“Haber participado en política no puede ser una barrera en la carrera de una persona”
La exministra de Cultura, finalista del premio Planeta, habla sobre su novela y sobre la polémica generada sobre la posible incompatibilidad por haber sido ministra
El Planeta es ese premio que tiene en su palmarés a escritores como Mario Vargas Llosa, Juan Marsé, Ana María Matute, Eduardo Mendoza, Antonio Muñoz Molina, Soledad Puértolas, Gonzalo Torrente Ballester, Jorge Semprún o Ramón J. Sender pero que cada año levanta grandes expectativas y pequeñas suspicacias. Las primeras, alimentadas por una maquinaria publicitaria que funciona como un reloj, vienen de la dotación del galardón (601.000 euros para el ganador y 150.250 para el finalista.); las segundas, del falso suspense que rodea el anuncio de los ganadores la noche de cada 15 de octubre. A ellas se les sumo ayer el debate provocado por el hecho de que Ángeles González-Sinde -cineasta, escritora y ministra de Cultura hasta diciembre de 2011- resultara finalista con su primera novela para adultos: El buen hijo. Cabe decir que en el régimen de incompatibilidades está excluida explícitamente la "producción y creación literaria o artística".
PREGUNTA. Ayer, minutos después de conocerse el fallo, surgieron ya dos temas relacionados con su trabajo. Uno es el socorrido asunto de las relaciones entre cine y literatura. El otro es una pregunta: no por qué una exminista de Cultura escribe una novela sino ¿por qué se presenta a un premio y a un premio como el Planeta?
RESPUESTA. Siempre digo que quizá porque soy hija de productor de cine tengo muy dentro el concepto de que la cultura es también industria, que lo que importa es comunicar y llegar al mayor número posible de espectadores. He vivido experiencias en las que tú haces una película con un esfuerzo enorme, económico y humano y artístico, y no llega a sus destinatarios. Cuando escribí la primera novela infantil, en 2006, la presenté a un premio [el Edebé] del que no sabía nada más que se había presentado un amigo guionista, Roberto Santiago. Y lo gané.
P. Pero todavía no había sido ministra de Cultura.
R. No creo que sea bueno que estemos convirtiendo el haber participado en política en una especie de barrera en la carrera y en la vida de una persona de la sociedad civil, porque entonces estaremos transmitiendo a los ciudadanos el mensaje de que la política solo es para profesionales, para los miembros de la Administración, los abogados del Estado y los subsecretarios. No, la política es para que participe todo el mundo, y quizás nos iría mejor si más gente pudiera participar en política y luego volver a su actividad profesional privada. Aportarían otra visión más real del mundo.
P. Pero un premio...
R. El Planeta te garantiza que tu novela va a ser conocida por más número de lectores.
P. ¿No dudó si presentarse?
R. No, no lo dudé.
P. ¿Ni por las suspicacias que lo rodean? Cuando lo ganó, Fernando Savater dijo que sospechar del Planeta era como sospechar de los Reyes Magos.
R. Yo he ganado dos premios Goya, he sido presidenta de la Academia [del Cine], he sido ministra, he ganado otros premios antes... pero hay algo del sigilo, de la discreción, del ritual del Planeta que está muy bien conservar. Eso le da a los libros ganadores un halo que está bien que se conserve. No sé por qué queremos desbaratar todas las tradiciones.
P. Es un concurso y se presentan 400 personas más.
R. Y seguro que si hubiera habido manuscritos más adecuados editorialmente no habríamos ganado Clara [Sánchez] y yo. Eso es lo central, que el texto sea adecuado. Si no hubiera sido adecuado por temática, por calidad, por un montón de cosas, no hubiera llegado ahí, porque la competencia es muy fuerte. Y más en este momento en el que hay muchos autores que antes se podían ganar bien la vida con la escritura y ahora no. Se presentan muchos más manuscritos. Y por la difusión, ahora es muy importante. El lugar que puedes ocupar en una mesa de novedades es tan frágil y tan efímero que tú tienes que pelear por lo mejor para tu libro.
P. ¿Por qué un libro y no una película? ¿Por la libertad de no pensar cómo se adaptaría la historia en imágenes?
R. Ese es el gran placer y el gran lujo y la razón por la que instintivamente, después de la política y de tantos años en el cine necesitaba hacer lo que me diera la gana, lo que me saliera de verdad de dentro, lo que fuera verdadero. A veces en el cine no puedes hacer lo que es verdadero para ti porque tiene que ser conciliable con un presupuesto o con los intereses comerciales de quien pone el dinero o con otras cuestiones comerciales o logísticas. Es bonito trabajar con tantos condicionantes y con otras personas en hacer real algo que solo son unas palabras en un papel, pero quería hacer algo que se alejara de eso, que el proceso solo dependiera de mí hablando directamente a un lector desconocido a quien yo intento complacer, desde luego.
P. Ayer contó que su novela habla de un personaje que se pregunta si debe atreverse a cambiar de vida o ser lo que los demás esperan que sea. Parece autobiográfico.
R. Siempre me interesan esos asuntos. En todas mis películas eso es lo que subyace, sean encargos o no. Siempre es el terreno al que lo llevo: cómo debe vivir uno, cómo se hace para vivir mejor, cómo se hace para cambiar. Como dice una amiga mía, el cine o la buena literatura son mucho mejor que los libros de autoayuda. Aprendes a vivir mejor con la experiencia de los otros. En mi caso era importante, por las cosas que me habían pasado, y no solo en la política: la muerte de mi hermano en un momento en el que yo no puede expresar o vivir ese duelo: Además, mi hermano pequeño; no estás preparado para ver morir a tu hermano pequeño de la mañana a la noche. Todo eso hizo que estuviera en un momento de cambio, de revisión, de qué quiero hacer y qué quiero contar. No estaba muy seguro. No estaba muy segura de que fuera a ser una novela útil, por si era demasiado íntima, demasiado personal, esas eran mis dudas.
P. ¿Fue difícil escribir como un hombre en primera persona? Es lo que se pregunta a los hombres cuando usan la voz de una mujer.
R. He escrito muchos personajes femeninos, unos porque los he elegido y otros porque me los encargaban. A veces por ser mujer piensan que vas a hacer mejor ese material. También hice Segunda piel con Javier Bardem, sobre una pareja de hombres homosexuales, y me sentí perfectamente cómoda. El trabajo del escritor es como el del actor: dentro de ti tienes que buscar cuál es el punto de vista de los personajes. ¿Qué el protagonista de la novela sea un hombre? Me generó alguna dificultad en cómo afrontaba las relaciones sexuales, pero no hay tantas diferencias. Tiene más que ver con cómo es tu constructo mental o anímico que con el género.
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