La industria musical, en la jungla
En España, el sector sigue en crisis, con un 56% de descenso en los últimos seis años
Al igual que hay canciones que sirven para poner música a escenas de películas, anuncios de televisión o momentos puntuales de una vida, se podría usar una para ilustrar el estado actual de la industria musical en España: Welcome to the jungle (Bienvenido a la jungla), la composición de rock duro de Guns N’Roses. Después de pasar por la peor década de su historia, con un desplome del mercado sin precedentes (de un 56% desde 2008, según la Fundación Alternativas), el sector ha visto cómo la venta de música grabada ha subido por primera vez en 12 años, pero, lejos de descorchar el champán, sus protagonistas son cautelosos. Solo la coincidencia de discos de algunas grandes estrellas del espectáculo ha mejorado la cuenta de resultados, mientras el negocio del directo se hunde para todos.
Bajo la misma atmósfera de desamparo de los últimos tiempos, sellos discográficos, productores y músicos piden que se aplique en condiciones la ley contra la piratería y se reduzca el 21% de IVA cultural, un lastre que ha llevado a los promotores musicales a movilizarse y convocar para el 20 de mayo un histórico día sin conciertos en toda España.
“Ojalá se empiece a remontar ya, pero sabemos que estas cifras no quieren significar un cambio total de tendencia”, asegura Antonio Guisasola, presidente de Promusicae, la patronal de productores de música, que abarca el 90% del sector en España. La venta de música grabada marcó a final del ejercicio 2014 una subida del 21,2%, una “buena noticia”, en palabras de Guisasola, quien asegura que sería mucho mejor si la ley de Propiedad Intelectual, aprobada en octubre del año pasado, diese resultados: “El Gobierno y los partidos políticos tienen que hacer sus deberes. Si bajáramos los niveles de piratería a los del resto de otros países europeos, tendríamos un crecimiento mucho mayor que este”.
El último informe de la Alianza Internacional de Propiedad Intelectual (IIPA, en sus siglas en inglés) señalaba que, si España aplicase la legislación correcta, la industria de la música grabada aumentaría en un 361,3%. En 2014, los españoles se gastaron en música 149,9 millones de euros, cifras similares a las de 2011 pero muy lejos de los 626 millones de 2001, el último año de subidas antes de la consolidación de las descargas y la llegada de la crisis económica. El informe apunta que el sector musical sería el que más incrementaría sus ganancias en nuestro país, pasando a 269,5 millones de euros más al año.
Pero buena parte de este crecimiento, que consiguió frenar el imparable desplome del CD y contempló un gran auge de la escucha legal en streaming a través de plataformas de Internet como Spotify, Deezer o Youtube, vino marcado por un factor clave: algunas de las estrellas publicaron disco. Los trabajos de Pablo Alborán, David Bisbal, El Barrio, Fito y Fitipaldis y Melendi coincidieron en el curso, ayudando a tirar del carro de un sector que todavía tiene una maltrecha clase media. Es el caso de Toundra, la banda de rock madrileña que ha protagonizado una de las entradas más fuertes en lo que va de año en las listas de ventas de Promusicae. “No vivimos de la música. Cada euro que ganamos se reinvierte en el grupo y en hacer nuestras condiciones de trabajo mejores para seguir creciendo”, explica Esteban Girón, miembro de la formación.
Como Toundra, existen centenares de músicos y grupos en esta situación. Son la gran clase media, erosionada más que nunca en estos tiempos de crisis. A esta clase le afecta más que a los reyes de los éxitos, como Alborán o Bisbal, el otro gran drama del sector: el 21% de IVA cultural, que empezó a aplicarse en septiembre de 2012. “Es un agravio comparativo respecto a otros países. Por no hablar del cierre de tiendas y el círculo vicioso que provoca”, cuenta Félix Suárez, de la distribuidora PIAS. Ningún país en la zona euro alcanza un IVA cultural tan elevado como en España. Por debajo están Portugal (13%), Italia (10%), Irlanda (9%), Alemania (7%), Holanda (6%), Bélgica (6%) y Francia (5,5%).
Si bien cada día se escucha más música en streaming, el ivazo, tal y como le llaman sus detractores, repercute sobre el producto musical, en forma de disco o canción, y sobre su exposición al público en los conciertos. Este IVA cultural ha sido la causa principal por la que las principales asociaciones de promoción y técnicos de espectáculos han unido fuerzas para convocar una jornada de protesta bajo el nombre Un día sin música. El 20 de mayo, en la semana de las elecciones municipales, no se programarán actuaciones. “Es un abuso fiscal injustificado y nos sentimos en un abandono histórico por parte de las administraciones”, afirma Pascual Egea, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM). Al enterarse de esta iniciativa, Joan Manuel Serrat movió la fecha de su concierto en Madrid, que coincidía con la jornada de protesta, al 19 de mayo.
Según datos de la SGAE, en el primer año con el ivazo, el número de conciertos en España cayó cerca del 22%. Durante ese mismo periodo, la recaudación del Estado derivada del valor añadido subió en 13,3 millones, pero los ingresos generados por el IRPF, los impuestos de sociedades y la Seguridad Social cayeron en 42,3 millones. “La suma al final es una resta desoladora”, sentencia Egea.
El IVA cultural se ensaña con las salas de conciertos y locales donde se apuesta por la música en directo, que tienen que soportar el 21% en la venta de entradas y por sus servicios de hostelería frente al 10% que tributa, por los mismos servicios, cualquier otro bar sin programación de conciertos. Pero también afecta a los grandes eventos musicales. Los promotores de las estrellas internacionales no quieren pasar por España o solo apuestan por una fecha porque los organizadores españoles necesitan subir el precio de las entradas para que los números salgan. “Nos coloca en una situación de absoluta inferioridad. Por eso, Bruce Springsteen tocó únicamente en Gijón en su última gira. Y Beyoncé decidió no tocar en Madrid y conformarse con una actuación en Barcelona”, cuenta Neo Sala, al frente de la promotora Doctor Music.
A pesar de que se han cosechado los primeros datos positivos en más de una década en el negocio de la música española, nadie está para celebraciones. Es todavía la jungla, donde, junto a la sensación de desamparo, todo suena, como afirma Sala, “tremendamente disparatado”.
Bajadas y subidas
La venta de música grabada marcó al final de 2014 una subida del 21,2%.
Pablo Alborán vendió 157.000 copias de su nuevo disco; David Bisbal, 125.000; El Barrio, 120.000, y Fito y Los Fitipaldis, casi 100.000. En total, casi medio millón de los 12.487.000 de copias físicas vendidas.
El consumo digital ha supuesto unos ingresos de 47,2 millones, un 36,3% más que los 34,6 millones obtenidos en 2013.
Las escuchas online significan el 42% del mercado y los soportes como el compacto o el vinilo se llevan el 58%.
El streaming, la escucha sin descarga de música que ofrecen varias plataformas, fue lo que más aumentó: un 30%.
Los españoles se gastaron en música grabada un total de 149,9 millones de euros, una cifra similar a la 2011.
En el primer año del ivazo, el número de conciertos en España cayó cerca del 22%.
En ese periodo, los ingresos por el IRPF, los impuestos de sociedades y la Seguridad Social cayeron en 42,3 millones.
Desde 2000, el mercado de música española se ha desplomado un 80%.
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