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La alfombra roja, en el salón de tu casa

Durante un mes, el Atlántida Film Fest exhibe a través de Internet casi 40 títulos de directores como Jonás Trueba, Kiarostami o Gondry

Fotograma de la película 'Wrong', de Quentin Dupieiux.
Fotograma de la película 'Wrong', de Quentin Dupieiux.

Ya no se consume cine como hace décadas. Año tras año, disminuye el número de entradas vendidas en las salas convencionales, cada vez se compran menos películas originales y el espectador tiende a abastecerse a través de la red de una cantidad ilimitada de productos audiovisuales, de forma más o menos lícita. Los hábitos de consumo han cambiado. “La gente ya no ve películas o series, sino que descuentan las que les quedan por ver”, afirma Jaume Ripoll, director del Atlántida Film Fest, certamen que, a través de la plataforma Filmin, ofrece online hasta el 22 de abril los filmes que han seleccionado para su tercera edición. Lejos de alfombras rojas, colas y tumultos, el festival ofrece 37 obras, muchas de ellas de difícil localización en las salas, por 20 euros en cualquier dispositivo electrónico.

El festival nació hace dos años con una vocación clara: “Demostrar que las salas de cine no son necesarias para dar visibilidad a las buenas películas y legitimar la ventana que ofrece Internet para ello”, explica Jaume Ripoll. La distribución de filmes a través de la red aún está en pañales, pero los números del evento mejoran año a año: de los 2.500 usuarios del primer certamen pasaron a 16.000 en 2012. Este año, en su edición más ambiciosa, esperan doblar estas cifras.

“Somos un festival joven. Otros tradicionales llevan 40 o 50 años, y con una fama bien merecida”, apunta Ripoll. “Nos han dicho a los que trabajamos con cine en Internet que somos los rebeldes, los niños feos, los de un negocio que no da dinero… Hay que ir cambiendo el chip, y poco a poco se está haciendo”. Los espectadores, piensa Ripoll, se van acostumbrando a las tarifas planas que permiten el visionado de un vasto catálogo. Por lo que cuestan dos entradas en un cine convencional, el Atlántida Film Fest permite al espectador ver antes que nadie tres decenas largas de películas, entre ellas, y en sección oficial, el estreno de la nueva película de Jonás Trueba (Los ilusos), una de las revelaciones latinoamericanas de la temporada (Después de Lucía), el debut cinematográfico de dos miembros del grupo de pop Manos de Topo (Your lost memories) o el humor inclasificable de Carlo Padial (Mi loco Erasmus). Películas que, en muchos casos, son difíciles de encontrar en salas tras su estreno –si llegan a hacerlo–.

Por 20 euros se puede ver en cualquier dispositivo toda la sección oficial y una selección de filmes extranjeros

“Nosotros no pasamos Shrek 4, ni Piratas del Caribe. Hay festivales que se inauguran con El código Da Vinci. Nosotros seríamos el Anticódigo Da Vinci”, explica Ripoll. “En nuestro festival queremos películas arriesgadas, que cuenten algo más que una peripecia”. Es decir, ¿otro certamen con obras de difícil asimilación, solo aptas para una minoría muy entendida? Nada más lejos, dicen. “Nuestra intención es que la gente no vea el festival como algo raro. Hay películas más comerciales, y otras más arriesgadas, como en cualquier otro certamen”.

Atlántida cuenta con varios reclamos, fuera de la sección oficial, premiados en otros certámenes (tradicionales), como Toronto, Sundance o Berlín. Se trata de los nuevos trabajos de Michel Gondry (The we and the I), Kiarostami (Like someone in love) o de la canadiense Sarah Polley (Stories we tell). “Lo mejor es sorprenderte, apuntar un par de nombres que descubres, igual que pasa en un festival de música con los grupos que no son cabeza de cartel”, explica el responsable del festival online, también cofundador de Filmin.

Antes los nombres de estos creadores, a menudo arrinconados por la industria tradicional, se conocían en la oscuridad de una sala de proyección. Ahora, se puede hacer lo mismo, o incluso complementarlo, desde la comodidad de una sala de estar. “Un cine lleno es la mejor manera de ver una buena película, poca gente lo va a dudar”, sostiene Ripoll. “Pero ha cambiado el modelo y no podemos permanecer rígidos”. En esta nueva forma de relacionarnos con el cine, más flexible, caben todo tipo de experimentos: el festival insta a los abonados a que organicen una sesión de visionado doméstica y premia a aquellos que envíen las imágenes más ingeniosas de estos eventos familiares. Cualquier excusa es buena para seducir al espectador.

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