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México saca pecho en el ‘ring’ del arte contemporáneo

El nuevo Museo Jumex, diseñado por David Chipperfield, alberga obras de Koons, Hirst y Warhol

Toni García
Museo de la Fundación Jumex diseñado por David Chipperfield.
Museo de la Fundación Jumex diseñado por David Chipperfield.

La reluciente joya arquitectónica de David Chipperfield que aloja la colección de la Fundación Jumex aspira a convertirse en uno de los grandes iconos artísticos de Latinoamérica. Los fastos para la apertura del museo, el pasado martes, convocaron a un auténtico quién es quién del arte contemporáneo, y dejaron bien clara la apuesta ya no solo de Jumex, sino de la capital mexicana y por extensión de todo un país, por hacerse con el (imaginario) título del rey de la cultura moderna en un continente donde Brasil y Colombia pujan con fuerza.

Doug Aitken, Julieta Aranda, Abraham Cruzvillegas, Dario Escobar, José Parlá, Gabriel Kuri, Jonathan Horowitz, Pierre Huyghe, Laura Owens, RETNA o Damián Ortega, entre muchos otros, comparecieron en el distrito federal para la inauguración del impresionante museo de casi 7.000 metros cuadrados construido por el arquitecto británico David Chipperfield. Se trata de un magnífico trabajo basado en materiales como el mármol Xalapa, un elemento autóctono que Chipperfield consideraba obvio. “Pensé: ‘¿Qué puedo usar en México que tenga que ver con el país y que además sea de calidad superior?’. La respuesta surgió de forma casi automática, y a pesar de las pruebas que hicimos con madera o cemento, el Xalapa siempre fue la mejor opción”, explica. “Quería hacer un edificio que hablara con el visitante, que no fuera protagonista en sí mismo sino que dejara hablar a las obras, en el que los espacios fueran casi intercambiables y que tuviera una gran cantidad de luz natural. Esas fueron mis prioridades”, argumenta el también responsable de la restauración del Neues Museum, en Berlín, premio de arquitectura Mies van der Rohe 2011 de la Unión Europea y firmante del Museo Gotoh de Tokio, en Japón y del museo de arte de Figge en Iowa (EE UU).

Al creador británico le ha sorprendido gratamente el ambiente de la ciudad, en todos los sentidos. “El clima es maravilloso, diría que amigable, y eso me ha permitido, en términos arquitectónicos, pensar en algo que en otros museos hubiera sido impensable: una terraza que puede funcionar gran parte del año. Por otro lado, el ambiente de trabajo ha sido estupendo. Muchos me preguntan si ha sido difícil trabajar en México y la verdad es que ha sido un placer. Siempre que he venido a la obra me he encontrado a los responsables, preocupados por cada detalle, por nimio que pudiera parecer; trabajando de un modo casi artesanal… mira simplemente el suelo de esta sala, es una obra impecable. ¿Trabajar con mexicanos? Por favor, sí”, sonríe.

Una obra de James Lee Byars para el museo de la Fundación Jumex.
Una obra de James Lee Byars para el museo de la Fundación Jumex.

El museo, un verdadero titán en términos de infraestructura artística, sacará provecho del inacabable legado de la Fundación Jumex, una de las más importantes del mundo en lo que se refiere a la adquisición de arte contemporáneo. “El trabajo solo empieza, hemos estado años preparándonos para esto y ahora toca poner la máquina a funcionar. No va a ser un trabajo sencillo”, reflexiona el subdirector de la fundación, Patrick Charpenel (de ancestros franceses pero nacido en Guadalajara). “Además es un trabajo que no solo afecta al arte en México sino que pretende revitalizar todo el entorno. Soy un romántico incurable y creo que el arte nos salvará de cualquier desastre. Creo que cuando uno ve una obra de arte su manera de mirar el mundo cambia y que si todos nos abriéramos a esa experiencia las cosas serían distintas”, cuenta un acelerado Charpenel, de pie en una sala salpicada de valiosas obras de Jeff Koons, Damien Hirst, Thomas Ruff o Andy Warhol, entre otros popes del arte contemporáneo.

El entorno del que habla Charpenel es lo que en México conocen como el nuevo Polanco, una zona al norte del barrio homónimo con fuerte tradición industrial que se encuentra inmersa en plena transformación gracias a la ayuda —entre otros— del magnate Carlos Slim y de la propia Fundación Jumex (de la conocida marca de zumos mexicana).

Detalle de la escalera interior del museo.
Detalle de la escalera interior del museo.

El museo, situado al lado de una obra icónica del DF como el Soumaya, arranca lo que sus creadores definen como un “corredor cultural” que confían que atraiga inversión a la zona, cuyo núcleo es cultural y urbanístico (los parques del área han ganado diversos premios), pero en la que algunos ya han detectado signos de especulación, como la imparable subida de los precios de las viviendas y lo que muchos llaman “colonias verticales”: rascacielos que surgen como setas en un terreno que hasta hace poco era un barrio obrero.

Aun así, es indudable el impacto de esta iniciativa en una ciudad casi infinita, y en ese sentido, pocos en la capital dudan de que el proyecto hubiera sido posible sin la directa intervención de Eugenio López, capitoste de la Fundación Jumex y uno de los coleccionistas de arte más importantes del mundo. Sin duda López puede presumir ahora de tener en sus manos uno de los proyectos artísticos más ambiciosos de Latinoamérica (junto a otras importantes colecciones privadas de arte, como la del también mexicano Carlos Slim y, sobre todo, la de la venezolana Patricia Phelps de Cisneros)... y espera competir en breve con el gran hermano estadounidense.

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