“Internet ha organizado por primera vez la imbecilidad”
Javier Marías, autor de ‘Negra espalda del tiempo’, novelista y académico, acaba de cumplir 64 años. Se declara enfadado y ve síntomas de regresión política
Ha reunido 95 artículos publicados en EL PAÍS Semanal bajo el título Juro no decir nunca la verdad (Alfaguara). Reflejan un periodo en que se ha acrecentado su desasosiego civil. ¿Qué le produce sosiego? Soy más bien desasosegado, inquieto, nervioso a veces. Desde la mañana. Quizá me sosiego cuando salgo a caminar sin móvil. Lo utilizo en los viajes. Me siento más a salvo cuando no estoy al alcance de nadie.
Decía Kafka que despertarse es el momento más arriesgado del día. Para mí es el peor. A los 25 ó 30 años era el de irme a dormir: me entraban preocupaciones sobre el porvenir. Ahora me despierto con temor: me cuesta hacerme a la idea de que debo empezar el día.
Estos cuatro años de legislatura han sido irritantes e injustos
Y ya no hay sosiego. Veo los titulares y todo me parece más grave de lo que es. El sobresalto me dura hasta que me mojo, hasta que me sumerjo en la bañera.
Luego se moja escribiendo. Escribes en prensa para bañarte en lo que opinas o para no callártelo demasiado. Intento razonar, explicar por qué algo me parece estúpido, injusto o erróneo.
¿Que le aporta la realidad como escritor? Me sirve para estar más atento. Si sólo fuera novelista correría el riesgo de estar en las nubes. Escribir en prensa me hace un poco más despierto.
¿La clase literaria tiende a situarse en las nubes? Hay aquí tradición de novelistas que han colaborado en prensa. La manera de ver la realidad de un novelista puede ser útil en un país.
¿Se puede interpretar por sus artículos que ha crecido su enfado? ¡Es difícil saber si es porque me hago más gruñón! O porque hay más motivos para estar de mal humor. O que ahora llego a los 64, una edad que los Beatles creían indignante. Pero estos cuatro años de legislatura han sido irritantes e injustos.
La gente se acoquina ante los soliviantados internautas y se disculpa cuando no tiene por qué
Califica este tiempo de zafio y cursi. ¿Adjetivos contradictorios pero complementarios? Si no están unidos, a veces se alternan en la misma persona. Hay una grosería deliberada y, después, el mismo individuo suelta una cursilería descomunal en el siguiente artículo, si hablamos de escritores de prensa.
Habla también de vileza, de villanía. ¿Qué ha pasado, Marías? No hemos sido un país muy educado; los periodos democráticos reales han sido escasos, y han durado poco, a excepción de este. Y parece que ha habido una regresión. Hay un poco de vileza en España que ahora ha reemergido. Jóvenes que nacieron en los ochenta denuestan ahora este periodo; ese propósito de desprestigio me llena de perplejidad: es el mejor de los que hemos tenido. En esa actitud hay una especie de pulsión autodestructiva que se da aquí y que espero que no cuaje.
¿Podría ser ufanía de la ignorancia? Sí. Se ignora la Historia, se falsea... Se me olvidó decirle: Internet tiene cosas maravillosas, pero hay algo novedoso: la imbecilidad por primera vez está organizada. Hubo imbecilidad siempre; imbéciles iban al bar, hacían públicas sus imbecilidades, pero es ahora cuando se organizan, con gran capacidad de contagio. Y hay un problema añadido: la gente se acoquina ante los soliviantados internautas y se disculpa cuando no tiene por qué. Y la gente sufre represalias. Es matonismo. Y no hay mejor manera de que el matonismo triunfe que achantarse y acoquinarse. España es un país particularmente aficionado al matoneo.
¿Estamos en peligro de regresión, dice? Siempre. Hay ahora síntomas de que esto se puede estropear. El estropeo es una constante de la vida española: hay una especie de pulsión autodestructiva que ahora asoma la oreja de nuevo. Ojalá me equivoque, pero sí, veo peligro.
Babelia
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