John Malkovich: “No leo nada sobre mí”
El actor se ríe de su imagen de eterno galán en ‘Casanova variations’
La última vez que John Malkovich estuvo en el festival de San Sebastián, disfrutó comparando el teatro con el surf. Hoy, las olas le pillan lejos al actor, que se está recuperando de una operación de rodilla y que por tanto se mueve con muleta. El resto, sigue igual. Malkovich (Christopher, Illinois, 1953) sigue disfrutando más de las tablas que de la pantalla. Y en aparente contradicción, sus dos películas en San Sebastián refuerzan esta idea: en Zabaltegi se proyecta Le paradoxe de John Malkovich, un documental sobre la adaptación que él mismo hizo de Las amistades peligrosas con un grupo de jóvenes actores del parisiense Théâtre de l’Atelier; y en la Sección Oficial hoy concursa con Casanova variations, un extraño cruce entre ópera –Mozart manda-, textos biográficos de Giacomo Casanova y la vida misma de Malkovich, dirigido por el austriaco Michael Sturminger, con quien el actor estadounidense ya había tenido experiencias previas teatrales. Lo mejor de Casanova variations es cómo Malkovich sabe reírse de sí mismo, y de la imagen que el público en general tiene de él como un moderno Casanova, marcada como está su carrera por el personaje de Sébastien de Valmont de Las amistades peligrosas.
Y por ahí arranca la conversación con un, como es habitual en él, impoluto, educado y trajeado Malkovich, que ya ha disfrutado en dos ocasiones del escarnio y de la ironía de meterse consigo mismo: ahí está Cómo ser John Malkovich, con la que esta podría ser una segunda parte más pretenciosa y con ambición de más altos vuelos: “Me considero un tipo con humor. Y no me importa reírme de mí mismo. Pero son dos proyectos muy distintos. Primero porque yo no conocí al guionista Charlie Kaufman hasta el estreno de Cómo ser John Malkovich, y en cambio Michael y yo somos amigos, la idea surgió de él y nos conocemos. Segundo, yo he escrito sobre Casanova, y no puedo considerarme coautor de Casanova variations, pero Michael no tiene el inglés como primer idioma –así que yo le he ayudado en el guion-, y he estado presente en la preproducción, el montaje… Me he implicado en el proyecto”. Sin embargo, confiesa que le preocupó al inicio cualquier posible comparación: “Solo cuanto varios amigos leyeron el guion y me dijeron que estaba muy alejado de lo anterior, me liberé de los miedos”.
A Malkovich no le importa la implicación que le pida en su trabajo: “A veces me piden que sea algo más que actor, y me involucro. Otras veces no, y soy igual de feliz. Soy un actor, el resto es añadido. Ese es mi trabajo y es lo que tengo que hacer. Leo un guion y si no es realmente malo lo hago”. Casanova le parece un personaje “muy interesante, que no admirable, marcado por los clichés que le han acompañado durante décadas, más complejo de lo que parece, y que disfrutó mucho de su paso por la Tierra, aunque no siempre fuera feliz”. Y recomienda algunos de sus escritos, que aclaran mucho sobre su comportamiento.
En un momento del filme, a Malkovich le asaltan las fans, que le preguntan sobre rumores relacionados con él procedentes de Internet, como si es cierto que se lio con dos policías lesbianas sudafricanas. “Resulta que ese cotorreo es cierto. Y, obviamente, ridículo. Yo ya no leo nada sobre mí, pero además te aseguro que no leo ni un chisme sobre mí ni sobre otros. Aprendí a no perder tiempo con los cotorreos”. El estadounidense habla de su pasión por Mozart, y por los libretos operísticos de Lorenzo da Ponte. “Son personajes modernos, muy avanzados para su época”. ¿Y él, cómo se siente? ¿Está muy lejos aquel chaval que se crio cerca de Chicago? “El camino ha sido muy largo. No soy un tipo que mire atrás, aunque confieso que de vez en cuando reflexiono sobre mi vida, y veo muy atrás mi pequeño pueblo natal”. Malkovich suena melancólico, lo que le acerca mucho a la figura del Casanova de su película, un viejo que se despide de la vida. Cambia el tono, y ríe: “Es curioso que la gente aún me vea como un conquistador. Cosas del cine”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.