Esposas de dictadores en la intimidad
'La mujer del monstruo', de Salva Bolta y Alberto Conejero, se presenta en el Fringe 15
Elena Ceausescu, que acumuló en la vida real honoris causa y galardones académicos, todos ellos comprados, viaja a Estocolmo, esto en la vida imaginaria, para intentar hacerse con un Premio Nobel de Ciencia. Está en la habitación del hotel, en chinelas rosas muy cursis, traje de chaqueta y gran cardado, ensayando ya su discurso de agradecimiento. El jefe de seguridad de la mujer del dictador rumano está escondido, aterrado suponemos, bajo la cama. El teléfono de la habitación no suena. La mujer está nerviosa, enfadada. “¿Porqué no llaman?”, le grita al asustado funcionario. ¿Cuántas cabezas caerían tras la triste noticia de que el Comité del Nobel había rechazado la candidatura de esta mujer? No se sabe pero se intuye. El monólogo de Elena Ceausescu, que se cree la madre de todos los rumanos y no se explica porqué la mataron con tanta saña -“100 disparos, 100” se lamenta-, forma parte de La mujer del monstruo, un montaje dirigido por Salva Bolta y con dramaturgia de Alberto Conejero, que se ha presentado estos días en el festival Frinje 15, en Matadero de Madrid y que es una mezcla de imaginación y realidad.
La mujer del monstruo nace del interés de Bolta (Valencia, 1961) por indagar sobre el germen del mal y cómo afecta en el plano corto, más allá de la historia, a todas aquellas personas que han compartido cama y comida con atroces dictadores. Bolta, que lleva dando vueltas a este proyecto desde hace mucho tiempo, se ha centrado en la vida de cinco mujeres de cinco dictadores europeos del siglo XX. Junto a Elena Ceausescu, la pareja del dictador Nicolae Ceausescu (Rumanía), aparecen Carmen Polo (Francisco Franco, España), Margaherita Sarfatti (Benito Mussolini, Italia), Nadia Alliluyeva (Josef Stalin, Rusia) y Magda Goebbels (Joseph Goebbels, Alemania). “Nuestra intención no es hacer arqueología histórica, para eso están los historiadores, lo que queremos es entrar en los perfiles de todos estos personajes con textos imaginarios pero que pueden ser perfectamente plausibles”, argumenta Bolta, que ha buscado en este taller la manera de encontrar la humanidad de todas estas mujeres a través de unos monólogos sobre la naturaleza del mal y, en definitiva, la libertad del ser humano.
"El ejercicio del mal es un ejercicio de libertad", asegura el director, Salva Bolta
Este montaje surge de un taller dirigido por el autor teatral Alberto Conejero, al que convocaron a distintos dramaturgos (de los más de 30 presentados, optaron finalmente 15). El objetivo del taller fue la escritura de un monólogo de la vida de estas mujeres y también de una escena imaginaria, sin tiempo ni lugar, en torno a un hipotético encuentro de las cinco. De todos estos monólogos se eligieron cinco, una pieza de cada una de las mujeres, que han sido los que se han representado finalmente en Matadero. Conejero, un autor interesado en el pasado y en la historia- su obra La piedra oscura, tras el éxito cosechado en el teatro María Guerrero se repondrá en septiembre próximo en el mismo espacio– asegura que la aventura de este taller, el primero que imparte con traslación escénica posterior, es la ocasión ideal para indagar en el pasado, como “ese lugar imprevisto que nos pone delante del espejo, que nos interroga siempre”. El taller, de cinco días de trabajo y tres para la escritura posterior, se planteó desde un principio como el acercamiento a materiales complejos desde los que abordar algunos aspectos que puedan ensanchar la mirada sobre estas mujeres. La primera recomendación de Conejero a los talleristas fue la de que dejaran a un lado el rigor del historiador y escribieran desde un lugar íntimo, que tuvieran el pálpito de reconocerse y de traicionar el dato histórico. “Les invité a enfrentarse cara a cara con estas mujeres, a que no hicieran personajes de cartón piedra y a que buscaran aquello con lo que se sintieran más cercanos, de alguna manera a encontrarse con ellas”, explica Conejero. Sobre toda esta novedosa dramaturgia planea de manera continua una reflexión sobre el mal, sobre el germen de ese mal, el mal como drama de la libertad humana. “El ejercicio del mal es un ejercicio de libertad”, dice Bolta.
La expectación era máxima con este montaje del Frinje 15. Las entradas para las cuatro representaciones de La mujer del monstruo estaban más que solicitadas y agotadas desde hacía días. La propuesta escénica está planteada como un pasillo central a modo de calle, con dos filas de espectadores a cada lado, buscando ese cierto tránsito de los personajes entre realidad y ficción. Pocos elementos: una cama negra para la mujer de Stalin, que interpreta la actriz Eva Rufo; una gran papel en blanco sobre el suelo y pintura negra para la amante de Mussolini (Amparo Vega-León); unos platitos desperdigados por el suelo con tierra y setas como si de un bosque se tratara para Carmen Polo, collar de perlas incluido (Ana Wagener); una mesa con el cuerpo inerte de Hitler para la esposa de Goebbels (Isabelle Stoffel) y un pedestal y mesita con teléfono para Elena Ceausescu (Natalie Pinot). Los autores de los textos son Paula Iwasaki, Nieves Rodríguez Rodríguez, Sergio Martínez Vila, Carlos González Otero y Xabier López Askasibar.
La mujer del monstruo, que Bolta dedicó a todos aquellos ciudadanos que han visto derramada su sangre por las atrocidades de estos dictadores de la Europa del siglo XX, es la semilla de un árbol que todos los que han participado del proyecto esperan su crecimiento. “Hay que dar herramientas a los dramaturgos para que busquen, se equivoquen y cotejen sus textos en la escena. Es un privilegio que nos ha regalado el Frinje para que los autores fragüen sus historias en la escena”, termina feliz Conejero.
Babelia
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