Maná, en su salsa de Jalisco
Guadalajara (México) es una ciudad de clima amable, tabernas con solera, pero sin necesidad de cartel en la puerta, donde uno puede encontrar bicicletas abandonadas y cubiertas de polvo a modo de trofeo. Allí lucen complejos mastodónticos de sillería renacentista como restos coloniales y se esconden mercados donde cada quien puede hallar boas constrictor con la misma facilidad que pantalones vaqueros y cualquier objeto de contrabando...
La cuna de la región del tequila, corazón de Jalisco, es desde esta semana también un hotel de Camas incendiadas. La culpa es de sus hijos universales: el grupo Maná, que el 21 de abril sacará a la venta un nuevo disco con ese título, y su compañía, Warner, envuelto en una fotografía donde arden los colchones de su sapiencia para el mestizaje musical en mitad del desierto. Uno queda con la banda a eso de las seis, pero sabe que no hay hora de regreso mientras resistan bares abiertos. Una delegación de periodistas latinoamericanos y un servidor, para EL PAÍS, fuimos invitados el martes a la primera audición íntegra comentada por sus autores: Fher Olvera, Álex González, Sergio Vallín y Juan Calleros. Dicen que es un disco “sexy”. Desde que empieza a sonar uno entiende que, de la negrura del anterior, ensombrecida por muertes cercanas, han realizado un viaje hacia la ironía y lo festivo, hacia las playas y el aire libre, que ha sido parida también con el destrozo de algún corazón en medio del camino.
La banda mexicana anticipa su disco a unos pocos antes de cerrar los bares
Seis meses en estudio con el productor George Noriega, “un cuate talentísimo”, dicen, les ha valido de cura de humildad y exploración de sendas que antes no transitaban. Todo sin perder su obsesión por electrocutarse con el bagaje de los ritmos que les fascinan: del funk al reagge, del calipso al heavy metal, sin que falte el chorro de aguardiente mexicano. Si antes reivindicaron a José Alfredo Jiménez, ahora les toca el turno a Los Tigres del Norte, de quienes han atomizado su tema Somos más americanos como homenaje a todos aquellos que deciden jugarse sus vidas contra el muro del norte. Pero los míticos padres de corridos no han sido los únicos en integrar una lista por la que también han pasado Rubén Blades, Pablo Milanés, Zucchero o Carlos Santana. Son algunos de los nombres que a lo largo de casi 30 años de carrera —se cumplirán en 2017, con 40 millones de discos vendidos— han querido colaborar con Maná. Mi verdad, la canción que la banda ha brindado a Shakira para que los acompañe, ya es número uno en EE UU.
Con el picor de saltar a la carretera y la ilusión de meterse en vena las canciones, Fher Olvera y Sergio Vallín, el guitarrista, me montaron en el carro con el disco a toda madre. En mitad de una cena con margaritas, nos confesaban su pasión por José Mujica y su desconfianza en los populismos latinoamericanos de izquierda dogmática, que es en realidad derecha. Un poco de eso va también Camas incendiadas: “Aparentar es una forma de mentir, caaaaabrón”. Y no es solo la apariencia del amor camuflado en proyectiles de dolor lo que les resquema; es la búsqueda de la autenticidad que cantan en Mi verdad. La verdad que les transmitió Obama, también, cuando acudió a los mexicanos para vestir su voto latino. Por primera vez se dispusieron a apoyar a un político en campaña. Ellos le pidieron que debía llevar en su agenda como prioridad la regularización migratoria: “Y ha cumplido, güey, ha cumplido. ¿Sabes por qué? Porque es una buena persona, por eso”.
No así su presidente, Peña Nieto, quien ha colmado el vaso de su paciencia, con su actitud ante la tragedia de Iguala. “Nos pide que olvidemos y miremos hacia adelante. ¿Cómo un padre va a olvidar a un hijo cuando se lo matan?”, clama Fher Olvera. Y nos cerraron los bares.
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