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“Señora, no se le olvide que tiene que entregarle algo al Señor”

'González: falsos profetas', primer largo del chileno Díaz Pardo, toca un fenómeno nodal de América Latina: la explotación de la fe

Pablo de Llano Neira
Carlos Bardem en el papel del pastor Elías.
Carlos Bardem en el papel del pastor Elías.

González: falsos profetas, primer largometraje del chileno formado en México Christian Díaz Pardo, 38 años, pone el ojo en un fenómeno que atraviesa América Latina: la explotación de la fe por parte de iglesias cristianas no católicas.

González es un mexicano que entra a trabajar al call center de una congregación religiosa que funciona como una máquina de expoliar a gente desesperada. Su función es atender llamadas de ciudadanos sufrientes, decirles que si confían en Dios todo se arreglará y recordarles, antes de colgar, que hagan su aportación al propio Dios a través de esta iglesia: “Señora, no se le olvide que tiene que entregarle algo al Señor”, dice González, y cuelga para atender al próximo.

El gran pastor de la iglesia es el pastor Elías, interpretado por Carlos Bardem: un personaje fonéticamente diverso que obliga al acento español de Bardem a imitar el brasileño y después el mexicano. Más allá de eso, el pastor Elías es un vendehumo profesional, un trilero trajeado con un reloj de oro que le baila con alegría en la muñeca mientras su grey deposita billetes en el cepillo.

Díaz Pardo cuenta por teléfono que quiso prestarle atención a un tema que no le parece suficientemente abordado. "Estas iglesias son lugares sobre los que no se pone la lupa, no son escrutados, y creo que se pueden prestar a una especie de delincuencia organizada". González..., financiada por el Instituto Mexicano de Cinematografía, ha ganado esta semana el premio a mejor película en el Festival de Friburgo y en 2014 ganó el premio a mejor ópera prima en Montreal.

Si bien el director dice que la iglesia de su película es una representación genérica de este tipo de sectas, el experto en religiones Bernardo Barranco, consultado para este artículo, interpreta que el trasunto es la iglesia mexicana Pare de Sufrir: "Una iglesia pentecostal muy polémica porque es muy sentadera, muy dinerera, la marjama por delante".

Barranco explica que la matriz de Pare de Sufrir es una iglesia brasileña, la Universal del Reino de Dios, con "cerca de 10 millones de adherentes sólo en Brasil". La fuerza de este culto es tan grande que el año pasado inauguró un templo de 300 millones de dólares en São Paulo. "La mole está forrada de 40.000 piedras calizas importadas de Israel y rodeada por olivos traídos de Uruguay", se leía en una crónica de EL PAÍS sobre la inauguración. La propia presidenta brasileña, Dilma Rousseff, agnóstica de extracción marxista, acudió a regañadientes al acto. 

Brasil y Centroamérica son, según Barranco, punta de lanza de la expansión del poder cristiano no católico, un quebradero de cabeza para el papa Francisco, que ha devuelto la mirada de Roma a la católicamente menguante América Latina. En Centroamérica, el porcentaje de católicos y no católicos entre la población religiosa, la gran mayoría, está a mitad y mitad. México es el último bastión de franca predominancia católica, pero las nuevas iglesias se multiplican.

El antropólogo de la religión Elio Masferrer asegura que la crisis del catolicismo en México es "profunda". "Hoy no se puede decir que los católicos en general sean más del 73%, y solo van a los servicios religiosos el 10%. Los evangélicos no católicos son alrededor del 19% de la población mexicana, y más del 30% podrían dejar el catolicismo en un plazo cercano e irse a propuestas no católicas. O a su casa".

Barranco subraya el nexo directo entre las carencias de la población latinoamericana y la oferta de esperanza de estas religiones: "Iglesias pentecostales o neopentecostales que exaltan el don del espíritu, la emoción, la risa, el llanto, la catarsis. Son religiones de la emoción". 

"¡El diezmo es el acto más hermoso, más bello que le podemos ofrecer al Señor!", se escucha en un pasaje de González... "¡¡Para qué quiero un pedazo de papel si puedo tener a Dios como amigo!!". Y los feligreses se apresuran, "¡aleluya!", a poner sus billetes en el cepillo divino.

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