

El PSG elimina al Liverpool tras lograr la primera remontada de la historia en Anfield
El equipo que dirige Luis Enrique empata el cruce (0-1) en campo de un rival que fue inexpugnable en las 39 ocasiones en que se impuso en la ida


Fue el partido del año y estamos en marzo. ¿Habrá otro con una carga más épica que este duelo de octavos de final de Champions, de ataques incontables, fulminantes, hasta la extenuación, hasta el heroísmo de los porteros, hasta la tanda de penaltis, hasta que los jugadores no podían ni andar después de correr toda la noche campo arriba y abajo persiguiendo el gol? El Paris Saint-Germain se impuso en todos los capítulos. Por juego y ocasiones. Venía de perder 0-1 en el Parque de los Príncipes tras producir una vendaval sobre su adversario, que solo disparó una vez en París. En el global de la eliminatoria, hasta la tanda de penaltis, superó al Liverpool en 14 remates a puerta contra cuatro. Que Darwin y Jones fallaran sus penaltis a manos de Donnarumma hizo justicia al equipo que dirige Luis Enrique, responsable de un doble récord. El PSG se convirtió en el primer equipo de la historia que remonta una eliminatoria en Anfield después de perder en la ida. Ningún equipo francés había ganado antes en casa del Liverpool, gigante del torneo, dueño de seis Copas de Europa.


“Fue el mejor partido que he dirigido en mi vida”, dijo Arne Slot, el entrenador del Liverpool. “La intensidad, la calidad, las ocasiones que se generaron... ¡Fue increíble!”.
La fantasía que dicta que los centrocampistas grandes y atléticos gozan de ventajas orgánicas queda abolida cada vez que aparecen en una cancha los pequeños Vitinha y Neves. Los volantes del PSG se multiplicaron como geniecillos infatigables en el acierto y la mortificación. A su izquierda Mendes dejó sin pelota a Salah una y otra vez, como si el egipcio fuese un vecino suyo con el que jugaba en las calles de Sintra, y en el medio Pacho marcó la raya como si estuviera en el patio de su casa en Quinindé. Despojado de la maleza del mito y la mistificación, Anfield puede ser un lugar frío en las noches de marzo. Absurdo como una caja de hierro y cemento rebosante de una multitud silenciosa que mira azorada en una atmósfera húmeda que huele a patatas con vinagre. La calma extraña que envolvió al estadio tras el gol de Dembélé solo se rompía por el cántico de los excursionistas franceses en la tribuna: “Allez Paris, allez le PSG…!”.
El Liverpool había salido en tromba. A honrar a su afición. A presionar. Hombre contra hombre. Cuerpos pegados. Sin espacios. Se sucedieron las ocasiones. El PSG se agarró a su espíritu de camaradería. A esa humildad que es parte de su nueva impronta. Mendes desvió con la rodilla un tiro de Salah; Salah otra vez se midió a Vitinha en la frontal del área y lanzó fuera; y Van Dijk ganó un córner que no acabó en la red de Donnarumma de casualidad. Habían transcurrido diez minutos de sufrimiento visitante cuando Salah llegó medio segundo tarde a la presión y Mendes pasó raso al círculo central. Recibió Dembélé, libre porque Gravenberch andaba fuera de sitio, como de costumbre, y lanzó a Barcola. La carrera del extremo acabó en centro y en desesperación. Alisson salió tarde y Konaté despejó mal, y de la confusión se aprovechó Dembélé, que empujó el 0-1 y empató la eliminatoria.
El partido adquirió una velocidad y un ritmo vertiginosos. Hoy por hoy no hay más equipos en Europa que puedan imprimir esta huella frenética. Arne Slot y Luis Enrique hicieron una demostración de principios. La ambición de dominio precedió todas las acciones. Durante media hora no hubo pausa, ni dosificación, ni voluntad de especular con las posesiones. Se alternaron las agresiones. Las ocasiones. Los remates. El Liverpool remató más a fuerza de tiros de media distancia y córners. El PSG se revolvió con un puñado de jugadas incendiarias. Kvaratskhelia dejó mano a mano a Barcola y a Dembélé con Alisson. Ganó el portero. Gravenberch desvió un misil de Kvaratskhelia desde el punto de penalti. Mac Allister frenó otro remate de Dembélé. La famosa hinchada de Anfield parecía una fotografía en color. Figuras inmóviles y mudas. The Kop fue un ornamento. Un paisaje de voces ahogadas por el espectáculo inverosímil. Pocas veces un equipo visitante mostró tanto desparpajo. Pocos pisaron ese campo con un tipo como Vitinha, que siempre tuvo a su lado un escuadrón muy fiable. Fabián, Neves, Kvaratskhelia y Doué demostraron oficio, solidaridad, personalidad y sentido del tiempo en su paso por la zona ancha. No le ocurrió lo mismo a Alexis Mac Allister, el pilar más bien solitario del mediocampo local.
Pasaron los minutos. Pasó el tiempo reglamentario. Pasó la prórroga y el Liverpool perdió a Mac Allister, sustituido, y perdió una parte de su alma. Acalambrado Konaté, solo le quedó resistir con Van Dijk mientras con paso firme, poco a poco, el equipo de Vitinha conquistaba un territorio desconocido. Nunca en 39 eliminatorias disputadas con victoria en la ida el Liverpool había quedado eliminado si tenía que defender la ventaja en su fortín. El 0-1 del Parque de los Príncipes le confería un halo de protección supersticiosa. La tradición de visitantes franceses derrotados era bien conocida. Siete veces, siete triunfos rojos. El pueblo inglés confiaba en la magia hasta que enmudeció. En los penaltis, con la misma solvencia conque hizo todo, el PSG escribió su propia leyenda ante un gigante de la Champions.
Luis Enrique: “¡Que la energía fluya!”
“No hemos tirado ni un solo penalti esta semana”, dijo Luis Enrique, cuando le preguntaron si había preparado a sus jugadores para la serie decisiva. “En el Mundial de Qatar nos eliminó Marruecos después de que fallaran tres tiradores especialistas con España. Ahora han lanzado Viti, Ramos y un chico de 19 años [Doue].... ¡Hay que dejar que la energía fluya!”
“Es difícil analizar este partido en este momento porque las emociones están muy presentes”, dijo el entrenador asturiano en la sala de conferencias, con el semblante propio de alguien que procesa más preocupaciones que felicidad. “Estoy contento porque hemos demostrado el tipo de equipo que somos. Un equipo con mucha personalidad, mucho carácter, que sabe jugar su fútbol en el escenario que sea, incluso cuando nos dominan, como hizo el Liverpool hoy en algunos momentos. Creo que hemos estado a la altura. Nos debíamos una victoria después de perder de una forma tan extraña como perdimos en la ida”.
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