Bárbara Lennie, entre los mares del cine y el teatro
La ganadora del Goya a mejor actriz no renuncia a ninguno de sus dos amores
Hace casi 14 años, la adolescente Bárbara Lennie (Madrid, 1984) se metió en una piscina y buceó durante una hora para una portada veraniega de Tentaciones, el extinto suplemento de EL PAÍS. Acababa de estrenar su primera película, Más pena que Gloria, y empezaba así una carrera que Lennie ha ido construyendo con paciencia, con momentos cinematográficos y televisivos, con pasión por el teatro, y que solo ahora reconoce la Academia, tras haber logrado la actriz una doble candidatura, por Magical girl, con la que ha ganado el Goya a la mejor actriz, y como secundaria por El Niño.
Hasta ahora Bárbara Lennie ha vivido en un cierto anonimato para el gran público. “Creo que la gente no vincula a la chica de las series Isabel y Amar en tiempos revueltos con la que aparece en Obaba o La piel que habito ni con la que hace teatro”. A cambio, “eso es muy bueno para una actriz, porque se trata de contar historias, de crear distintos personajes”. Tampoco le chirría lo contrario. “Un ejemplo en alguien que admiro. Marion Cotillard, estrella, superconocida y da igual en que historia se meta, siempre es creíble. Y me gusta su búsqueda”. Una búsqueda y una huida de lo acomodaticio —“Lo acomodaticio me parece la muerte”— que también arden en el interior de Lennie. Han quedado lejos sus primeros años en España, cuando en un colegio madrileño se burlaban de su acento. Hija de argentinos que han ido y venido a un lado y otro del Atlántico, Lennie nació en Madrid pero pasó su infancia en Buenos Aires antes de volver a España en la adolescencia. “Ahora me gusta tener esos dos mundos, familia y amigos en los dos lados”.
El Goya no cambiará mucho su devenir: “Es un momentazo, un regalazo. Pero por delante me esperan proyectos que no sé ni cómo afrontaré. Bueno, me resulta muy placentera la incertidumbre. Hay una certeza en el lugar adonde quieres llegar, pero lo divertido es el camino”. Y Lennie ha encontrado cómplices para esa búsqueda, “especialmente con mi compañía Kamikaze y con Miguel del Arco”, el director teatral que ha estado detrás de los grandes éxitos de Lennie. “Siempre es mejor una buena obra de teatro que una buena película. Pero a malas, mejor el mal filme. Porque a la obra de teatro mala hay que seguir representándola”. No ha meditado mucho su carrera, en la que no se ha vuelto loca por hacer cine, sino que ha preferido las tablas, como otra actriz de su generación, Irene Escolar. “En su caso creo que ha sido más meditado, porque viene de una familia de intérpretes. Yo nunca pensé en pasos, etapas. He visto mucho cine, me gusta rodarlo. Pero conocí a Miguel, llegó La función por hacer, el fenómeno estalló en las manos y aprovechamos el momento. Y ese éxito generó Veraneantes y después Misántropo, era imposible bajarse de ese carro”. Lennie también cuenta que cuando acabó sus estudios en la RESAD ya había hecho cuatro películas. “Pensé en ese momento que iba a pasar todo… y no pasó nada”. Así que varios compañeros armaron una obra. “Para mí la experiencia teatral es muy importante, sobre todo en esa sensación de crear equipo, de generar trabajos. Se me da muy mal esperar. El cine es caprichoso”. Tanto como uno de sus mejores momentos profesionales, el largo plano secuencia en que la cámara no se despega de su rostro en Los condenados (2009), de Isaki Lacuesta.
Y llegó Magical girl. “Me enteré que Carlos Vermut iba a rodar por segunda vez y le dije a mi representante que quería trabajar con él. A los tres días nos tomamos un café y a la semana estaba en el proyecto. El guion era una locura, era excitante, fantástico”.
Babelia
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