El arte brasileño en doce obras
Fotogalería de un arte siempre a la búsqueda de sí mismo La fusión, el uso de materiales no convencionales, la radicalidad y la participación del público

El arte brasileño se ha movido desde las vanguardias de comienzos del siglo pasado a la búsqueda de una voz que sonara fuerte, y en la que se fusionaran los mundos, se reprodujera ese mosaico de vidas que componen la cultura del país, y en la que el resultado fuera algo muy diferente y propio. Integración y contaminación. Desde el 'Abaporu' de Tarsila do Amaral, que inspiró el manifiesto de Oswaldo de Andrade se proponía recuperar la cultura y las tradiciones autóctonas, a la vez que se devoraba aquel arte que había sido impuesto desde Europa. Así nació el tropicalismo, movimiento que abarca el cine, el teatro, la escultura o la pintura. Artistas como Hélio Oiticica o Lygia Clark persiguieron un tipo de creación en el que se combinara la cultura popular con las formas de la vanguardia.
Ya los artistas nacidos a comienzos de siglo se preocuparon de que la ética viniera ligada a la política. Fue el caso de Lygia Pape, o de Cildo Merieles y Artur Barrio, nacidos más tarde. El empleo de materiales no convencionales, de uso diario o denostado como la basura en el caso de Artur Barrio, uno de los conceptuales más radicales de los sesenta, —quien denunció asimismo la opresión en el Tercer Mundo—, también ha sido marca de la inmensa creación brasileña.
La generación nacida en los sesenta se ha convertido en una de las más mimadas de la escena internacional, cotizada y reconocida a nivel mundial. Hay varios elementos que caminan de forma transversal en su obra: el empleo de materiales no convencionales ya presentes en sus predecesores, como las mermeladas de Vik Muniz, o la invitación que se hace al público, que puede experimentar el arte con sentidos que no son el de la vista. Ernesto Neto, Valeska Soares, Vik Muniz, Adriana Varejão o Rosãngela Renno han situado a Brasil en el mapa y han dado a conocer a las generaciones anteriores, y con ellos se ha llegado a Clark, Pape y hasta Oswald de Andrade. De las nuevas voces se ha viajado a las que sentaron las bases de un arte siempre a la búsqueda de su propia voz. Y en los noventa ha llegado la gran explosión.
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