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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Agustín Tena, el agitador que prendió la mecha de la movida

Fue agente cultural al frente del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid

Juan Cruz

En aquellos años movidos en que los bares resplandecían al tiempo que se prolongaba la noche hasta que se confundía con el día, quien siempre permanecía impasible, risueño, quizá con la misma copa en la mano, era Agustín Tena. Había nacido en Madrid en 1957. Murió el pasado 17 de mayo, también en Madrid. Era escritor, traductor, agitador cultural. Persona.

Era un muchacho elegante, del porte de Juan Benet; como este gurú de la amistad y de la literatura, tenía pelo blanco (prematuramente blanco) y flequillo, fumaba con la prestancia de la filósofa María Zambrano en el retrato de Raúl Cancio y tenía la buena costumbre de escuchar y sonreír. A pesar de que tenía todo el equipaje que convierte a las personas en insoportablemente pedantes, él se quedó en la frontera gracias, quizá, a la inteligencia sentimental que lo dotó para estar más pendiente de los otros que de su propia carrera.

Aun así hizo Agustín Tena muchas cosas; prendió, por ejemplo, la mecha de la llamada movida madrileña encendiendo la revista Dezine, cuando aún Pedro Almodóvar y los santos laicos de ese movimiento difuso y tan divertido eran la nebulosa que se asociaba a la noche de ilusión que empezaba a vivir España después del espanto de Atocha y bajo la vigilancia perversa de los matones de la extrema derecha y del Ejército que dio el golpe del 81.

Por decirlo así, Madrid era aún uno de día y otro de noche, y en esas noches en el que al Cock iban juntos, y a veces revueltos, gente como Sabina, Alaska, el citado Almodóvar, el que iba a ser Felipe VI y Juan Benet, reinaba con su cetro de paciencia Agustín Tena. Era el tiempo en que la televisión (del Estado) decidió ser moderna y no tan cutre, y los acogió a él y a Paloma Chamorro…

En Tiempos modernos, de la segunda cadena que ahora se llama La Dos, tuvo Agustín a gente como Lawrence Durrell, Bob Wilson, Anthony Burgess, Julian Barnes, Salman Rushdie, Gore Vidal… Fue guionista (Crónica amarga, para Canal Nou), hizo el guion La guerra de La Florida, resultado de una investigación que hizo en Harvard sobre la conquista española... Dirigió Malas artes para Canal Sur, e hizo otros tantos programas en televisiones nacionales y locales, para desembocar en el proyecto más arriesgado de su vida: ser agente cultural. Lo fue, al frente del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, desde 1992 a 1995.

En ese periodo de agitador y gerente dotó a Madrid de un elenco que se parecía a sus preferencias. Peter Brook, Robert Wilson, Martha Graham, Pablo Milanés, Pierre Boulez. Hizo guiones, comisarió exposiciones, dirigió fundaciones, escribió novelas, tradujo, fue autor del libro del aniversario de ¡Bienvenido, mister Marshall!... Colaboró mucho en prensa; su último trabajo fue para La Vanguardia, y versó sobre doña Concha Piquer.

Esa recopilación de su currículo lo retrata como el hombre de día que fue, laborioso y diligente, aunque como su semejante Juan Benet padecía en la noche de ese aire de indolencia que tienen los guapos que son altos y llegan a los sitios como si vinieran del paraíso del dolce far niente. Como su padre, Juan Ignacio Tena, el diplomático que salvó a Onetti del martirio uruguayo en los peores momentos del Cono Sur, y como sus hermanos (numerosos: Javier, María, Pilar, Patricia, Alfonso, Santiago), unía a su capacidad para conversar el hábito de entender a los otros, para hacerles la vida agradable.

En aquellos años movidos de Madrid su presencia era, en medio de la vorágine, un remanso de paz. Él ahora la ha hallado absolutamente, pero a los que nos la dio sentimos su pérdida con el dolor de no haberlo sabido querer y despedir como él se mereció sin duda.

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