Espionaje fratricida
La Segunda Guerra Mundial tiene tantas vertientes, que cuando una película recupera alguna resulta una bendición informativa
La Segunda Guerra Mundial tiene tantas vertientes, y algunas de ellas tan desconocidas para los no especialistas, que cuando una película recupera alguna, por muchos defectos que tenga, resulta una bendición informativa, social, política y humana. Si, además, los desperfectos son pocos y perdonables, y las derivaciones de la temática llegan hasta el espionaje entre las dos Alemanias en tiempos de la guerra fría, convergiendo en un apasionante conflicto moral donde sangre, familia e ideales se dan de bruces, el resultado es una obra mucho más interesante que desdeñable. Y es el caso de Dos vidas, de los alemanes Georg Maas y Judith Kaufmann.
DOS VIDAS
Dirección: Georg Maas, Judith Kaufmann.
Intérpretes: Juliane Köhler, Sven Nordin, Liv Ullmann, Rainer Bock.
Género: drama. Alemania, 2012.
Duración: 97 minutos.
Los lebensborn fueron los orfanatos del III Reich creados para los hijos de soldados alemanes y lugareñas de países invadidos, como Noruega, tratadas casi como prostitutas en los países de origen y desposeídas de sus hijos por Alemania al final de la contienda. Con esta base, y con la utilización posterior de estos críos para fines políticos, Maas y Kaufmann han compuesto una película de espionaje puro y duro que mezcla variadas épocas, no siempre con orden y concierto, y evidentes paralelismos con la sensacional La vida de los otros.
Con una efectiva textura de grano duro y bonita fotografía de colores muy contrastados para los flash-backs, los directores, sin embargo, no aciertan a ordenar su apasionante material dramático hasta un final redentor (quizá demasiado), en el que todos los hilos se unen, después de un innecesario mareo al espectador.
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