Federico García Lorca escapa a la censura
En '1941. Bodas de sangre' se representa la tragedia lorquiana con la época de la posguerra como telón de fondo de sangre y violencia
Han pasado cinco años desde que lo fusilaran en Víznar, en las inmediaciones de Granada, cuando la Guerra Civil española recién había comenzado y la tragedia apenas se empezaba a bosquejar. Es 1941 y ya la cruenta realidad de una dictadura está impuesta por las represalias, las ejecuciones y una censura que proscribe la obra de uno de los poetas y dramaturgos cuyas palabras resuenan aún como recién salidas de su pluma. Un grupo de nueve actores, desafiando toda prohibición, ensaya Bodas de sangre de Federico García Lorca. Lo acompañaremos en su encarnación de un texto que habla del poder y del yugo de la sangre y en el que se va colando la realidad de fuera, la de las voces amenazantes de los tiranos o de los acordes del Cara al sol, himno de la falange española, a través de la radio brumosa.
1941 Bodas de sangre así lleva sobre la escena el texto de García Lorca trayendo otro universo, el de la época, trazado escenográficamente por mediación de un rectángulo que define la caja que establece los límites entre ensayo teatral y vida durante el primer franquismo, en una propuesta que los autores describen como “un juego de muñecas rusas”, y una visión caleidoscópica de la obra. Poco más adornará las tablas del Teatro Valle Inclán de Madrid del Centro Dramático Nacional hasta el 12 de enero en este montaje con dramaturgia y dirección de Jorge Eines (Buenos Aires, 1949). Los objetos serán precursores de la violencia y la sangre como lo concibió el autor granadino, sonará el flamenco, estallarán sentimientos exaltados.
La ejecución de García Lorca se transforma, según Eines, en la muerte de todos y “de las libertades en un país torturado por la impunidad”
“La muerte de Federico García Lorca lo instaura como símbolo. Es el emblema más universal de una represión que fue asumida como correctora. Una moral instalada por las armas, al servicio de la unión de Iglesia y Estado”, relata Eines de cómo la figura del autor empapa los tiempos del régimen. Fue con ocasión de un congreso en Buenos Aires cuando este hombre, también teórico de la técnica interpretativa y fundador de su escuela de interpretación, reflexionó sobre cómo el poeta se podía relacionar con el Guernica de Pablo Picasso como símbolos del poder del arte y de la escena en particular “para redimir muertos”. Porque la ejecución de García Lorca se transforma, según el director, en la muerte de todos y “de las libertades en un país torturado por la impunidad”.
“He llegado 30 años más tarde a este proyecto. Nunca he dejado de lado a Lorca, pero tampoco me atrevía”, cuenta Eines del proyecto. No es la primera vez que se apoya en la dimensión temporal para dar profundidad a sus montajes. Ya lo había hecho con su adaptación de 2011 de Ricardo III de William Shakespeare, en la que se entablaba una conversación entre la Inglaterra renacentista y los campos de exterminio nazi de la Segunda Guerra Mundial. Allí de nuevo el ensayo de los prisioneros era la ventana para entretejer realidad y ficción, y abrir una ventana a aquello que bautizó como la banalidad del mal Hannah Arendt. Este, junto con el montaje sobre Beckett Tejido abierto, tejido Beckett de 2010 y 1941. Bodas de sangre abordan el trabajo del actor como punto de partida para la construcción teatral. Es la premisa de la Compañía Tejido Abierto Teatro que el propio Eines articuló en 2007: un actor que hace, deshace y construye. “Soy egoísta, si no le doy espacio creador y libertad a los actores, no obtengo lo que me gusta”, asegura en la presentación en Madrid, arropado por algunos de los intérpretes.
En 1941 Bodas de sangre los actores que dan vida a actores irán ensayando distintas escenas sobre el escenario de la obra de Lorca, porque, como reza su lema, “contra Franco se ensaya mejor”. Cuando lo hacen en esa clandestinidad, se apaga la radio. Leonardo es el único personaje en Bodas de sangre que tiene un nombre en la tragedia y a él le corresponde hacer las veces de narrador. Pero también de músico. Por ejemplo, antes del secuestro de la novia, en el momento de la frustrada boda, será él quien toque el bandoneón. Y no puede soportar la imagen de los novios bailando ante sus ojos. Así, Leonardo aparece como un personaje de múltiples caras, algo que explica el actor que le da vida, Jesús Noguero: “A este personaje se le pueden poner etiquetas y simplificarlo, pero tiene motivos que legitiman su conducta y lo dotan de humanidad…”. Leonardo es víctima de sus circunstancias, de la falta de recursos que le impide consumar su unión con la novia, para ver después que esta se va a casar con otro hombre.
“Me interesaban las verdades contradictorias de los personajes, [porque en esta obra] se hace difícil no juzgarles…”, señala Eines. Y la perspectiva que es necesaria, añade, es la que aportan “las contradicciones inherentes de la propia existencia”. Esta complejidad contrasta con el espacio escénico, en el que permanecen elementos como los leñadores o la luna pero, apunta el director, “se ha resuelto desde la carencia”. “No quiero que haya riesgos de que la presencia escenográfica oculte al actor”, argumenta. El elenco de 1941. Bodas de sangre está formado por Carlos Enri, Inma González, Luis Miguel Lucas, Beatriz Melgares, Daniel Méndez, Jesús Noguero, Danai Querol, Carmen Vals y Mariano Venancio, que se pone en la piel del padre, la suegra y la vecina.
Babelia
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