Drones, kétchup y sastrería
La Semana de la Moda de Milán en cinco claves: del lujo artesanal más ortodoxo al ‘show’ posmoderno
¿Cuándo? Miuccia Prada y Frida Giannini vuelven la vista hacia las décadas de los setenta y los sesenta, respectivamente, para componer sus colecciones. Prada, que abandonó hace 15 días la presidencia del grupo que lleva su nombre, invoca como referente al director alemán Rainer Werner Fassbinder, fallecido en 1982. Estampados que parecen arrancados de una pared, superposiciones en principio indigestas —jerséis masculinos sobre vestidos de cuello halter—y una sutil tensión sexual dibujan un armario poderoso. Fiel a su fórmula magistral, la diseñadora ejecuta una colección intelectual y comercial a partes iguales. Giannini apuesta por los sesenta más formales con un trabajo de líneas sencillas y donde los colores pastel contrastan con el pitón, única concesión a lo indómito entre tanto clasicismo.
Drones. Karl Lagerfeld utilizó vehículos aéreos no tripulados para grabar y emitir en directo el desfile de Fendi. Y aunque semejante alarde de extravagancia tecnológica parecía llamado a usurpar todo el protagonismo, el centro de miradas, reseñas y tuits fue un pequeño llavero. Cara Delevingne abrió el desfile con una versión en peluche de Lagerfeld; prueba colgante de que solo el alemán puede autohomenajearse hasta el paroxismo y seguir sorprendiendo. El modisto ratificó así su habilidad para facturar objetos icónicos capaces de sintetizar la esencia de una colección y alcanzar una repercusión masiva. Lo consiguió con su mochila grafiteada de Chanel para esta primavera, y ahora con el furry Karl.
Con kétchup. Jeremy Scott abrió su primer desfile al frente de Moschino con una línea de bolsos y fundas donde la M de su inicial se confundía con los arcos dorados que conforman el logo de McDonalds. Después, llegarían las sudaderas inspiradas en el personaje de dibujos animados Bob Esponja y, finalmente, los vestidos-barrita de chocolate, con información nutricional incluida: “No contiene ingredientes sanos”. Genialidad o tomadura de pelo, lo cierto es que Scott ha conseguido situar a la marca en el centro de todas las conversaciones, algo que no sucedía desde la muerte de Franco Moschino en 1994. Además, la propietaria de la compañía, Michelle Stein, aseguraba a The New York Times que las ventas de la precolección diseñada por el estadounidense triplican las de la temporada anterior. “Debemos darle a la gente un motivo para comprar ropa: la diversión”, explica el creador.
Marco de Vincenzo. El conglomerado del lujo Louis Vuitton Moët Hennessy acaba de anunciar que entrará a formar parte como socio capitalista de la firma de este diseñador. Tras Maxime Simoens, J.W. Anderson y Nicholas Kirkwood es el cuarto creador emergente que se incorpora al portfolio de la multinacional en los últimos dos años, y, por lo tanto, un nombre a recordar. Además de su propia marca, con la que presentó un elaborado trabajo de materiales en Milán, colabora desde el 2000 con Fendi, propiedad de LVMH, en el desarrollo de su línea de complementos. De los talleres de la casa italiana también salieron en su día Frida Giannini, directora creativa de Gucci, y los responsables de Valentino, María Grazia Chiuri y Pierpaolo Piccioli.
En el bosque. Dolce&Gabbana continúa por la senda folclórica que ha marcado sus últimas temporadas. Sobre la pasarela no faltaron ni sus viudas ni sus brocados bizantinos pero, como ya sucediera en su colección masculina, se impone un espíritu medieval: Capuchas de malla y parches ilustrados con animales como lobos o puercoespines. Juego de tronos y Caperucita salpicados por ostentosos abrigos de visón. Porque el próximo invierno rebosa pieles. Desde los chaquetones pop de Marni a las piezas combinadas de Salvatore Ferragamo pasando por las chupas de pitón y pelo largo de Armani
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