David Vann: "En mi familia todos hemos hundido un barco"
El marino y novelista de Alaska no idealiza la tierra salvaje: "Encuentras soledad"
Hemos quedado para hablar de aventuras y de barcos, de antiguos navíos egipcios y de drakkars vikingos. Pero durante toda la merienda sobre la mesa permanecerá -invisible- la pistola de gran calibre para cazar osos con la que se pegó un tiro su padre.
David Vann es bien conocido en España como novelista, autor de la conmovedora y lacerante Sukkwan Island (Alfabia, 2010), esa historia bastante autobiográfica de un padre al que, para estrechar lazos con su hijo de 13 años, no se le ocurre nada más que llevárselo a un paraje solitario de Alaska a practicar la supervivencia. Es menos sabido que Vann, nacido en la misma Alaska (Adak Island) hace 44 años, es un experimentado navegante que, aparte de participar en la Copa América, ha vivido asombrosas peripecias en el mar, incluido un naufragio y un ataque de piratas cerca de Puerto Madero, Guatemala. En 2009 participó en la extraordinaria singladura del Min of the desert, la copia idéntica de un barco de la flota faraónica egipcia de hace 3.500 años. Y actualmente está involucrado en la construcción de una réplica exacta del navío vikingo de Oseberg, en la que también navegará. Por eso estamos en el Starbucks, merendando. El escritor (y capitán) quería un vino, pero ha tenido que conformarse con un zumo y un yogur con muesli, que devora como si hiciera días que se alimenta solo de liquen extraído del estómago de un caribú muerto (célebre método de supervivencia ártica). Es jovial y simpático, y habla por los codos, aunque sus ojos, de un frío azul agrisado, tipo husky, transmiten una sensación desazonadora, digna de su novela. "El Min fue diseñado en base a los hallazgos arqueológicos de Mersa Gawasis, en el mar Rojo, el único puerto costero conocido del Antiguo Egipto, del que se cree partió la expedición al país de Punt en tiempos de Hatshepsut. Resultó extraño de navegar al principio pero luego, durante los 18 días de viaje, se comportó muy bien, alcanzamos siete nudos". El barco vikingo, "lo probaremos en septiembre, creo que va a presentar dificultades, porque es muy plano para navegar en el mar". Vann apunta que todas esas aventuras, sustentadas en rigurosas investigaciones arqueológicas, tienen una finalidad científica: "Averiguar cómo navegaban los antiguos y la relación entre los barcos del pasado y los de ahora".
El escritor bromea sobre su dimensión marinera. "En mi familia, cada generación ha hundido un barco, mi abuelo, mi padre..., un tío, dos veces. El mío, el Paradiso, lo hundí en medio de una tormenta entre olas de 20 metros". Mientras me explica que su padre pescó un fletán de 150 kilos -"en mi familia eran todos cazadores y pescadores, siempre estaban matando algo"-, le pregunto si ser de Alaska te hace duro. "¡Qué va!, soy frágil, tardé 15 años en superar el suicidio de mi padre". Admite no obstante que en el mar y en el bosque se siente en casa. "Dos veces al año me gusta ir a las montañas: cazo, pesco, ahúmo, despellejo". Pero no idealiza la naturaleza: "La tierra salvaje te hace independiente y resuelto, pero es un lugar severo en el que no encuentras inocencia, sino soledad y desesperación. El último sitio para solucionar tus problemas".
Sobre la mesa sigue la pistola imaginaria. "No, no me importa hablar de cómo se mató mi padre, fue con un calibre 44 Magnum, como el que aparece en Sukkwan Island, empuñó la pistola y...".
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