David Vann: “Este es el cuento de cómo fui un americano arrogante”
El escritor novela la imposible lucha por recuperar su barco varado en un puerto de México
“Supe que la cabeza de mi amiga estaba a punto de ser aplastada ante mis ojos”. La nueva novela de David Vann (Alaska, EE UU, 1966) comienza con esta escena brutal. Y aun así, el autor define su último trabajo como un “cuento con sentido del humor que refleja mi incredulidad ante lo que sucedió”. Cocodrilo narra la grotesca aventura que Vann vivió al tratar de rescatar su barco varado en un puerto en la frontera de México y Guatemala. El autor comparte páginas con sicarios, narcos, prostitutas y corruptos. Una especie de mito de Sísifo en el que no dejan de ponerle zancadillas al protagonista cuando está a punto de llegar a la solución.
A finales de los noventa, antes del éxito de Tierra, Caribou Island y Goat Mountain, el autor daba clases en la universidad y se sacaba un dinero extra con cursos de escritura creativa a bordo de su embarcación. En una de esas travesías la nave se averió y quedó varada en Puerto Madero, un lugar bajo el control de narcotraficantes. Esas semanas de lucha para tratar de reparar su barco y marcharse de allí le abrieron los ojos a una realidad que él desconocía: la de la pobreza más extrema y la corrupción como forma de vida. “Fue una cura de humildad para un americano arrogante que llega allí creyendo que por su educación y su dinero conseguirá lo que quiera”, admite durante la entrevista, en las oficinas de Penguin Random House de Madrid.
El escritor asegura que se trató de una de las situaciones más horribles que ha experimentado y que incluso llegó a estar al borde de la muerte. Le costó un tiempo darse cuenta de que su vida era más valiosa que cualquier posesión. “Es un libro que en definitiva habla de ricos y pobres”. Esta vivencia le sirve a Vann para reflexionar sobre las relaciones entre su país, que abandonó hace más de una década, y su vecino México. “Estados Unidos se aprovecha de los trabajadores y después les surtimos con armas que luego dan lugar a un gran número de muertes al año. Por suerte también conozco la otra cara, la de la gente amable de carácter dulce”.
Precisamente por esta crítica, Vann está convencido de que la obra no será bien recibida en su país. “Estados Unidos es singularmente incapaz de hacer autocrítica, por eso ninguno de los debates reales se aborda nunca en serio”. El autor no duda en afirmar que por este motivo y algunos otros odia tanto el país que le vio nacer y del que se marchó para instalarse en Nueva Zelanda. “Reelegimos a Bush, y Schwarzenegger fue gobernador de California. Somos capaces de hacer a Trump, ese absoluto idiota, presidente”, sentencia y después predice el fracaso total: “No creo que se pueda hacer nada para salvar Estados Unidos, solo puede ir a peor”.
A pesar de lo traumático de la situación que vivió, Vann prefiere tomárselo, años después eso sí, como una enseñanza de vida. El trauma está superado. En sus anteriores obras exploraba su turbulento pasado familiar que incluye cinco suicidios, entre ellos, el de su padre. Vann se tomó aquellos títulos como un medio para “matar la vergüenza”. En este trabajo, la muerte de su progenitor también está muy presente y el autor reflexiona sobre este suceso en varias ocasiones.
“Este libro lo entiendo como una especie de autocrítica, más que de terapia”, asegura, “porque asumí muchos riesgos y subestimé a los lugareños”, reconoce. Años después, tuvo la oportunidad de volver a ese enclave, en el que no queda ninguno de los personajes que aparecen en el libro: “Todos están muertos, lo que me hizo comprobar lo peligroso de ese sitio y lo estúpido que fui al no darme cuenta”. El escritor se centra en uno de los momentos que narra, en el que se pasea por todo el puerto ofreciendo 200 dólares en busca de ayuda, en un lugar en el que cualquier sicario mata por la mitad de esa cantidad. “No solo me ponía en peligro a mí, sino a todo aquel que se atreviera a ayudarme”.
Tuvo que pasar un lustro para que Vann escribiera la historia y es ahora cuando sale a la venta en español antes que en ningún otro idioma. El autor bromea con el hecho de que no pueda entender su propio trabajo (apenas habla y entiende esta lengua) porque “refleja cómo me sentía yo en esos momentos”.
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