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Pablo Martín-Laborda, el poeta que mira de cara a la muerte

El escritor fue en su otra vida periodista pionero de información europea. Ahora publica su tercer libro de poemas

El poeta Pablo Martín-Laborda.
El poeta Pablo Martín-Laborda.

Pablo Martín-Laborda (Zaragoza, 1940) pasó del periodismo a la poesía y lo hizo ya con 64 años “por placer”, por divertirse a tope, como describe. Pero le da pena que el descubrimiento de esta nueva vida haya sido tan tardío. Ahora a la edad de 74 publica su tercer libro de poemas después de Poemas puros, impuros y vitriólicos y Versos atados y sueltos, y se atreve con la que se supone mayor enemiga del ser humano. Con 107 poemas a la muerte (Ediciones Vitruvio) el autor desea que al lector se le contagie esa convicción suya de que hay que convivir de manera natural con la muerte, algo que no sabemos hacer. Es fundamental quitarle hierro. “Preferimos no pensar, fingir que no existe… Pero una relación normal con ella es clave para no temerla…”.

Resulta inevitable preguntarle al poeta de dónde le viene esa capacidad para domesticar a la más salvaje. ¿Tiene que ver con que fuera testigo al cubrir la guerra de Yom Kipur, el conflicto que enfrentó a Israel con Siria y Egipto, que lanzaron una ofensiva en 1973 ese día festivo para los judíos? Martín-Laborda responde negativamente. Tampoco se relaciona su poesía cordial hacia la muerte con el infarto que sufrió en mayo; ya estaba corrigiendo su libro cuando enfermó, así que la fuente de inspiración no es clara. "La muerte debió pensar que había hablado demasiado de ella y me quiso llamar", ironiza al referirse a sus días en el hospital. "Ahora tengo una tarjeta amarilla". Entonces ya se sentía preparado sin Dios o religión de por medio, formas de ver con optimismo el más allá que no aparecen en sus versos. Esa ausencia de miedo a perder la vida, sostiene, tiene que ver "con algo genético". Y así lo deja, con ese misterio con el que también busca teñir sus poemas.

Una relación normal con la muerte es clave para no temerla

Pablo Martín-Laborda fue corresponsal en Bruselas de TVE y un pionero del periodismo comunitario. Más tarde fue artífice de la revista Europe especializada en temas de la entonces Comunidad Económica Europea. Ahora los viajes continúan marcando su escritura. Así ha sido con los versos que dedica a la muerte, concebidos en lugares como Venecia, Alcobendas, Buenos Aires, París o la sierra de Aracena.

El poeta califica su poesía de lírica y romántica, y, a pesar de que la muerte es el tema central de su nuevo libro, ve la obra como "poliédrica". Cierto es que la muerte aparece desde muy distintos ángulos y rostros, diversas perspectivas. Está por ejemplo Desembarco en Normandía. A partir de un episodio histórico, Martín-Laborda imagina el sufrimiento de las madres que tienen a sus hijos lejos, quienes han participado "en una acción bélica generosa":

Allí donde la arena se levanta/ el obús rompió la playa/ dejó a tres soldados sin vida en la zanja./ Arrastré sus cuerpos,/ con la cólera de mis brazos/ a la luz del sol de mediodía/ entre barrancas enemigas,/ hasta el regazo de sus madres/ que esperaban,/ con la mirada encadenada/ al pozo de sus lágrimas/ y la voz desvalida,/ a los ataúdes sellados sin caras".

Los políticos van arrastrando los pies ante la realidad. 

Llevado por la historia del artista Modigliani habla de otras maneras de fallecer. Con Boca de metro de Chueca, que escribió "entre lágrimas", retrata la tragedia de la crisis en Madrid y las formas de escapar a ella. La grave situación española no es ajena a sus versos sobre la muerte:

"[...] La muerte/ se desplomó por los escalones/ de la boca del Metro/ ante la mirada guillotinada/ de los mendigos danzando con ganas/ sobre sus lechos, de/ rabia/ botellas/ cartón".

Otro ejemplo es España, invierno 2013 con la visión de una realidad "que va a peor" y que se avecina inminente.

"[...] Un hombre en la terraza/ sigue el vuelo,/ con un alambre para la ropa/ se cuelga del cuello,/ el aguacero insistente derrama/ lágrimas de acero/ armado de puñales y de noches./ Este invierno embestirá a muerte/ como el toro malherido/ a una España boca abajo en el tendido cero".

"No soy un poeta que pase de puntillas por los temas. Es necesario un compromiso para cambiar la realidad. Nosotros y los filósofos nos adelantamos al futuro. Los políticos son los que van arrastrando los pies...".

En 107 poemas a la muerte el más allá viene también presentado desde la óptica del amor, como en Háblame, en el que al yo poético fallecido se le da la oportunidad de charlar un minuto con su amada:

"aunque sea un minuto/ me parecerá un torrente de palabras/ en el cálido verano eterno./ Háblame en francés/ en la lengua más dulce/ para hablar de amor a un hombre".

El humor también define qué supone dejar de vivir y Bronquilla entre difuntos, la discusión exagerada de una madre y de un hijo ya muertos, es prueba de ello. Así la trascendencia se dota sobre todo de humanidad, y las fronteras entre existir y dejar de hacerlo son fáciles:

"Me enfadé con mi madre/ la saqué de la tumba con dificultades,/ sin entrar en detalles/ vinimos a Madrid en AVE./ Le dije cosas feas/ con un consomé en la mano,/ por estrés de la vida,/ no las merece totalmente".

Martín-Laborda no reconoce influencias directas en sus versos, dado que él empezó muy tarde en esto, dice sin más mientras añade que su poesía aborda un tema al que no arropa una amplia tradición... Aún así, Baudelaire, García Lorca, Huidobro, Neruda, Borges, Bergamín, Homero... lo han acompañado por el camino de unos versos que "se robustecen" con los años y que miran de cara, en esta ocasión a la muerte y sus múltiples formas.

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