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“¡Borregos! ¿Cuándo piensan reaccionar?”

La obra teatral 'Un enemigo del pueblo' sacude la conciencia política de la población ecuatoriana

El actor y director alemán Christoph Baumann.
El actor y director alemán Christoph Baumann.EDU LEON

Un enemigo del pueblo, la obra del dramaturgo noruego Henrik Ibsen (1828-1906), ha sido adaptada a la realidad ecuatoriana y ha causado revuelo en los festivales de teatro de Quito y Cuenca, acostumbrados a recibir comedias y teatro ligero. Christoph Baumann, un dramaturgo alemán que lleva 31 años en Ecuador, asumió el riesgo de montar esta pieza de teatro político en medio de la polarización que sufre la sociedad ecuatoriana.

Baumann convocó al periodista Roberto Aguilar, una de las plumas críticas del país, para adaptar el guión de Un enemigo del pueblo, que se estrenó en 1883. El periodista, en su papel de guionista, trasladó la contaminación del balneario noruego de Ibsen a Baños, un pueblo turístico de Ecuador, y tropicalizó a los principales personajes de la trama: el doctor que descubre la contaminación del agua; el alcalde, y hermano del doctor, que se niega a sanear las aguas; el mayor contaminador, la clase media; y el periodista, que resulta útil para el poder económico y político.

La adaptación de Aguilar deja intacta la crítica de Ibsen a las mayorías absolutas y manipuladas y a la calidad ética del periodismo, pero para hacerlo paradójicamente se aleja del texto original, actualiza la trama y, en más de una frase, hace referencia a la situación de Ecuador. Estos golpes de realidad son protagonizados, sobre todo, por el doctor que intenta que la contaminación del agua sea remediada, pero que al final se queda solo en su lucha. En el clímax de la obra, cuando se organiza una asamblea popular en la que interviene el público, incluso se escucha la palabra “borregos”, que es el calificativo que la oposición dedica a los simpatizantes del Gobierno de Rafael Correa.

“¿Por qué me silencias? ¿Para precautelar tus importantísimos valores?”, pregunta el doctor a su hermano y alcalde, y a continuación se dirige con vehemencia a la audiencia.

— ¡Borregos! ¿Cuándo piensan reaccionar? Yo les voy a decir cuándo: cuando les toque a ustedes.

Para Aguilar era necesario introducir situaciones como esta para provocar a la audiencia local, pero defiende que la obra es ante todo “una crítica al poder”.

Baumann asegura, sin embargo, que su intención no era reprender al Gobierno desde las tablas, sino hacer que cada espectador asuma su responsabilidad en la estructura política. “En el país no hay debates verdaderos entre los bandos, todo es sí o no, y entre estas posiciones hay un desierto. Nuestra inicial era crear un vehículo artístico que nos lleve más allá de la confrontación que en estos momentos causa mucha violencia”.

El dramaturgo alemán, que ha cuestionado al Gobierno desde que frenó la consulta popular que promovían los ambientalistas para evitar la explotación del Parque Nacional Yasuní, quiere que la gente piense en qué medida es responsable de lo que está pasando y presione para que haya un diálogo real. “Si quieres cambiar algo, mete cuchara, responsabilízate de lo que estamos viviendo ahora… No decimos esto es a favor o en contra del Gobierno de turno, no nos interesa”, dice y alerta del peligro de que alguien no sea escuchado. “¿Qué pasa cuando constantemente te deslegitiman como interlocutor? Te radicalizas, como ocurre con el doctor”. La obra tratará de golpear la conciencia del público durante una larga temporada que iniciará en octubre en un pequeño teatro capitalino.

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