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UNIVERSOS PARALELOS
Columna
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La oreja de Kerouac

Diego A. Manrique
El escritor Jack Keoruac.
El escritor Jack Keoruac.

Atención: Caja Negra, la editorial argentina, traduce un libro póstumo pero esencial de Jack Kerouac: La filosofía de la generación beat y otros escritos.Título pretencioso aunque, sorpresa, resulta bastante adecuado.

El original, editado en 1973, se llamaba Good Blonde & others. Abría con una maravillosa historia: haciendo dedo, queriendo viajar desde Los Ángeles a San Francisco, es recogido por una hermosa rubia que conduce en traje de baño. Empujados por la bencedrina, hacen el trayecto de una sola tacada, mientras se observan y comparan sus diferentes expectativas y estilos de vida.

Conviene recordar que, en términos musicales, Kerouac fue un one-hit wonder. No pudo conseguir otro impacto tras En el camino (1957) pero se convirtió en cabeza visible del movimiento beat, objeto del deseo de los medios estadounidenses. Junto a encuentros con periodistas tramposos, eso también significó encargos de revistas que pagaban bien (Playboy, Esquire, Life) y que Jack resolvía con pulcritud. Le llamaron también publicaciones literarias como Evergreen Review o Paris Review. Esos artículos están recogidos en La filosofía de la generación beat y otros escritos.

Hubiera sido espléndido contar con este libro cuando en España empezábamos a descubrir a Kerouac: junto a textos bastante opacos, aquí describe claramente su visión de lo beat. En los primeros setenta, su obra era esencialmente intraducible, debido al escaso desarrollo de la jerga contracultural entre nosotros (y la reticencia editorial a recurrir a las notas a pie de página).

Además, su reputación estaba hundida (no hay noticia que corra más rápido que la pérdida de la aureola hip de un antiguo santón). Retirado de la circulación, rompió con sus compañeros de correrías. Se decía que apoyaba la intervención estadounidense en Vietnam; en realidad, como vemos ahora en el libro de Caja Negra, rechazaba tanto al establishment estadounidense como a aquellos radicales fascinados por Mao. Y había sido vapuleado por la crítica de jazz. Para alguien que presumía de seguir el modelo torrencial del be-bop, ocurre que En el camino solo retrataba específicamente a George Shearing, invidente pianista británico, y a Slim Gaillard, un cantante humorístico, despreciado por los puristas. Esencialmente, venían a decir que Kerouac reducía la cultura afroamericana a algo admirable por su primitivismo, sin entender las miserias que había detrás.

Esas recriminaciones tal vez expliquen un mazacote de 1960, donde responde al veredicto fatalista de un amigo (“el jazz se ha suicidado”) con listados interminables de sus instrumentistas favoritos; se le cuelan varios errores que hacen sospechar que tocaba de oído. Y no pasa nada: alguien que vivió con tanta intensidad no estaba obligado a convertirse en erudito del jazz o de lo que sea. Además, Kerouac erraba menos de lo que parecía: efectivamente, Slim Gaillard era un artista único.

Actuación televisiva de Slim Gaillard.

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