Río, samba, sudor y frenesí
Las autoridades cariocas son conscientes de que el desfile proyecta una espectacular imagen de la ciudad al mundo
El pronóstico meteorológico anuncia chubascos dispersos y suaves durante los días que durará el carnaval, lo cual, al contrario de lo que se pueda pensar, es una extraordinaria noticia para los millones de personas que se tirarán a las calles de Río para cimbrearse al ritmo de la samba y de las “marchinhas” (viejas canciones populares que se repiten como un mantra durante todo el festejo). Los termómetros registran máximas de 40 grados en varios puntos de la ciudad y el sol que anuncia la recta final de la canícula fustiga inclemente a una multitud que se arremolina entorno a las batucadas, regada de alcohol y ligera de ropa.
Este año las novedades son pocas, pues la celebración de la Copa del Mundo a partir del próximo mes de junio ya supone una atracción en sí misma. La ciudad está tomada por los medios de comunicación de todo el planeta, ávidos de mostrar la idiosincrasia de un país que promete celebrar la “Copa de las Copas”.
La avenida Marquês de Sapucaí, conocida popularmente como Sambódromo, diseñado hace 30 años por el fallecido arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, será un año más el escenario de uno de los espectáculos televisados más emocionantes del planeta. A lo largo de sus 700 metros de longitud desfilarán durante las noches de domingo y lunes las doce escolas de samba que compiten en el denominado Grupo Especial (la Primera División del carnaval), en un nuevo derroche de alegría, rítmica y dinero (los estratosféricos presupuestos que maneja una escola de samba pueden superar los 8 millones de dólares). Las escolas que forman parte de esta suerte de aristocracia del carnaval (Estação Primeira da Mangueira, Unidos da Vila Isabel, Imperio da Tijuca, Portela, Salgueiro, entre otras) llevan a la pista de la avenida agrupaciones que oscilan entre los 2.500 y los 5.000 participantes. Guiados por baterías de 300 percusionistas como mínimo, los integrantes tienen la consigna clara de dejarse la piel durante los 82 minutos que debe durar cada desfile. La escola que infringe este límite temporal es penalizada.
El oscuro mundo de las escolas de samba no ha estado exento de polémicas en las últimas décadas y sobre él ha recaído tradicionalmente una sombra de duda acerca de sus formas de financiación. No son pocos los presidentes de estas agrupaciones que han sido víctimas de ajustes de cuentas o que han acabado en las portadas de los periódicos bajo graves acusaciones de medrar en turbios negocios, como el narcotráfico o las redes clandestinas de juego ilegal.
Sea como fuere, el trigésimo aniversario del Sambódromo está siendo festejado por todo lo alto en Río. Las autoridades cariocas son conscientes de que el desfile de las escolas proyecta una espectacular imagen de la ciudad que da la vuelta al mundo, con retransmisiones en vivo o en diferido en más de 150 canales de televisión. La inversión es enorme, pero los beneficios generados son probablemente mayores.
“Por aquí pasaron muchas historias, muchas alegrías, muchos accidentes, que también forman parte del mayor espectáculo del planeta, pero ciertamente también ha pasado mucho aprendizaje, ya que muchas personas que no tienen acceso a la cultura, lo acaban teniendo a través del carnaval”, explica a pie de pista Wilson Neto, coronado como Rey del carnaval de Río 2014.
Wilson se refiere, en cierta forma, a las 2.500 personas que trabajan a tiempo completo en la Ciudad de la Samba para construir las carrozas alegóricas y los disfraces que desfilarán por el Sambódromo. El carnaval es un negocio en sí mismo, que da formación y empleo a mucha gente humilde y que tiene sus propias leyes de oferta y demanda. Por ejemplo, quien a última hora quiere conseguir entradas para el desfile de las escolas podrá pagar cantidades obscenas en el mercado negro.
Hasta el próximo miércoles de cenizas están autorizados los desfiles en las calles de Río de 492 blocos, las multitudinarias charangas que consiguen arrastrar auténticas mareas humanas, como el tradicional Cordão de Bola Preta, que suele reunir a más de un millón y medio de personas en el centro de la ciudad. Este es el carnaval de quienes no tienen interés o dinero para deleitarse con los oropeles del sambódromo; un carnaval plebeyo y callejero, desterrado durante décadas de la agenda oficial y de las guías de turismo, que sin embargo ha venido cobrando más protagonismo hasta convertirse en el verdadero leitmotiv de quien viene a Río a olvidar las penas.
Este año una conocida marca de preservativos ha decidido redoblar la apuesta en lo que de por sí es ya una de las fiestas más libertinas del planeta y ha instalado una cápsula flotante en la que las parejas podrán dar rienda suelta a su ardor carnal sobre miles de almas encendidas en samba, sudor y frenesí.
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