El talento de Armiñán
El cineasta merece el reconocimiento de sus compañeros y del público en general por su buen hacer y por haber batallado contra la censura y los inconvenientes de este cine nuestro
El próximo lunes Jaime de Armiñán recibirá el Goya de honor por su carrera como director y guionista, a la que habría que añadir la muy fértil realizada también en teatro, y especialmente en televisión. Aplausos a su talento.
Desde hace un par de años la Academia entrega este Goya especial en la llamada “fiesta de los nominados”, quizás con la intención de evitar que la ceremonia de los Goya, habitualmente larga, se extienda aún más con nuevos discursos. Un objetivo no siempre logrado, si recordamos que el año pasado la espléndida Concha Velasco realizó un auténtico show cuando en el escenario celebró el Goya que le había sido entregado unos días antes. Sin embargo, valió la pena.
Sea donde sea, Armiñán merece el reconocimiento de sus compañeros y del público en general por su buen hacer y por haber batallado contra la censura y los inconvenientes de este cine nuestro, tan castigado desde numerosos frentes. Cómo olvidar su inteligente guión de Historias de la frivolidad, dirigido por Narciso Ibañez Serrador, que obtuvo premios en festivales internacionales mientras que en la televisión española se estrenó de tapadillo; o la serie Juncal, el personaje que Paco Rabal prefería de toda su carrera… Las películas de Armiñán, Mi querida señorita o El nido (ambas nominadas al Oscar), El amor del capitán Brando, Jo papá, Al servicio de la mujer española, Stico, Mi general… con una poética muy personal, heredera del costumbrismo, incluso del sainete, han ido dando cuenta de diversas circunstancias de este país y hoy constituyen un fresco social de cosas pasadas y de otras desgraciadamente perennes.
Armiñán hizo su última película, 14, Fabian Road hace seis años. Tuvo problemas de producción, mala distribución y ningún éxito. Pero él, casi nonagenario, no cesa de trabajar. Tiene al menos una comedia teatral sin estrenar y en la cabeza decenas de proyectos, algunos seguramente sobre el circo y los toros, temas que le entusiasman y sobre los que ha escrito con frecuencia y lógica pasión. Bienvenido sea este Goya de Honor que hace por fin justicia a un cineasta honrado y brillante, prototipo de una generación que las pasó canutas pero, como en su propio caso, sin relajar la bonhomía, el humor ni la elegancia en el trabajo y en el trato personal.
Babelia
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