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Un esqueleto en mi jardín

Se trata de un menor de edad que vivió en la Edad Media, entre el año 900 y 1000.

Lola Hierro
Esqueleto encontrado en el domicilio de un vecino de Cistierna (León).
Esqueleto encontrado en el domicilio de un vecino de Cistierna (León).roberto fernández tejerina (EL PAÍS)

Cuando Roberto Fernández Tejerina, vecino de la localidad leonesa de Cistierna, decidió construir un invernadero en el jardín de su casa, lo último que pensó es que hallaría el esqueleto. Y, sin embargo, allí estaba, enterrado junto al muro de un antiguo palomar del siglo XIX que linda con su finca. Algo sonó “diferente” cuando el obrero que Roberto contrató comenzó a perforar la tierra con un martillo neumático y empezaron a salir “algunos restos con forma de hueso”.

Roberto dio el aviso a la Junta de Castilla y León, que envió un arqueólogo para inspeccionar el hallazgo y confirmar lo que el vecino ya sospechaba: que son unos restos muy antiguos de un niño o niña de corta edad. El informe del Servicio Territorial de Cultura y Turismo de León elaborado posteriormente precisa que el escaso grosor del cráneo y las dimensiones de la tumba —de 1,15 metros de largo por medio metro de ancho— sugieren que se trataba de un menor que vivió en la Edad Media, entre el año 900 y 1000. La osamenta está impecablemente conservada ya que ha permanecido todos estos años cubierta por amplias piedras planas, también llamadas lajas. El cráneo es la parte más perjudicada, seguramente debido a los destrozos que causó el martillo neumático cuando el cuerpo fue descubierto.

Pese a que este informe señala que los huesos son de gran valor histórico, la Junta ha recomendado a Roberto que no mueva el cuerpo de su lugar original. “Me dijeron que hiciera lo que quisiera, pero que intentara mantenerlo”, explica este. “Para llevárselo de aquí necesitarían a un par de personas. Entiendo que reserven los fondos para asuntos de mayor enjundia”, añade.

El Gobierno regional no confirma si tiene o no tiene fondos para llevarse el esqueleto

El Gobierno regional no confirma si tiene o no tiene fondos para llevarse el esqueleto. Según un portavoz de la delegación territorial de León, aún no se ha tomado una decisión sobre qué hacer con él tras leer el informe técnico, por lo que ni siquiera se ha planteado la cuestión del presupuesto. La valoración del arqueólogo enviado por la Junta y la de Siro Sanz, historiador de la zona que también ha tenido acceso a la tumba, coinciden: lo mejor es dejarlos donde están y volver a cubrirlos para que no sufran ningún desperfecto. Roberto, por su parte, no tiene ningún problema con esta solución: “No me produce desasosiego; creo que podemos vivir con este antiguo habitante”, comenta. “El niño debe descansar donde sus padres lo colocaron con mucho dolor”.

El esqueleto, de un niño de unos 70 centímetros y de entre 4 y 6 años según Sanz, era cristiano, a juzgar por la posición en la que fue enterrado. Está colocado con la cabeza en el este y los pies al oeste, mirando hacia la salida del sol, igual que los musulmanes. La diferencia fundamental para averiguar la religión de quienes le dieron sepultura es que los cristianos entierran a sus muertos boca arriba, mirando al cielo, mientras que el islam sepulta a los suyos en posición lateral, sobre el hombro. Este niño aún conserva dos orejeras o piedras a ambos lados de la cabeza para que se mantuviera recta. La causa de su muerte es un misterio.

No hay ningún tipo de ajuar junto con el niño enterrado en el jardín de Roberto, ni joyas, ni cerámica, pero tanto el informe de la Junta como Sanz señalan que es de gran valor para la historia de Cistierna, pues indica que hubo asentamientos humanos anteriores a los que ya se conocían. La localidad está enclavada en la montaña oriental leonesa, en la retaguardia de Cangas de Onís (Asturias), primera capital del reino astur. “Las tumbas responden a un emplazamiento donde los cristianos se sentían un poco seguros”, explica Sanz.

Hasta ahora, los cisterniegos pensaban que su iglesia de Santa María, del siglo XII y situada en la parte baja del pueblo, era su vestigio más antiguo, pero la aparición del esqueleto en el barrio de San Guillermo, que está en la parte alta del pueblo, indica que debió haber un templo anterior. Los vecinos de la zona, además, sospechan que en la plaza colindante al jardín de Roberto se encontraron restos humanos antiguos cuando se instalaron las traídas del agua en los años cincuenta, pero no existe constancia oficial.

Roberto seguirá realizando las obras para construir su invernadero y tapará los restos con arena y una placa de hormigón para que no se deterioren. De momento, ya ha dejado entrar a su jardín a unos cuantos curiosos deseosos de echar un vistazo a la tumba, pero dentro de unos días, solo una placa que este vecino leonés quiere colocar recordará la existencia del niño cristiano.

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Sobre la firma

Lola Hierro
Periodista de la sección de Internacional, está especializada en migraciones, derechos humanos y desarrollo. Trabaja en EL PAÍS desde 2013 y ha desempeñado la mayor parte de su trabajo en África subsahariana. Sus reportajes han recibido diversos galardones y es autora del libro ‘El tiempo detenido y otras historias de África’.

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