Palabras y mujeres, a debate en Puerto Rico
La quinta edición del Festival de la Palabra celebrado en San Juan plantea una visión poliédrica del universo literario femenino
La mujer como personaje literario, como editora, como traductora, como musa, como autora; la mujer del pasado y la del futuro, la imaginaria y la real, como paciente y agente, fue objeto de debate estos días en el Festival de la Palabra de San Juan, que se clausuró el domingo. Del 23 al 26 de octubre se celebrará la segunda parte de este encuentro en Nueva York.
Al fin y al cabo, el otoño literario de esa ciudad, parece haber estado marcado por la irrupción de la voz femenina, con un suplemento especial del New York Times dedicado íntegramente a libros escritos y reseñados por mujeres, y una conferencia organizada en NYU para tratar las estrategias y retos a los que hacen frente las mujeres en la industria literaria.
¿Tiene sentido hablar de literatura y mujeres? ¿Refuerza es lo mismo que se trata de combatir? ¿Hay que borrar la etiqueta de género o simplemente tratar de ampliar su contenido para que el significado pierda peso y no sea reduccionista? El consenso no llega, pero esto, sin duda, nutre la discusión, como se ha visto estos días en San Juan, en los más de 12 paneles abiertos al público dedicados a debatir distintos aspectos de la relación entre mujer y literatura. “El tema es relevante y sí, se tiene que hablar de ello explícitamente”, aseguraba la escritora Marta Sanz que ha participado en dos mesas redondas en San Juan tituladas “Mujeres de poder” y “La libertad tiene cuerpo de mujer”. La autora de Black, black, black considera que frente a una generación anterior a la suya que creyó en “la fantasía de la igualdad”, conviene hacer memoria y asumir la desventaja histórica. “Se escribe desde tus circunstancias, todas las obras tienen un componente biográfico y ser mujer es parte de ello”, explicó Sanz. “Yo no hago literatura femenina, sino feminista, porque me interesa la política”. Y así, dice que sus personajes ajenos al estereotipo de feminidad resultan a ojos de muchos lectores, antipáticas y egoístas: “Ahí es cuando sé que he acertado”.
La colombiana Pilar Quintana, una de las novelistas que formó parte del grupo Bogotá 39 cuenta que nunca se hizo la pregunta de género, y sin embargo pronto comprobó que a menudo eran los periodistas quienes se la hacían, ¿era la suya una literatura femenina? “A los hombres nunca les preguntan si su literatura es masculina, me parecía algo machista”, dice. Ella no cree que ser mujer haya provocado ciertas prevenciones ante determinados temas en su obra, –tratar de evitar asuntos sentimentales para no caer en ningún estereotipo–, pero sí reconoce que se resistió a aceptar la recurrencia de determinados asuntos en sus libros. “No quería asumir que el sexo es uno de los centrales en mi trabajo, para no caer en otro estereotipo”, afirmó la autora de Caperucita se comió al lobo (Cuneta) .
Si la mujer ocupa este lugar central en los universos de ficción, sin duda, son mujeres también la mayoría del público lector
Sobre las mujeres científicas e inventoras habló en uno de los escenarios del Viejo San Juan, Rosa Montero y recordó no sólo la falta de acceso, sino el robo sistemático que las primeras científicas tuvieron que asumir. “En cuatro o cinco generaciones estamos cambiando una situación milenaria, pero sólo en una parte del mundo”. Y la mujer como personaje femenino desde la Madame Bovary de Flaubert hasta La Maga de Cortázar, centró otro debate en le que habló, entre otros, la argentina Pola Oloixarac: “Con Bovary se mostró la peligrosidad de una mujer que lee y deja volar su imaginación, por eso el libro genero semejante escándalo, Flaubert conocía el peso político, lo subversivo que era esto. Con La Maga, pues ¡yo quería generar esa pasión en otro como ella! Lo leí como un manual de instrucciones para enamorar, aunque la fuerza de ella radica en lo que no hace”. Por su parte Francisco Goldman reflexionó sobre el papel central de la mujer en el panorama de la ficción contemporánea. “La relación de la mujer consigo misma, constituye el argumento de la mejor novela actual, porque es la mejor manera de retratar la sociedad”, defendió el autor de Di su nombre, antes de citar como ejemplo las novelas de la italiana Elena Ferrante y La mujer de papel de Rabih Alamedinne, como ejemplos.
Si la mujer ocupa este lugar central en los universos de ficción, sin duda, son mujeres también la mayoría del público lector. Algo que no ha pasado desapercibido en la industria editorial, donde cada vez hay más mujeres. “El libro está en manos de mujeres, la mayoría de agentes son mujeres”, señaló la colombiana Andrea Montejo, que representa a autores en español en EE UU. La francesa Veronique Ovaldé, escritora y también editora, se mostró menos optimista, citando el reclamo publicitario y la exigencia que a menudo se impone a las autoras de que creen su propio personaje: “En Francia hay más mujeres en los comités editoriales, antes no había ninguna, pero hay un techo de cristal. Este es un momento de transición allí y en todas partes y, por tanto, de vulnerabilidad, por eso hay que estar alerta”.
La cuestión femenina volverá a ser debatida en Nueva York la semana próxima, dentro de un programa de lecturas y encuentros que se celebrarán en New York Public Library y El Museo del Barrio, entre otras sedes. Y en San Juan quedarán aún muchas más palabras y ecos pendientes, mientras Puerto Rico prepara ya la celebración del próximo Congreso de la Lengua para la primavera de 2016.
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