“Nunca sé si la foto es buena hasta que la revelo, a pesar de los años”
Elliott Erwitt, uno de los fotógrafos más famosos de la agencia Magnum, regresa a Cuba Vuelve medio siglo después de lograr sus célebres retratos de Fidel Castro y Che Guevara
Sentado en una cómoda butaca en un remedo de taberna caribeña abierta en una antigua fábrica de gas de Ámsterdam, Elliott Erwitt, de 87 años, uno de los fotógrafos más famosos de la emblemática agencia Magnum, asegura con picardía que “la mejor imagen siempre es la siguiente”. Aunque la respuesta parece una evasiva para no elegir entre las miles de instantáneas de su veintena de libros, no es eso. Apodado el maestro del momento oportuno, capaz de captar con igual agudeza a una pareja anónima besándose que a Marilyn Monroe, Richard Nixon, Jacqueline Kennedy en el funeral por el asesinato de su esposo o Bob Dylan, admite que “una buena situación mejora las posibilidades de dar con la escena adecuada”. Pero no todo es suerte ni oportunidad. Un cierto grado de incertidumbre parece ser el ingrediente esencial para que la fórmula funcione, porque, según asegura: “Nunca sé si la foto es buena hasta que la revelo, a pesar de los años que llevo en esto”.
En 1964, esa sensación debió perseguirle a menudo en Cuba, cuando acompañó a Che Guevara y a Fidel Castro hasta lograr varios de los retratos más representativos de los protagonistas de la revolución, para la revista Newsweek. El pasado verano, Erwitt regresó a la isla, en pleno cambio, y volvió a encontrarse “con la gente más amable y generosa de espíritu del mundo”. “O por lo menos del Caribe”, añade después con otro guiño, para explicar que su enfoque es el mismo de hace medio siglo. “Si bien los cubanos están de moda, y lo saben, el cambio social será lento”, y él ha intentado captar con su cámara Leica a cuestas la mirada de la población en este momento. Fidel y el Che han desaparecido del encuadre y ya no miran con aplomo al espectador fumando sus cigarros puros. Pero el documental fotográfico en blanco y negro, el estilo que Erwitt domina, devuelve escenas igualmente intensas de cubanos en su quehacer diario. Adultos y niños que le permitían trabajar sin problemas; meterse en sus vidas durante un buen rato. “Algo muy difícil de hacer en la calle en cualquier otro lugar. En eso, La Habana no ha cambiado. Lo que cuenta es el ojo del fotógrafo. Lo que ve. Porque se suele presentar la ciudad cayéndose a pedazos. Con los mismos coches de los años cincuenta, pero ese no es el estímulo, o el tema, como quiera llamarlo, que me atrae. Es más personal. Siempre se trata de la gente”.
Para que esa mirada no se pierda, el fotógrafo se ha unido a la marca de ron Havana Club para crear una beca (havana-fellowship.com) que permita a un joven colega viajar a Cuba y elaborar un documental a su manera. Es decir, mezclándose con los verdaderos protagonistas y desapareciendo casi del escenario, “pero con la impronta del elegido”.
El impulso de Capa
Hijo de emigrados rusos que huyeron de los bolcheviques, Elio Romano Erwitz nació en París en 1928, vivió 10 años en Milán y se trasladó luego con su familia a Estados Unidos. Con su apellido algo retocado y convertido en Erwitt, tal vez para evitar errores, su querencia por la fotografía se remonta a la adolescencia. En 1949, ya veinteañero, conoció a Robert Capa, el legendario fotógrafo y posterior fundador de la agencia Magnum junto con Cartier-Bresson, que le proporcionó algunos contactos. Con el estallido de la guerra de Corea, Erwitt fue alistado y acabó… en una base militar en Francia. Lo de captar el momento excepcional, el gesto, la mirada, no llegó como resultado de años de trabajo. “Las fotos bien hechas, las que te llegan, no necesitan retoques”, señala tantos años después. Y la verdad es que su primer éxito corrobora sus instintos.
En sus horas libres, porque a Francia ya fue como fotógrafo militar, observó a los soldados en los barracones. Cama y aburrimiento es el título de la serie de imágenes que envió a un concurso de la revista Life. Ganó un segundo premio, y cuando se licenció del Ejército, Capa le metió en Magnum convencido de su valía.
Antes de que Fidel y Che Guevara asomaran a su objetivo, sus mejores modelos eran mucho menos conocidos. Para deleite de sus seguidores, ha llenado hasta cuatro libros con instantáneas de perros, y de las piernas y manos de los dueños. Componen una buena porción de su obra y también una de las más celebradas, porque, de verdad, perro y amo forman un dúo imbatible no exento de crítica social. “Cuando una foto es buena, ya está. No necesita nada más. Por eso no me gustan los retoques digitales, por otra parte, complejos en la fotografía documental”, asegura. Listo para regresar a Cuba para una tercera aventura, una edición limitada de siete de las fotos que tomó en verano será vendida para apoyar la dotación de la nueva beca. El primer beneficiario será anunciado la próxima primavera y Erwitt espera que no deje pasar “el instante esencial” porque luego, ni siquiera el mismo paisaje es igual.
El maestro del momento oportuno
Hijo de inmigrantes rusos, Elliott Erwitt (París, 1928) estudió fotografía en Los Ángeles y Nueva York y ganó su primer premio cuando estaba en el ejército.
Robert Capa le contrató para la agencia Magnum en 1953 y su especialidad es “estar en el lugar adecuado en el momento oportuno por casualidad".
Sus retratos de Marilyn Monroe, Richard Nixon, Simone de Beauvoir, Che Guevara o Fidel Castro son legendarios. El rostro de Jacqueline Kennedy, con velo negro, en el funeral de su esposo, es uno de los más reproducidos de la historia.
Sus cuatro libros dedicados a perros de todas las razas son famosos, incluso para los que no recuerdan su nombre.
El pasado verano volvió a Cuba y se reencontró “con la gente más amable y generosa de espíritu del mundo”.
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