A Nora le sobra el Caudillo
Lucía Miranda ambienta en el franquismo una 'Casa de muñecas' entreverada de canciones
¡Con qué facilidad encaja el argumento de Casa de muñecas en la España de finales de los 50! Idealizada por la Sección Femenina, desigual en derechos, la mujer casada tendía a ser alter ego doméstico del hombre. En Nora, 1959, Lucía Miranda hace viajar a los protagonistas de la obra de Ibsen en el tiempo y el espacio sin modificar apenas el original: la ciudadana de a pie de la Noruega anterior a la victoria de las sufragistas y la ama de casa prototipo del franquismo respiraban idéntico aire viciado.
NORA, 1959
Autor: Ibsen. Dramaturgia y dirección: Lucía Miranda. Intérpretes: Laura Santos, Rennier Piñero y Efraín Rodriguez Madrid. Teatro Valle-Inclán, hasta el 22 de noviembre.
Podría la directora haber hecho el trasvase de época sin más apoyos que la ambientación y el vestuario, pero, tal vez porque la función está coproducida por los Laboratorios del Centro Dramático Nacional y de LazonaKubik, la ha guarnido con canciones de época, interpretadas en vivo con gracia; con representaciones de un radioteatro que le sirve a Nora de válvula de descompresión, y con un abanico de recursos paratextuales, todo lo cual hubiera tenido un sentido más claro en un drama de nuevo cuño o en una refundición completa del original. Mantenido este en líneas generales, el despliegue musicográfico y parateatral distrae y crea una expectativa de originalidad insatisfecha.
El reparto navega entre el lenguaje fantástico festivo del mundo imaginario que proveen la radio y demás añadidos, y el realismo de Ibsen, sin que se produzca una síntesis. Ángel Perabá hace de Torvald un hombre que enmascara su debilidad de carácter con una pátina autoritaria, como había muchos en la época. Sugestiva y con potencial de crecimiento (como una flor entreabierta todavía), la Nora de Belén de Santiago. Versátil, la labor musical de Nacho Bilbao, y eficaz el resto del elenco.
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