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'IN MEMORIAM'
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Manuel Lindo, persona y personaje

Padre de Elvira Lindo, siempre huyó de la soledad para conversar y discutir

Juan Cruz
Manuel Lindo fotografiado por su hija Elvira.
Manuel Lindo fotografiado por su hija Elvira.ELVIRA LINDO

Era un auditor cuya última alegría fue ver en la portada de la revista de la empresa para la que trabajó, Dragados y Construcciones, este titular: Un Príncipe de Asturias en la casa de Manolo Lindo. Lindo era el padre de Elvira Lindo (que nació cuando a él le tocó la lotería, un millón de pesetas), y de Inma, y de César, y de Manolo. Elvira, colaboradora de este periódico, escritora, autora, entre muchos otros libros, de la serie Manolito Gafotas, es la mujer de Antonio Muñoz Molina, el escritor al que recientemente le fue otorgado uno de los principales galardones literarios que se entregan en España. Se juntaban en ese titular de la revista profesional de la importante constructora muchas de las satisfacciones que tuvo en vida este polemista polifacético que desde que se jubiló, en 1994, huyó de la soledad y vivió su pasión de conversar y de discutir sentado en un banco (siempre en el mismo banco) de una plaza del barrio familiar, en Moratalaz.

Manuel Lindo nació en Albacete en 1930 y murió ayer en Madrid, donde vivió después de una vida errante cuya raíz viajera tiene que ver con su origen: era hijo de un guardia civil, con el que viajó desde niño por muchos lugares de España, sobre todo por Andalucía. Los que lo conocieron de cerca lo recordaban ayer como un hombre que algunas veces parecía extravagante y excesivo, amigo de la conversación discutida, necesitado siempre de compañía. En La casa Rusia el personaje que encarna Sean Connery le dice por teléfono a Michelle Pfeiffer: “Me reconocerás porque parezco una cama deshecha”. Así era, como Sean Connery, pero sentado en un banco de Moratalaz. Algunos amigos le decían, al verle moreno, que tenía el moreno del capitán de un barco. Pero en invierno estaba ahí, también, con EL PAÍS en la mano, ayudando a otros a comprender la vida.

Ese centro de su vida que en un momento determinado fue el banco (el banco de sentarse; que no le hablaran de los otros) que ocupaba en el barrio y al que se acercaban los sucesivos amigos itinerantes que tuvo simbolizó su manera de esperar, huyendo siempre de la soledad. Esa situación en la vida es un trasunto de muchos de los textos que su hija Elvira Lindo escribió sobre él; en textos como su serie actual Don de gentes o en la célebre Tinto de verano, en la que convirtió a Muñoz Molina (“mi santo”) en personajes que a veces parecían de la realidad y muchas veces eran de la ficción, Manolo Lindo era el padre que reivindicaba el humo del tabaco, el alcohol, la comida excesiva (siempre en compañía) o la lectura para acordar o para discrepar. Su padre, escribía Elvira en Padre y muy señor mío, declaró un día que jamás iría a Nueva York a verles a ella y Antonio hasta que, en los aviones, Iberia pusiera (otra vez) sitio de fumadores y diera a los pasajeros de clase turista “su vasito de whisky”, como los de preferente. Es imposible no ver en algunas de sus excentricidades, pero también en su sentido común, a la persona (y al personaje) de los que su hija menor tomó mucha de la inspiración que está detrás de algunos de sus libros, pero sobre todo detrás de la familia que protagoniza Manolito Gafotas.

Enviudó de su primera mujer, Antonia, en 1978. Se casó de nuevo y volvió a enviudar. Desde entonces la soledad le fue aliviada en el banco de la plaza, con este periódico en la mano, y gracias a los hijos y a los nietos que ahora lo acompañarán a Ademuz, el pueblo valenciano que está entre Teruel y Cuenca donde se halla enterrada Antonia y donde él ha querido tener su tierra definitiva.

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