Lean esto y descifren el enigma
Consideren un automóvil. Sus sistemas de frenado y conducción automática son producto de la vanguardia de la ingeniería y las ciencias de la computación. El aire acondicionado es más antiguo, pero tampoco tanto, porque recuerdo que en los años setenta constituía un raro lujo. La antena se la podemos atribuir a Marconi y el motor a otros grandes inventores de principios del siglo XX, aunque sus partes constituyentes hunden sus raíces en la revolución industrial. Los circuitos eléctricos se remontan al siglo XIX: son esencialmente una idea de Faraday, aunque con una impagable ayuda matemática del gran Maxwell. Sí, y también de Tesla, el nuevo Cristo de los freaks, retratado magistralmente en la novelita de Jean Echenoz Relámpagos.La chapa que cubre al coche, y que sirve entre otras cosas para chocarse con los demás, es un producto de la edad del hierro. Y de la rueda ya ni hablemos.
Ahora tomemos el cerebro, que es producto de otro tipo de ingeniería, la evolución biológica. Las altas funciones mentales que nos separan de los monos —el pensamiento racional, la ciencia y la poesía— equivalen a los sistemas de frenado y conducción automática: son el producto más reciente de la ingeniería de circuitos neuronales que ha logrado la selección natural darwiniana; hasta ahora, por supuesto. ¿Quién les dijo que los homo sapiens somos el producto final de la evolución? El logro excelso del laboratorio divino, el golem de un Dios genetista que ha logrado insuflar consciencia en un trozo de materia inanimada. Oh, vamos.
Un proceso que ha estado funcionando 3.500 millones de años no va a pararse porque nosotros nos creamos ya lo bastante listos. Las cosas en biología, ay, amigos, no suceden así. Pero sigamos examinando el cerebro por las invenciones que lo construyen, como hicimos antes con el coche. Sigamos comparando la ingeniería humana con la natural. ¿Cuál es el motor del cerebro, su distribuidor de energía, el inversor que pone la pasta en los dudosos activos de nuestra mente? ¿Quién inventó el General Motors que alimenta nuestra razón?
Fueron las bacterias, estúpido. El metabolismo, la cocina celular que chupa azúcar y lo procesa para alimentar a las neuronas y permitir que pensemos, equivale a la rueda: una invención simple, brillante y tan permanente como lo pueda ser la vida en la Tierra. Lo inventaron las primeras bacterias y virus que poblaron el planeta, hace más de 3.500 millones de años. Las neuronas fueron un invento de las medusas, hace 600 millones de años, y la organización del cerebro en su arquitectura fundamental ocurrió poco después, en los primeros animales con simetría bilateral que nadaron junto a los litorales cámbricos.
Entonces, ¿son similares las ingenierías humana y evolutiva? A simple vista lo parece: tanto el coche como el cerebro están compuestos de partes independientes, y de hecho inventadas en periodos muy distintos de la historia de la Tierra, o de la ingeniería.
Pero hay un nivel de análisis más fino, más inteligente y creativo, en que lo anterior es una falacia. Los dos tipos de ingeniería son distintos en un sentido fundamental. ¿Puede usted ver de qué se trata? Volvemos a vernos en cuatro días, amigos.
Babelia
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