El niño que comprendió el capitalismo
La directora Ursula Meier narra una historia de amor en los límites en 'Sister', película que conquistó al jurado de la Berlinale de 2012
Simon (Kacey Mottet Kleintiene) solo tiene 12 años, pero ya ha comprendido a la perfección la lógica del capitalismo y de ella se quiere aprovechar. En las primeras secuencias de Sister, dirigida por la directora francosuiza de 42 años Ursula Meier, seguimos sus movimientos en una estación de esquí de Los Alpes mientras rebusca en mochilas, sopesa el valor de gafas, y desentierra esquís de la nieve para cargarlos a sus hombros; después bajará por el telesférico a su mísera realidad del valle. Simon es un ladronzuelo con una pesada carga. Ahí, en ese plano horizontal y desesperanzador debe mantener a su hermana mayor Louise (Léa Seydoux), más interesada por seguir con sus aventuras esporádicas con hombres de diversa calaña que por tener un trabajo estable, con los trapicheos y las ventas del material que ha sustraído.
El niño desempeña su labor en una atmósfera ligeramente claustrofóbica pero a la luz del día, ante la vista de felices esquiadores que pasan sin ver y sonríen ante la promesa de un día divertido en las alturas. Aunque alguno se dé cuenta de sus maniobras no se detiene mucho a interesarse por sus circunstancias. Sister es una historia vertical que además contiene una poderosa narración de amor, en la que el dinero ha venido a emponzoñarlo todo y crece “como una mala hierba”. Así la define y la describe Meier, quien logró el Oso de Plata Especial en la Berlinale de 2012, creado ad hoc para el reconocimiento de este filme brutal y hermoso, narrado desde una perspectiva muy meditada: la ausencia de juicios morales sobre sus protagonistas.
Ursula Meier ha hecho de la íntima relación entre el lugar y su historia, “de la topografía”, marca de su manera de filmar. Así sucedió en su primer largometraje Home, ¿dulce hogar? de 2008 en que la vuelta a la vida de una autopista abandonada cambia la suerte de la familia que junto a ella residía felizmente. “No llegué al cine por la literatura o por las palabras, sino por el cuerpo y las imágenes. La fotografía es lo que más me inspira”. Así, en Sister, la directora, de visita en Madrid para su presentación, establece una relación vertical que se respeta a lo largo de toda la película entre la parte “alta” y la “baja” que encarnan la estación de esquí y la torre de apartamentos a los pies de la montaña hogar de Simon y de Louise. En esos escenarios siempre sucede la historia. “Un filme es un encuentro de varios deseos y yo quiero además que el lugar provoque una tensión en ese relato, las idas y venidas de Simon a través de ese cable telesférico en el caso de Sister”.
La pasión que la realizadora siente por las posibilidades del “límite” empapa el filme, que se desenvuelve sinuoso a través de la relación en la que hay mucho “de juego peligroso”, mucho de abuso, y mucho sin decir entre hermano y hermana. Un intercambio en el que se ve a un Simon veladamente culpable que quiere retener a Louise al darle dinero o los bocadillos que ha robado en la estación, mientras ella desaparece de vez en cuando sin más explicaciones. “El niño tiene que elevarse en todos los sentidos física y afectivamente, pero pertenece al mundo de abajo [aunque en el de arriba se invente una identidad distinta]. Donde mejor se encuentra es en la telecabina suspendido entre los dos mundos”, relata Meier, una cineasta que dice querer estar siempre “en el límite de la dramaturgia, con personajes que van hasta el límite del límite del límite y llegando hasta ese límite encuentran fuerzas para salir adelante”. En esa exploración de la frontera, Meier no rehúye esa mezcla de géneros que también distingue su cinematografía. “He tenido miedo a quedarme encasillada. En Sister me gusta que al principio parezca un poco una película social. Después nos damos cuenta de que es una historia de amor muy fuerte entre estos dos personajes. Deseo que el filme se vaya deslizando hacia algo que no nos esperamos y desequilibrar al espectador. No soporto quedarme en los raíles de un sistema y en un cine muy definido, sino descarrilar y sorprender al espectador…”.
A la actriz Léa Seydoux, apasionada por el guion según la realizadora, le costó meterse en la piel de Louise en un personaje para el cual no había referencias y sí para ella “muchos prejuicios morales”. “Léa tenía que encontrar su fragilidad para encarnarlo y fue muy hermoso porque en un momento dado llegó a comprenderlo mejor que yo y luchaba por él en el plató. Eso me permitió despegar de la película social. Ella lleva una especie de misterio en el interior, grietas y fisuras…”. Louise es un ejemplo de esos personajes de los que disfruta Meier: aquellos con los que el espectador no se puede identificar inmediatamente.
Más allá del amor marginal de Sister, y del arranque en lo social, se trata de una película “sobre todo política”, afirma la directora. Primero está el lugar, esa topografía que todo lo hace posible: “Una estación de esquí es quizá uno de los últimos lugares en el mundo en el que la gente de una cierta clase social está ‘entre ella’ porque cuesta caro. Ese sentimiento de estar entre gente de bien lleva a confiarse, dejas los esquíes en el restaurante y es como si plantaras el ebook en la nieve, porque cuestan lo mismo. Nadie piensa que lo vayan a robar porque la canalla no sube…”. Esto le da absoluta libertad a un Simon “muy listo, que ha comprendido que es mejor imitar ese mundo y se pasea con gafas y verdugos de manera anónima y como un pequeño capitalista”, al mismo tiempo que es “un Robin Hood” porque vende el material a precios módicos. “Él cree en el capitalismo, en que puedes ascender en la vida, mientras que su hermana piensa que nada cambia, es un personaje horizontal. Me interesaba ese contraste”.
Ursula Meier ha recorrido muchos países durante estos casi dos años desde el estreno de la película y piensa que la buena acogida, tanto en Europa como en Estados Unidos, habla de cómo el filme toca el corazón de lo que ahora sucede por la crisis: la necesidad de sobrevivir y de rebelarse en un mundo como el de hoy, personajes que cogen de los demás porque no tienen otra opción…
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