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cámara oculta
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Inefable Montoro

A los herederos de Franco en el poder, los de la “marca España”, con el ministro Montoro a la cabeza, solo les queda la censura del dinero para castigar la disidencia

A Franco le gustaba tanto el cine español que, según se contaba, veía en El Pardo una película cada noche. Él mismo incluso hacía sus propios rodajes con una camarita, además de escribir algún guion y de haber construido un sistema de censura feroz para que nadie se saliera de madre y sólo se hicieran las pelis que a él le gustaban. Era la suya una censura de tijera pero también de índole económico por la que se les daba dinero a los afines mientras se les negaba a los disidentes. Aquel cine español que le gustaba a Franco no solía salir de nuestras fronteras, hasta que el ministro Fraga Iribarne comprendió que enseñar en el exterior las películas de los rojillos daba una buena imagen de la España que él quería promover.

Ahora, a los herederos de Franco en el poder, los de la “marca España”, con el ministro Montoro a la cabeza, solo les queda la censura del dinero para castigar la disidencia, a la que añaden dosis de falsedad para justificar sus decisiones. Dice Montoro que los espectadores han dado la espalda al cine español; sin embargo, su compañero en el Gobierno, el de cultura, asegura que 2012 ha sido “el mejor año de la industria audiovisual de los últimos 27". Y que en los últimos cuatro años ha habido cerca de cuatro millones de espectadores más. ¿En qué quedamos? ¿Y qué está pretendiendo Montoro con datos erróneos o simplemente falsos? ¿Cree realmente que las salas se están cerrando por culpa del cine español? ¿Qué le han hecho los cineastas para que ejecute contra ellos esta especie de perversa venganza, e incluso se meta a crítico de cine y de televisión? ¿Ve Montoro una película cada noche como hacía el dictador? Podría por lo menos imitarle también en eso, ya que aprendió tan bien de él a censurar con dinero público. Y debería aprender también de Fraga, que con argucias y triquiñuelas logró, valiéndose del cine, dar una imagen del país mucho más pasable que la que lucían sus colegas ministros. Corría por entonces el rumor de que uno de aquellos ministros franquistas había decidido no volver nunca más al cine porque le molestaba el pianista que acompañaba a las películas; el muy bruto seguía creyendo que el cine aún era mudo. ¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando esta desgracia?

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