Guillén de Lampart: La verdadera historia de un pionero de la independencia de México
La historiadora Andrea Martínez Baracs reivindica la figura de Guillén de Lampart y publica tres textos inéditos del rebelde irlandés
Patriota irlandés, soldado en los Tercios de Flandes, espía al servicio de la Corona española, defensor de los judíos portugueses, enemigo del Santo Oficio, precursor de la independencia de Nueva España y poeta místico de talento quemado por la Inquisición en Ciudad de México. Todo eso fue Guillén de Lampart (1611 o 1615-1659), cuya vida inagotable ha quedado paradójicamente sepultada por la arena de la historia. Aventurero, impostor, don Juan, incluso candidato a encarnar a ese héroe ridículo de El Zorro. Así trató su fama la posteridad. Hasta ahora. La historiadora Andrea Martínez Baracs reivindica su figura en la terrible encrucijada del mundo de la primera mitad del siglo XVII en Don Guillén de Lampart, hijo sus hazañas, un pequeño volumen recientemente editado por el Fondo de Cultura Económica, en el que por primera vez se publican completos tres documentos inéditos imprescindibles para comprender a un conspirador cuya leyenda atraviesa tres países y dos continentes.
“Vivió en un océano temporal”, en el contexto de la Guerra de los Treinta años, de la gran rebelión irlandesa sometida a sangre y fuego por las tropas de Cromwell, de la sublevación de Cataluña y Portugal, de la corrupción y brutalidad de las autoridades del virreinato de Nueva España, en una época de incertidumbre y melancolía. “A su llegada a México en 1640”, cuenta esta doctora en Historia Colonial y traductora de náhuatl , “Lampart encuentra un reflejo de la situación de los irlandeses despojados por los ingleses de su nobleza autóctona y de su religión católica, condenados a la miseria, como los nativos de América por los españoles. Eso explica su atrevimiento para alzarse contra la Corona”.
Hijo y nieto de rebeldes irlandeses, la vida de leyenda de Guillén de Lampart comienza cuando, estudiante en Londres, es condenado a muerte por escribir contra la invasión de Irlanda y huye tras múltiples peripecias a España, donde acaba enrolándose como tantos miles de compatriotas, los llamados Gansos Salvajes, en los Tercios de Flandes. Participa en las batallas de Nördlingen y de Fuenterrabía, y en 1640 llega a Nueva España como enviado secreto del conde-duque de Olivares. Allí se encuentra con la implacable persecución desatada por la Inquisición contra ricos comerciantes y financieros de origen portugués a quienes se acusa de judaísmo. Los miembros del tribunal se apropian de los bienes de sus víctimas, a quienes llegan a circuncidar para cargarse de razón.
Lampart desafía los abusos del Santo Oficio y se hace pasar por hijo bastardo del rey Felipe III hasta que en 1642 es encarcelado por “hereje, apóstata, sectario…”. En el registro de su casa le incautan sus papeles personales conservados en un baúl de Michoacán. Entre ellos los tres fascinantes documentos publicados ahora: la Propuesta al Rey Felipe IV para la liberación de Irlanda, la Proclama Insurreccional para la Nueva España y el Pregón de los justos juicios de Dios, que castigue a quien lo quitare.
El primero es el borrador de un documento entregado por la nobleza irlandesa a Olivares en el que los rebeldes ofrecen a la Corona de Castilla hacer de Irlanda un protectorado autónomo. En el segundo, propone la emancipación de indios y esclavos de Nueva España y su separación del imperio, lo que le convierte en un tempranísimo precursor de la independencia de México. “Lampart tiene el mérito de desempolvar el debate español del siglo XVI sobre la legitimidad de la Conquista y de concebir en solitario un nuevo régimen con la elevación de la nobleza indígena al rango de la española, la liberación de los esclavos y una igualdad de oportunidades que reaparecerá posteriormente en los ideales de la independencia”, subraya Andrea Martínez Baracs. “Plantea una insurrección, con un sistema de premios y castigos y una visión de Antiguo Régimen, en la que lo importante es la emancipación de los nobles indios, y de la cual él sería príncipe y rey”, añade.
Tras ocho años de cautiverio, huye de las mazmorras de la Inquisición, clava su pregón –una denuncia de los crímenes de sus verdugos- en la catedral de México, que incluso llega a introducir en la cámara del virrey, y es apresado otra vez camino de San Lorenzo de los Negros (hoy Yanga, en el Estado de Veracruz), una población integrada por esclavos fugitivos o cimarrones legitimada por el virrey Luis de Velasco en 1630.
De nuevo en prisión, Lampart defiende a sus compañeros de infortunio, dejando constancia de los horribles tormentos a los que son sometidos, y se lanza a componer con fulgor místico 918 salmos en latín, el llamado Regio Salterio, escritos con intensidad febril en sábanas con una pluma de gallina y tinta que preparaba con hollín, cera, chocolate y otros materiales. Los salmos fueron copiados y conservados por la Inquisición. “Tras 17 años de infierno había sublimado su condición terrenal. Siempre creyó que se produciría alguna intervención sobrenatural”, afirma la historiadora. La latinista Olivia Isidro prepara una edición crítica y la traducción de la gran obra literaria del rebelde irlandés, quemado en la hoguera en 1659.
Hijo de sus hazañas, una estatua de Guillén de Lampart se encuentra dentro del Ángel de la Independencia, en el Paseo de la Reforma de Ciudad de México. Ya es hora de que salga de las sombras.
Babelia
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