como herencia ésta maravillosa, triste, trágica y humana historia que fue su vida. Y yo creo que ellos no me deben nada. He recibido mucho más de lo que yo les he dado. Estoy en paz.
¿A qué no correspondieron?
Yo no recuerdo de mis padres ninguna actitud opresiva ni autoritaria. Mi padre se fue de la casa y tuve de él una sombra melancólica que era la sombra de su ausencia, que era muy oscura y me hizo durante mucho tiempo una persona irascible e insegura.
¿Por qué después de casi cuarenta años acepta ver a su padre? ¿Por amor?
No. Por curiosidad, porque llevaba mucho tiempo preguntándome en dónde podría estar. Pero me había sido imposible encontrarlo. Cuando reapareció pensé que podía por fin ajustar cuentas por su ausencia. Pero esa pretensión se desvaneció en el momento mismo que lo vi, porque lo encontré tan disminuido, tan inerme, que hubiera sido de muy mala entraña tratar de echarle encima el viejo pendiente que teníamos. Además cuando encuentro a mi padre yo ya tenía cincuenta y cuatro años, las cosas que había que resolver ya estaban resueltas, y las que no, ya no se podían resolver.
¿Qué es para usted la pérdida y cómo la afronta?
Yo coincidí plenamente y coincido con el proyecto modernizador de Salinas, que implicaba abrir la economía del país, salir de las instituciones caducas de la Revolución Mexicana
La pérdida tiene un lado real y uno imaginario. La perdida que yo resentí en mi familia fue triple: la perdida del pueblo donde vivíamos, la perdida de la seguridad económica que vino con la pérdida del negocio de mi padre, y después la propia pérdida de mi padre que se fue. La perdida la vivo ahora como una cosa que está en el pasado y cuya virtud está ahora en que me ha dado una gran historia, me ha dado el tiempo para ser el escritor que quise ser.
Héctor Aguilar Camín vino a España para presentar un libro del que ya ha dicho todo. Han aparecido reseñas, críticas, entrevistas; ha hablado de él, lo ha contado. Por ello, hay que hacer un cambio de tercio. Este señor es más que él último libro que ha publicado. En mi recuerdo está ese hombre poderoso que aparece en la televisión, que se lo invita a dar conferencias, que es director de la revista Nexos, que fundó la editorial Cal y Arena y participa de todo mitote, muchas veces con él como protagonista. Y hay esa sombra como recuerdo. Por ello la pregunta inevitable:
¿Por qué se le relaciona como el intelectual de Salinas de Gortari?
Esa es una de las consecuencias de tomar partido en la vida pública de México. Yo coincidí plenamente y coincido con el proyecto modernizador de Salinas, que implicaba abrir la economía del país, salir de las instituciones caducas de la Revolución Mexicana, del nacionalismo revolucionario que tiene esta carga también melancólica y fantasiosa de todo nacionalismo; esa fue mi convicción y fue mi proyecto, y lo publiqué en un libro antes de que Salinas entrara a la presidencia, el libro se llama Después del milagro. Es un proyecto que no coincide con lo que en México llamamos izquierda, y que terminó siendo identificado con las equivocaciones graves, en particular fiscales y financieras del gobierno de Salinas, que heredó a lo largo de 1994 una crisis mayor que se llevó todo su legado modernizador, que quedó aplazado en el país durante los siguientes años, hasta que ahora, en esta nueva fase, lo retomó el gobierno actual de México e hizo todas las reformas que quedaron pendientes del gobierno salinista.
¿Esto es un apoyo explicito al presidente Peña Nieto?
A las reformas del presidente Peña Nieto.
¿A usted le llaman los presidentes para pedirle consejo?
No he recibido una llamada de un presidente en muchísimos años. He tenido una relación más o menos cercana con Salinas, que me hablaba por teléfono para anunciarme que iba a tomar decisiones que ya había tomado. Esta idea de que los intelectuales influyen sobre los presidentes es una fantasía pública. Los presidentes pueden usar a los intelectuales, a los medios, a sus amigos o a los expertos, pero en lo fundamental los presidentes tienen mucha más información, toman sus decisiones sobre la base de lo que les dicen sus colaboradores.
Esta idea de que los intelectuales influyen sobre los presidentes es una fantasía pública
¿Cómo explica la violencia en México?
Lo que produce el crimen organizado en México son las altas rentas del narcotráfico. Mientras no haya una legalización de todas las drogas y una venta regulada de ellas, no habrá una disminución real de la capacidad de corromper, de armarse y de ejercer la violencia. Hay una realidad mediocre, enardecida por una opinión publica que piensa que es la peor época, no es así y sin embargo es así porque eso es lo que la gente piensa.
¿Siempre fue muy optimista?
Dice Felipe González (expresidente del gobierno español) que hay que ser optimista pero hay que tomar nota de la realidad, lo que conduce a uno a ser un optimista escarmentado.
Héctor Aguilar Camín termina de responder con la misma educación que al principio, algo parecido a un filtro, algo muy mexicano, un tono y un rasgo que dice “ahorita”, para no decir no; que dice “como quieras” para evitar decir lo que desea; no es que mienta, es que no dice todo y lo hace como una forma innata de cortesía, a través de una amabilidad que ni acerca ni aleja, insondable naturaleza del ser mexicano.
Babelia
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